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El presidente Mauricio Macri contrajo –en promedio diario- 166 millones de dólares de nueva deuda. El pasado 15 de septiembre el Ministerio de Economía -en su sitio oficial- actualizó la nómina de la toma de deuda pública en moneda local y extranjera. De tal información hemos armado un cuadro detallado de cada una de las operaciones. La primera columna dice en qué fecha se tomó efectivamente la nueva deuda, la segunda bajo qué tipo de contrato, título o programa, la tercera, cuarta y quinta en qué moneda deberán devolverse los fondos que le fueron prestados al gobierno nacional.

El dato no hace más que corroborar lo que periódicamente comenta la prensa, tanto la que acompaña la nueva gestión presidencial como la crítica del mismo. Tal como puede verse en el cuadro, el gobierno nacional tomó deuda en tres tipos de moneda, sobresaliendo los 38.847 millones de dólares. Esto ocurrió entre el 10 de diciembre de 2015 y el 31 de julio de 2016. Se trata de un promedio de 166 millones de dólares por día.

Este ritmo de endeudamiento es insostenible tanto por su magnitud como por su proyección a futuro y el destino dado a los dólares que ingresan. Si el gobierno nos siguiera endeudando al mismo ritmo hasta el final de su mandato presidencial, agregaríamos al stock de deuda que dejó el gobierno saliente, unos 242 mil millones de dólares más: otra vez sopa. La lluvia de inversiones se suspendió por mal tiempo y en cambio hubo lluvia de préstamos que no sólo deberán ser devueltos y remunerados a altísimas tasas de interés, sino que además han servido para sostener el levantamiento de la restricción a la compra de dólares. Si se hace el ejercicio de sumar los ingresos y egresos de divisas ocurridos de diciembre a julio, la cuenta es bien clarita como la hecha por nuestro almacenero de confianza, tal como exhibe el siguiente cuadro:

El cuadro muestra el ingreso de dólares, cuyas fuente principal es la suma de los préstamos recibidos y en menor medida el exiguo aporte del comercio exterior. También muestra qué rubros financió tal ingreso. El uso de ese dinero ingresado lo fue para la venta de dólares a empresas y particulares, el giro de ganancias de sucursales de empresas extranjeras a sus casas matrices, la atención del pago de intereses de la deuda, tanto la preexistente a la asunción de Macri como la nueva y otra partida que engloba un conjunto de situaciones diversas de ingresos y egresos, también de signo negativo.

El saldo neto de moneda extranjera, fruto de todos esos ingresos y egresos ha sido positivo en 6.526 millones de dólares. En otras palabras, las reservas internacionales crecieron exactamente en esa magnitud. Sin embargo, es un dato tramposo porque los mismos factores que explican el egreso de divisas seguirán operando en el mismo sentido y profundizándose. Como ejemplo puede decirse que el sistema financiero ha provocado ingreso de divisas para colocarlo en activos especulativos dadas las altas tasas de interés que ofreció el Banco Central desde el 17 de diciembre, con lo cual es previsible que cuando se sientan conformes con lo embolsado, probablemente conviertan sus pesos en dólares y nuevamente los retornen a otras geografías.

Tanto la deuda externa como otros problemas globales siempre han sido percibidos por la mayoría de los argentinos como divorciados de la vida diaria de cada habitante de este suelo. Con excepción de los analistas críticos, los movimientos sociales denunciantes del tema de la deuda, los partidos políticos que han sostenido una posición contraria al endeudamiento, el conjunto de la sociedad ha visto la deuda externa como un problema que no afecta directamente a la vida de su hogar. Como no llega en ninguna boleta con vencimiento como la luz, el gas o el agua pareciera que no se paga.

Por el contrario, la deuda externa ha tenido un papel central en la caída del nivel de vida de buena parte de la población. Si en los primeros 234 días de gobierno, la deuda creció a un promedio de 166 millones de dólares diarios, de sostenerse este ritmo, el gobierno de Macri provocará que cada argentino deba en diciembre de 2019 una suma equivalente al ingreso promedio de todo un año, la mayoría se hará cargo de esta nueva estafa, lo pagará con el descenso de su nivel de vida y una minoría con nombre y apellido habrá vuelto a las andanzas privatizando las ganancias y estatizando las pérdidas.