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Ocurrió una calurosa mañana de un 23 de diciembre allá por 1992. Un vuelo de Austral aterrizó en el aeropuerto de Fisherton con tres inspectores del Banco Central de la República Argentina (BCRA).

Un funcionario, un empleado y dos portavalores del tesoro regional del Central los estaban esperando en un blindado con 30.000.000 de australes, que en aquella época se encontraban en pleno proceso de convertibilidad al peso, cuyo valor se equiparaba al del dólar.

Aquellos millones de esa vieja moneda que debían ser incinerados fueron cargados en dos avionetas que partieron de Rosario y terminaron en el aeropuerto de San Fernando, donde los ladrones los trasladaron a una camioneta que partió con rumbo desconocido.

La investigación y los juicios se alargaron por diez años, y nunca logró darse con los cerebros de tamaña operación de guante blanco, ni con las supuestas vinculaciones políticas del hecho.

A este hecho se le conoció como “el robo del siglo” y su historia es la que cuenta el rosarino Hugo Grosso en Balas perdidas, la serie de 13 capítulos que se presentó este lunes en la ciudad, y que fue ganadora del Concurso de Ficción para Productoras con Antecedentes en 2014, organizado por el Inca y el Ministerio de Planificación Federal.

“Actualmente estamos en plena fase de postproducción”, cuenta a RosarioPlus.com Milagros Alarcón, productora de este trabajo. “Trabajaron en este proyecto 50 actores, rosarinos y porteños, y más de 30 técnicos”, detalló.

La ficción, protagonizada por Luis Machín, fue grabada en multitud de ubicaciones de la ciudad. Así, el robo se rodó en el archivo del poder judicial, mientras que el Espacio Cultural Universitario y la Plataforma Lavardén también sirvieron de locaciones para algunas escenas.

A este trabajo aún le quedan aproximadamente dos meses de trabajo antes de pasar a las manos del Instituto de Cine y formar parte del Banco de Contenidos Audiovisuales (Bacua), donde los canales pueden solicitar el contenido.

“Tenemos que volver a iniciar conversaciones con la Televisión Pública, porque el cambio de gestión generó un impasse en todas estas cuestiones”, explicó Alarcón. Entre las opciones de exhibición, además del posible interés de los canales, la puerta de Odeón se abre como una esperanza. Es que los derechos del audiovisual quedan en manos del Inca durante tres años, y sólo después la productora podría intentar vender el producto.