El primer año en México no fue de lo mejor desde lo futbolístico. Éramos un equipo en formación, buena parte del equipo era nuevo, con muchos jóvenes. Ya con mi familia junto a mi estaba más tranquilo y empecé a encontrar mi lugar dentro del plantel y del equipo. Lo destacado con la pelota llegó con la selección, en la Copa América y los Juegos Olímpicos.

En Perú armamos un equipo bárbaro. Fui suplente, pero tuve la suerte de entrar en la final contra Brasil y poner la diferencia a favor, aunque después no fuera suficiente. Aunque el sabor fue amargo, cuando terminó la Copa sentía que volaba, que había recuperado mi nivel. En Grecia fue diferente, si bien también me tocó participar mucho, ahí pudimos llevarnos el Oro.

En Atenas también había un buen grupo, los chicos de rosario nos llevábamos bien. Estaban Rosales, Coty Fernández, el Kily González, Heinze y Figueroa. A mí me tocó habitación con, entre otros, Carlitos Tévez. Lo único que me acuerdo es cómo escuchaba cumbia todo el día… y el olor pata. Nos divertíamos mucho.

En este torneo me toco ser más protagonista (NdeR: fue titular y marcó dos goles abriendo el marcador a favor de Argentina en dos partidos). Nada Fácil. En ese equipo estaban el Kily, Tévez, Saviola, Figueroa, Rosales, Mariano González y D’Alessandro.

Estábamos tan concentrados en lo nuestro que ni advertí dónde estaba. Recién el último día libre compré una cámara de fotos, pero si me preguntan no tengo idea dónde están. Empujados por los más grandes del plantel en esos días fuimos a ver un partido de hándbol de Argentina pero, repito, ni me acuerdo. Estábamos en la nuestra, con la espina de Perú no queríamos que se repita la historia.

Esos días fueron muy lindos. Ganar algo con la selección es hermoso. Yo recién tenía 23 años, después de eso tenía ganas de volver a México y darle a mi equipo algo parecido.