Cada vez que Ayelén Beker se sube a un escenario siente algo mágico. No sabe describirlo. Dice que son un montón de cosas, y que todas esas cosas son hermosas. “Es transformar el dolor en amor, en orgullo, los desamores en empoderamiento. Es una experiencia que no he tenido con qué igualar”, trata de explicar a este medio.  “Cantar me da el poder de sentir que no pasa nada. Me transforma y me ayuda a sanar un montón de cosas que tengo rotas”.

Ayelén Beker está a punto de cumplir 33. Es cantante de cumbia y le dicen “la Gilda de las travas”. Ella se define como “artivista”: sabe que su presencia en un escenario es más que un buen show o una instancia sanadora de sus tristezas. Una travesti siendo lo que desea ante miles de personas puede cambiarle la vida a cualquiera que la vea o escuche. Este sábado, la Beker se presentará en el festival de cierre de la 16º Marcha del Orgullo y se despide, por un tiempo al menos, de ese escenario que viene ocupando desde hace 5 años. 

“Estoy muy feliz de cerrar la marcha este año. Va a ser a todo culo, estamos preparando un gran show porque nos vamos a despedir”, cuenta a Rosarioplus.com. “Es movilizante mirar para atrás, porque son cinco años que llevo tocando en la marcha, salvo en 2021 que estuve en la de Buenos Aires. Se trata de entender que una va creciendo, buscando otros escenarios”.  Ayelén, sin embargo, no se despide así nomás. Espera que ese lugar que deja libre, “en el que he sido amada y criticada”, sea ocupado por otra artista trans. “Queremos estar de ese otro lado y ver bailar y cantar a otra trava, como me vienen viendo a mí”, sostuvo.

Ayelén Beker: "Cantar es transformar el dolor en amor y orgullo"

La primera vez que Ayelén Beker estuvo en el escenario de la Marcha del Orgullo fue de invitada de La Pedro. Esa vez, en 2016, cantó dos boleros y quedó “pasada de tanta gente”. “Era mucha”, reitera. La artista ya había marchado pero no lo destaca. “Siempre tuve una relación de amor y odio con lo trans”, explica. “Yo dejé la zona (por la zona donde ejercía el trabajo sexual) y me alejé de todo el ambiente”. 

Ayelén trabajaba de peluquera cuando una compañera, Michelle Vargas, le comentó entre cortes de pelo que estaba “re metida militando”. Fue la misma persona que dos semanas después la subió al escenario de la Marcha.  “Ahí empecé a amigarme. Antes era todo muy individual en mi vida. Ahora me siento más hermanada. Me di cuenta que somos un grupo de personas que estamos vulneradas, no es una sola. Antes no me daba cuenta de eso, vivía y sobrevivía. Pero fui entendiendo que de a una no se puede”, relata. “Se me abrió la cabeza. Hay cosas que siguen molestando y enojando, pero pude entender la militancia como una grupa y que todas somos vulneradas. Antes, la violencia no me dejaba ver más allá de lo que me pasaba”. 

Los escenarios y las oportunidades comenzaron a aparecer. Beker llegó al programa de televisión Pasión de Sábado, a festivales y encuentros feministas y disidentes de todo el país. En 2019 abrió un casting y armó su banda: 16 personas que la acompañan hasta el día de hoy.  “Nos cuidamos todos entre todos y también cuidamos al proyecto, que no es nuestra principal fuente de trabajo pero sí una fuente de laburo. El proyecto tiene un nombre pero es colectivo y todos queremos seguir tocando y haciéndonos conocides”, explica. 

Ayelen Beker - Show Acustico D7

“Armamos la banda, empezamos a tocar y al toque empezó la pandemia. En el momento no me di cuenta, dije ‘saco mi traje de puta y me pongo a trabajar’. Pero después, a medida que iba pasando el tiempo, me iba dando cuenta de un montón de cosas”, recuerda Beker. “Porque si bien con la música venía repuntando, no tenía ninguna base de nada. Volví al trabajo sexual por una necesidad, no porque quería. Era para vivir, comer, pagar las cuentas. Estaba saliendo de todo eso y estaba con el cuento de que era una artista y con la música había podido salir. Me demostró que seguimos siendo el último orejón del tarro. Yo me estaba parando en un lugar en el que claramente no había nada. Me replanteé muchas cosas”.

Ayelén Beker tuvo Covid-19 cuatro veces. Pasó la pandemia intentando cuidarse pero sin plata para pagar techo y comida. Todavía sigue ejerciendo el trabajo sexual: no porque quiere, sino porque tiene que pagar deudas y los recursos escasean. Más si sos cantante. Más si sos travesti. 

Ayelen Beker Vivo Plataforma Lavarden

La cantante atraviesa la pospandemia buscando escenarios nuevos. Se despide este sábado de su primera casa deseando ver en ese mismo lugar a otras travestis que la hagan soñar. A ella, a otras, otros y otres. “A mí me movilizó mucho ver a una trava arriba del escenario y me devolvió mucho. Siempre tuvimos el sueño de ser alguna vedette o alguna actriz, pero a mí ver a una trava, como Susy Shock, me llenó de orgullo, de ilusiones, de seguridad”. 

Cada vez que se sube a un escenario, la Beker se siente poderosa y sabe que tiene un poder: darle seguridad a otros y otras de ser como deseen.  “Me costó hacerme cargo de que soy una artivista. O en realidad, me costó darme cuenta de que lo venía haciendo para sanarme a mí y sin darme cuenta que también puedo representar a muchas personas en mi situación. Yo hablo mucho de mis dolores, desamores, de la desigualdad. Sufrí mucho bullying, violencia en mi casa y hasta el día de hoy mi realidad es muy difícil. Y ahora puedo dejar algo que resuene en la cabeza de un heterosexual, o de esa mamá o papá que tiene una niña o niño trans. Puedo ayudar a entender que por más que nos generen dolor, miedo o inseguridad nuestra sexualidad e identidad van a seguir siendo las que sentimos y elegimos. Entenderme como artivista fue entenderme como una persona que pasó por todas esas cosas y que pudo cambiar y que ahora puede dejar un mensaje en la casa de cualquier Marta o Pepe a los que le llegue mi música”.