La profunda tensión política que se llevó puesto al ministro de Economía Martín Guzmán, despejó el camino al diálogo entre el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Kirchner. De esa y otras charlas surgió el nombre de Silvina Batakis para reemplazarlo. Será la ministra del acuerdo y eso no es poco. Resta saber qué ruta económica seguirá la exministra de Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires.

Guzmán no tenía problemas con los embates de la vicepresidenta ni con los buscapiés directos de La Cámpora expresados brutalmente por Andrés Larroque; decidió dejar de ser ministro cuando sintió la falta de respaldo del presidente Alberto Fernández. Nadie que no haya meditado
su renuncia escribe siete carillas completas para explicarla. Es más, nadie que haya asumido una tarea en el Estado a la que haya arribado sin ser votado, no piensa en su renuncia desde el día uno.

La hora de renunciar sí fue una vendetta política: mientras hablaba Cristina en el acto de Ensenada en homenaje a Juan Domingo Perón. Guzmán logró que ese discurso no tenga la centralidad que había tenido el de Avellaneda, la renuncia fue y es el único tema en la agenda
política. La piedra de toque fue la no respuesta del presidente ante la furia de Guzmán con los funcionarios de la secretaría de Energía que sí maneja La Cámpora. No apuntó directamente a Darío Martínez pero sí pidió la cabeza de varios de más abajo, entre ellos Federico Basualdo.

Desde esa repartición venían demorado el esquema de segmentación de subsidios a las tarifas eléctricas y del gas que Guzmán había anunciado públicamente semanas atrás. Esa planilla nunca llegaba a su escritorio y por eso golpeó la puerta del despacho presidencial para pedir que el presidente echara a esos funcionarios. Eso no pasó y Guzmán se fue, enojado y sorpresivamente.

La salida que descomprimió la tensión

El tema no era menor, es uno de los ejes del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que empezó a cavar más profunda la zanja entre el albertismo y el kirchnerismo. Igual que repudiaron el entendimiento con el FMI, la vicepresidenta y su estructura política repudian
también el rumbo económico pero sin contextualizar demasiado y con pocos detalles acerca de cómo sería la alternativa. Lo que se pide es más decisión política, más centralidad del Estado, más controles al establishment.

El presidente ya explicó que cree que no hay espalda política para eso, por más unido que estuviera con su vice. El kirchnerismo piensa lo contrario y como siempre lo sintetiza para la
tribuna el Cuervo Larroque: “La fase moderada está agotada”. Pero tras estas afirmaciones el hombre de consulta de Cristina fue el ex presidente del Banco Nación de Mauricio Macri, Carlos Melconian. Un encuentro inesperado que le trajo más problemas al economista que a la
vicepresidenta. 


Es difícil, casi imposible que un ministro de Economía se retire llevado en andas por una multitud. Pero Guzmán fue de los más longevos en el cargo en los últimos años. Los que le quisieron bajar el precio lo tildaron de un “académico sin rodaje político” y no faltaron los que exageraron al señalarlo como un funcionario que “vino a hacer la tarea que le encargó el Fondo
Monetario”. A Guzmán se lo llevó puesto más la tensión política que las restricciones externas, la escalada de precios y las innumerables batallas perdidas por el salario. Una agenda complicada y estructural que hereda su reemplazante.