El dato estadístico es apenas un disparador para reflexionar sobre la difícil y la compleja tarea de reinsertar a los menores de edad que están encerrados por alguna causa penal. A su vez, derriba el mito –muy instalado en los sectores más reaccionarios de la sociedad-- sobre la eficacia del castigo y el aislamiento como método para “reencausar” la vida de aquellos adolescentes que están atravesados por la violencia y el delito. En los últimos cinco años, 55 jóvenes fueron asesinados en Rosario al salir del Instituto de Recuperación del Adolescente Rosario (Irar).

La cruel y desgarradora cifra forma parte de un exhaustivo relevamiento que desde el 2010 viene realizando el Colectivo de Investigación Militante sobre los Jóvenes y el Poder Punitivo (Cimjpp), integrado por trabajadores del Irar y de otros organismos que se ocupan de la problemática de la niñez y la adolescencia. Desde febrero de ese año a abril de 2014, la cantidad de pibes acribillados al abandonar este establecimiento alcanzaba los 45 casos. Hoy en día, este número estadístico ya superó la barrera del medio centenar de homicidios.

¿Qué es de la vida de los jóvenes que pasaron por acá? Bajo ese interrogante, este grupo de investigación empezó a indagar sobre el destino de los cientos de chicos que en los últimos años estuvieron recluidos en el Irar. Ante la poca información brindada por los organismos oficiales, se trasladaron a la hemeroteca. Con mucha paciencia, revisaron la sección policiales de los diarios de la ciudad. En esas crónicas encontraron la peor de las respuestas: muchos jóvenes se toparon con la muerte al volver a la calle.  

“El promedio según nuestro relevamiento son entre diez y doce chicos asesinados por año, pero pueden ser más pasa que no tenemos la forma de saberlo”, señala Mauro Testa, quien se desempeña como acompañante juvenil en el Irar e integra este colectivo de trabajo. “Nadie sabe qué pasa con los chicos una vez que se van del sistema penal juvenil. Es preocupante”, agrega en diálogo con Rosarioplus.com.

Testa explica que la cifra es “muy dolorosa” porque ellos, los trabajadores del Irar, han conocido las historias de vida de estos jóvenes. “Así como un militante puede conocer a uno de estos chicos en un barrio, nosotros los conocemos acá dentro”, subraya.  

Para este acompañante juvenil --una figura creada en 2009 para una “atención integral” de los detenidos--, el trágico destino de los chicos responde a que al salir del encierro vuelven a “su mismo mundo”. “Se encierra a estos chicos para que no estén afuera. Hace años que este lugar perdió ese ideal resociabilizador. Pasan un tiempo acá dentro y después, más allá de lo que pasa en este establecimiento, vuelven a la misma situación. Nadie se pone a discutir el fondo de la cuestión, qué es el encierro y por qué encerramos. Ese es el problema. No pasa por si hay una cama más o una menos”, plantea.

Radiografía de los adolescentes detenidos

El Irar mantiene un promedio histórico de 60 jóvenes de entre 16 a 18 años detenidos de forma permanente. Hoy en día, sin embargo, el número se redujo a 28 debido a que el inmueble está en reforma (dos de los cuatro sectores están inhabilitados).

El año pasado, los cuatro jueces de menores de los Tribunales de Rosario ordenaron un traslado masivo por las pésimas condiciones en la que vivían los jóvenes. “Los animales en un zoológico están mejor”, denunció en aquel momento una magistrada.

Aquella medida de mandar a los chicos a las cárceles de mayores finalmente no prosperó, pero sirvió para mejorar las instalaciones y la atención. Se contrató a una empresa de limpieza y se inauguraron dos sectores totalmente remodelados. “Hoy por hoy no es tan terrible la situación”, explica Testa.

Estadía en el Irar por año según cantidad de jóvenes/tiempo de permanencia

Este profesional presentó el año pasado en la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA) una investigación teórica y empírica sobre las políticas públicas y las prácticas destinadas a jóvenes en contexto de encierro en la Provincia de Santa Fe. En el estudio, se analizó la vida de 48 jóvenes que en su momento fueron trasladados al Irar. Obtuvo los siguientes resultados:

• El 94% provenía de barrios periféricos de la ciudad (villas miseria, asentamientos, viviendas populares)

• El 83% no había terminado la escuela primaria y ninguno de ellos la secundaria.

• Sólo el 23% vivía con ambos padres. Otro 23% no vivía con ninguno de los padres. El 44% vivía  solamente con la madre.

• El 21% tenía alguno de los dos padres muertos.

Otro dato relevante que aporta el trabajo está vinculado a la permanencia de los jóvenes en el Irar. Casi la mitad de los detenidos están menos de 15 días. Un 17% de 16 a 30 días y un 12% entre uno y dos meses. “Hay algunos chicos que están solo un día. Cuál es la rehabilitación que se le puede dar. Volvemos a lo mismo. Por más que esto sea un hotel cinco estrellas, estamos siempre en la misma porque cuando el pibe sale va a su mismo barrio, con su mismo entorno. Nada cambió”, analiza Testa.

Estadía en el Irar acumulado 2010-2012 según porcentaje/tiempo de permanencia

Masacre por goteo

El eje teórico del relevamiento del Colectivo de Investigación Militante sobre los Jóvenes y el Poder Punitivo gira en torno al concepto de “masacre por goteo”, acuñado por Eugenio Zaffaroni, ex juez de la Corte Suprema de la Nación, para poder analizar las muertes violentas en las calles de América Latina.

“Creemos que este término va como anillo al dedo a la situación de Rosario”, explica Testa. El concepto apunta a aquellas muertes que se dan tanto por omisión o inacción del Estado (léase los “ajustes de cuenta”) como por el accionar indebido de las fuerzas de seguridad (casos de gatillo fácil).

“Por un lado vemos con preocupación el incremento de jóvenes ejecutados por la policía, y por el otro vemos que si estos jóvenes se “matan entre ellos”, como suele decirse, es porque el Estado está totalmente ausente”, concluye.