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Dos nombres resuenan en la política británica y estadounidense por estos días, ambos comparten la característica de ser nítidos referentes de la izquierda en países que habitualmente tienden al conservadurismo.

Si algo caracteriza a los partidos políticos en el mundo anglosajón es que mantienen diferencias más bien graduales. Es así como en el Reino Unido, conservadores y laboristas -pese a sostener discrepancias- tienden a disputar un electorado al que en general le disgustan los extremos. Lo mismo ocurre en los Estados Unidos entre republicanos y demócratas.

Pero en el último tiempo emergieron figuras políticas con un discurso más radicalizado. El fenómeno emergente del candidato republicano Donald Trump, con un mensaje de ultraderecha, xenófobo y excluyente, es una muestra de ello. Pero lo que quizás sorprenda más en estos dos países caracterizados por su poca afinidad con ideas de izquierda, es la inusitada popularidad que han cobrado dos hombres de extensa trayectoria política y escasa prensa. ¿Quiénes son?

Jeremy Corbyn, sindicalista y vegetariano, las prefiere latinas

Las elecciones generales del 7 de mayo que le dieron la victoria al partido conservador en en Reino Unido, se convirtieron en una derrota calificada como catastrófica para el opositor partido laborista y su jefe, Ed Miliband, quien debió renunciar a su cargo. Desde entonces, el laborismo busca un liderazgo novedoso que le permita emerger de su crisis actual.

En este contexto emergió la figura de Jeremy Corbyn, un parlamentario veterano de 66 años  "demasiado de izquierda" para muchos, pero que encabeza las encuestas y tiene un notable poder de convocatoria sobre los jóvenes, que se sienten escépticos respecto de la dirigencia política tradicional. Quizás su principal atractivo para la juventud sea su actitud rebelde: Corbyn votó más de 500 veces desobedeciendo los mandatos partidarios.

La actual carrera por el liderazgo partidario cuanta con cuatro candidatos, siendo Corbyn el último en sumarse a la compulsa -que ya se está realizando por correo- y cuyos resultados se conocerán el 12 de septiembre. Su candidatura se propuso de manera simbólica con el objetivo de ampliar la discusión política interna, pero la convicción y la pasión exhibidas por el candidato, concluyeron por convertirlo en favorito. El hombre habla desde su vasta experiencia personal, con convicciones ideológicas firmes y sin usar libretos confeccionados por terceros.

A lo largo de los años demostró ser consecuente con sus orígenes de sindicalista y sin olvidar su pasado de obrero desocupado. Siempre se opuso a las políticas de ajuste, que suponen perjuicios para los sectores más vulnerables de la sociedad.

Casado en segundas nupcias con una exiliada chilena, Corbyn mantuvo siempre una postura clara en defensa de los Derechos Humanos y trabajó con determinación a finales de los años noventa para conseguir que el exdictador chileno Augusto Pinochet fuera extraditado a España para ser juzgado por crímenes de lesa humanidad. Más tarde se divorció y se casó por tercera vez, con una mexicana.

Su propuesta política incluye puntos álgidos tales como renacionalizar el servicio ferroviario y las principales compañías energéticas, abandonar el programa de submarinos nucleares y retirar al país de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Respecto de un tema sensible para los argentinos como es la soberanía sobre las Islas Malvinas, Jeremy Corbyn se ha mostrado partidario del diálogo, contrariamente a la posición oficial británica. Eso no quiere decir que esté dispuesto -si llegara a convertirse algún día en primer ministro- a ceder la soberanía, pero sí a conversar sobre el tema, algo que -dado el actual estado de cosas- supondría todo un avance.

Hasta su imagen es diferente y contrasta con la del resto de los miembros del Parlamento británico, donde representa el distrito londinense de Islington North desde 1983. Viste de manera simple y sin corbata, es vegetariano y abstemio.

Las vertientes más tradicionales del laborismo auguran que si Corbyn se convierte en su líder, se encaminan hacia un cataclismo. El exprimer ministro Tony Blair, quien se ha convertido en una figura muy impopular en Gran Bretaña, lo fustiga permanentemente pero, al hacerlo, sólo consigue que más laboristas escuchen a Corbyn con simpatía. El 12 de septiembre se sabrá si se convertirá en el nuevo líder partidario cuya misión será alcanzar el gobierno en 2020. Algunos analistas señalan que el electorado laborista está preparado para un cambio radical.

