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Una mujer de unos 80 años entra caminando del brazo de su compañero, con cierta dificultad, y llega hasta el alambrado para enganchar un ramo de flores, ahí donde está el tiro de esquina. Agarrada del tejido, mira el campo de juego reluciente bajo el rayo del sol y sus retinas estallan. Hay algo que no puede comprender y que ninguno de sus vecinos podrá explicar. Una ausencia, un silencio y el recuerdo que hace mella.

Fueron decenas las personas (y de todas las generaciones) que desde que se conoció la noticia este viernes por la mañana, se acercaron al estadio charrúa para homenajear y despedir a una de las mayores leyendas que ha visto surgir el fútbol argentino. Las puertas del club se abrieron en horas del mediodía y, de a poco, las gradas se fueron poblando de hinchas y amigos que se apostaban como esperando que el Trinche aparezca pisando el césped y los deleite con su fútbol una vez más.

“Recién vi a la señora que dejó ese ramito de flores y es la demostración cabal de lo que dejó el Trinche”, mencionó a Rosarioplus.com Nicolás, hincha charrúa de 72 años y vecino del barrio. Junto con su hijo, ingresó al campo de juego y se dirigió directamente a contemplar la rosa que unos momentos antes alguien había dejado caer en el mediocampo. “Era un ídolo y una excelente persona”, agregó el hombre que, al igual que los demás, no pudo contener la angustia por la pérdida del ídolo.  

También llegaron leprosos y canallas para validar el relato de sus padres y abuelos sobre el Trinche, en el rol de observadores sigilosos de un fenómeno futbolístico cuya muerte lo eternizó definitivamente en el corazón de una ciudad entera, independientemente del color de la camiseta. Sin embargo, ese silencio era quebrado cada algunos minutos por bocinas de conductores que pasaban por la entrada y por las incipientes pinceladas del mural que estaba comenzando a tomar forma gracias al encargado de plasmar las publicidades en la cancha. 

“Hoy a las 9.30 murió el fútbol. Mejor dicho, asesinaron al Trinche. Mataron a un amigo, sencillo, sin divismo, legítimo. No traicionó sus ideas. A esto agregale la de cuero, la gastó. Chau viejo”, “Trinche, tu magia sigue dentro de nuestros corazones y dentro de cada pelota” “En donde estés, que estés sonriendo Trinche querido” y "Tablada de luto" rezaban algunos de los carteles escritos a mano y estampados en los alrededores del Gabino Sosa, convirtiéndolo en casi en un santuario en el correr de las horas. 

Con las puertas ya cerradas y el sol cayendo lentamente, la gente siguió llegando y apostándose en la plaza, tal vez esperando un poco más de magia o que la voz del estadio nombre a Tomás Felipe Carlovich y la ovación sea eterna.