No se trata solamente del emblema de la casa Stark en Game of Thrones. Es más bien una breve y efectiva descripción del panorama que se aproxima a la economía global, afectada por las disputas comerciales entre países de la talla de China y los Estados Unidos, y de procesos que generan una profunda incertidumbre como el Brexit. Ambos datos de la realidad afectan al comercio mundial y al desempeño de las empresas y, por sobre todas las cosas, generan incertidumbre en el corto y el mediano plazo. Y ya se sabe que en la economía, las expectativas tienen un rol significativo.  

Presagios

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) es un organismo de cooperación internacional compuesto por 36 países, cuyo objetivo es coordinar sus políticas económicas y sociales. Su misión es promover políticas que mejoren el bienestar económico y social tanto de los países que integran la organización como de aquellos que no son miembros.

Es precisamente un organismo de talla internacional como la OCDE el que pronosticó el enfriamiento de la economía mundial desde 2019 y hasta 2021 por lo menos. Concretamente, se estiman recortes en el crecimiento de 0,2 por ciento para 2019 y 0,1 por ciento para 2020.

La economista jefa de la OCDE, Laurent Boone, dió por sentado que el crecimiento global se está desacelerando, Europa se está desacelerando mucho más de lo que esperábamos y hay muchos riesgos. Hay menos crecimiento en China, hay una continua tensión comercial, hay Brexit, hay mercados financieros. Pero no todo es pesimismo. Aunque no aportó buenas noticias.

El gobierno chino ratificó hace pocos días un crecimiento menor que el previsto debido a la reducción de las exportaciones producto de las barreras arancelarias impuestas por el gobierno de los Estados Unidos. Para Boone China ha sido el mayor contribuyente al crecimiento mundial en las dos últimas décadas, de modo que cualquier deterioro que lo agudice aún más repercutiría en el resto del mundo.

Respecto de Alemania, la mayor economía europea, la OCDE redujo en más de la mitad su pronóstico de crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) para 2019 a un 0,7 por ciento, desde el 1,6 por ciento previsto anteriormente.

Asimismo, la OCDE advirtió que sus estimaciones están condicionadas a que el Brexit -proceso por el cual se producirá la desconexión del Reino Unido respecto de la Unión Europea (UE)- se lleve adelante de manera ordenada y no brusca y sin acuerdo. Recuérdese que Londres es uno de los centros financieros más importantes del planeta y la UE es aún el principal actor comercial global.

China, caso testigo

La semana pasada se produjo en China el acontecimiento político anual más importante. El primer ministro chino, Li Keqiang, hizo la apertura formal de sesiones de la Asamblea Nacional Popular, es decir, del Poder Legislativo.

Ante más de 3 mil legisladores -todos pertenecientes al Partido Comunista Chino- Li reveló que el país espera crecer entre un 6 y un 6,5 por ciento este año, y situó la previsión en una banda en lugar de en una cifra fija. Durante el discurso, el primer ministro admitió que el país se enfrenta a duros desafíos en el terreno económico, provenientes tanto del interior como del exterior.

En el ámbito interno, Li señaló una desaceleración del incremento del consumo y una falta de vigor para aumentar las inversiones efectivas, como los temas que inciden en el descenso del crecimiento económico. Asimismo, el primer ministro se refirió a los dilemas a los que se enfrenta el país debido a los múltiples objetivos que se ha propuesto, como garantizar un crecimiento económico estable a la vez que se previenen los riesgos, y al tiempo que se promueve el desarrollo económico y social.

Pero son los factores exteriores los que más preocupan a las autoridades chinas, precisamente porque son los que escapan a su control. Entre ellos, el primer ministro destacó que el crecimiento de la economía mundial está ralentizándose debido, principalmente, a que el proteccionismo y el unilateralismo se agravan, los precios de los productos básicos en los mercados internacionales experimentan grandes fluctuaciones, los factores de inestabilidad e incertidumbre aumentan y los riegos externos se incrementan.
Li se refirió a la guerra comercial con los Estados Unidos, sobre la que afirmó que China seguirá promoviendo las negociaciones y renovó su compromiso con una cooperación que beneficie a ambos países. Hizo especial hincapié en una resolución de disputas comerciales mediante debates,  destacando que deberán ser en situación de igualdad.

Al asumir que la economía china -aún con un crecimiento envidiable- crecerá menos que en 2018 y que eso supone el menor crecimiento registrado en los últimos 28 años, Li dió una pauta clara de que los presagios de la OCDE están bien fundados.

El mundo estaba acostumbrado a las denominadas tasas chinas de crecimiento, que oscilaron durante años entre el 9 y el 12 por ciento anual, y que traccionaban a la economía global. Las cosas ya no son como eran y, hasta parece flotar en China un aire de desengaño -y hasta de arrepentimiento- por haberle concedido el año pasado a su presidente, Xi Jinping, la posibilidad de la reelección indefinida. Xi goza de un poder como no se veía dese la época de Mao Zedong, pero deberá demostrarle a los chinos de que sabe usarlo en beneficio del conjunto.

Para Occidente las cosas no resultan mucho más sencilla. El Brexit se parece más más bien a una caja de Pandora, Alemania se prepara lentamente para la sucesión de Angela Merkel y los Estados Unidos bailan al ritmo de Donald Trump. Latinoamérica oscila entre el posible despertar de México, acosado por el narcotráfico, y la recesión en Brasil y Argentina. El invierno se acerca.