Bernie Sanders, septuegenario y deshinibido, rechaza a los poderosos de siempre

Las palabras “socialista” o “izquierda” son difíciles de digerir en los Estados Unidos. El propio Barack Obama y hasta el Papa Francisco son vistos por los sectores más conservadores de la sociedad como preocupantes émulos del Ché Guevara.

Sin embargo, el senador por el Estado de Vermont y precandidato presidencial por el partido demócrata, Bernie Sanders, llena auditorios en distintos puntos del país con un discurso afín a los trabajadores y fuertemente crítico hacia las grandes corporaciones, los bancos y la dirigencia política tradicional.

Autodenominado socialista, este político de 73 años, voz ronca y aspecto desaliñado, tendrá que enfrentar en la elección interna de su partido nada más y nada menos que a Hillary Clinton.

En principio, la mera posibilidad de que Sanders pudiera vencer a alguien con el apellido Clinton parece ridícula. Pero con el correr de los días y, en la medida en que el candidato consigue aumentar su índice de conocimiento en la sociedad, las apreciaciones comienzan a cambiar. Una encuesta sobre la intención de voto en la primarias de New Hampshire ya pone a “Bernie” por delante de Hillary. La pregunta inevitable es ¿acaso alguien pensaba que cuando  irrumpió en la carrera por la presidencia Obama podía ganarle a Hillary Clinton?

Una de las claves de la creciente popularidad de Sanders es la inteligente utilización de la redes sociales por parte de su equipo de campaña, que está logrando llegar a los hogares de la gente más sencilla. Los hechos hablan solos: mientras al mayor acto protagonizado por Hillary Clinton asistieron unas 5 mil quinientas personas, Sanders ya convocó a 15 mil en Seattle, 20 mil en Portland, 20 mil en Los Ángeles, 11 mil en Phoenix, y 8 mil en Dallas, ciudades -estas dos últimas- propensas al voto republicano.

Su propuesta política incluye educación superior gratuita, salud pública universal, lucha contra el cambio climático, reforma migratoria y del sistema judicial, vacaciones y receso por maternidad pagas para los trabajadores, terminar con las contribuciones de las corporaciones a las campañas políticas, mayor control sobre el sector financiero y el final de los beneficios fiscales para los ricos.

Su mensaje, transmitido de manera sencilla y comprensible, llega con facilidad a un electorado agotado de los políticos demócratas y republicanos que responden a los intereses de los aportantes a sus campañas y no a la ciudadanía. De hecho, Sanders se comprometió a no aceptar ni un dólar de las grandes corporaciones y -no obstante ello- ya recaudó más de 15 millones gracias a las pequeñas donaciones de sus seguidores.

Sanders condena sin vueltas el racismo, impulsa la protección del ambiente y se corre de la agenda que los grandes medios de comunicación estadounidenses quieren imponer. Muchos de sus rivales lo subestiman, pero ese es un error que en política se paga caro.

¿Es el momento de la izquierda anglosajona?

El Premio Nobel de Economía y profesor de la Universidad de Columbia, Joseph Stiglitz, expresó recientemente con claridad lo que mucha gente piensa y siente: cada vez más gente -especialmente joven- se siente defraudada por políticos de discurso progresista que en los hechos actúan como conservadores. El gatopardismo en las democracias modernas, donde detrás de los mensajes de izquierda, quienes toman las decisiones no se inmutan al actuar como referentes de la derecha, ya no engaña tan fácilmente a los votantes. Un buen ejemplo de ello son Alexis Tsipras en Grecia y Dilma Roussef en Brasil, ahora deplorados por quienes hasta hace poco los apoyaban.

Stiglitz señaló que muchas políticas de gobiernos de centroizquierda como el de Blair en el Reino Unido o el de Bill Clinton en los Estados concentraron la riqueza en una minoría.

Habrá que esperar aún para saber si se trata del gran momento de una nueva y auténtica izquierda anglosajona y si tanto Jeremy Corbyn como Bernie Sanders se consolidarán ante el electorado en sus respectivos países. Pero un mensaje parece emanar del electorado británico y estadounidense: basta de gatopardismo, que la izquierda sea izquierda y la derecha, derecha.