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Es un clásico. Salir a caminar o jugar al fútbol, volver y sentir ese particular olor al sacarse las zapatillas. Sí, casi nadie se salva del "olor a pata". ¿Por qué? 

Según recientes estudios científicos, la razón por la cual los pies poseen ese olor tan característico se debe a que en esa zona del cuerpo se concentran muchas glándulas sudoríparas. Más o menos unas 500-740 glándulas por centímetro cuadrado frente a las 130-190 que hay en la espalda, por ejemplo. 

El sudor ecrino se compone de un 99% de inofensiva agua, pero el minúsculo 1% restante es un caldo de cultivo para las bacterias de la piel de los pies. Contiene cloro, sodio, potasio, urea, amoníaco, ácido láctico e incluso proteínas. 

Lo curioso es que el sudor en sí no tiene una fragancia en particular, lo que huelen son los gases que emiten las bacterias cuando se alimentan del sudor con estas ricas sustancias. El sudor no huele, es un leve "tufo" de la bacteria al hacer la digestión del sudor.

Además, los pies reúnen los requisitos para que las bacterias se sientan bien a gusto: poca ventilación, humedad y unos recovecos muy apetecibles para refugiarse entre los dedos de los pies.

Pero no todo es pálida. La transpiración cumple varias funciones en el organismo. La principal, eliminar toxinas y sustancias de desecho. Esa es la verdadera desintoxicación y no esos dudosos exprimidos verdes que venden por ahí conteniendo todo tipo de fruta. También ayuda a mantener la termorregulación para que no se recalienten”los pies y el pH de la superficie corporal (el famoso pH). De yapa, el sudor contiene algo llamado NMF (Natural Moisturizing Factor, Factor Humedecedor Natural), un factor hidratante de la piel.