POR KEVIN DOLCE

Fue en 1986, el 31 de octubre, cuando Walter De Giusti comenzó su cadena de crímenes. Ese día, a los 23 años, junto con su hermano Carlos, de 18, ingresó a una vivienda en calle Garay 1081, en la zona sur de la ciudad, con el pretexto de realizar tareas de plomería. Allí asesinó a golpes y puñaladas a dos mujeres que habitaban la casa: Ángelica Barrosa de Cristofanetti, de 86 años y a su hija adoptiva, Noemí, de 31.

Una semana después, el 7 de noviembre, cometerían otro crimen brutal, y más resonante. Walter asesinó a cuchillazos y disparos a Velia Zulema Ramirez de Páez (abuela paterna de Fito), de 76 años, a Josefa Páez, de 80 años y tía abuela paterna del cantautor, y a Fermina Godoy (que además estaba embarazada), de 33 años, empleada doméstica de la casa de Balcarce 681.

Fito por esos días, con su abogado, Joe Stefanuolo.
Fito por esos días, con su abogado, Joe Stefanuolo.

De Giusti había nacido en Rosario en 1962. En su juventud, estudió en la escuela secundaria Dante Alighieri, lugar donde conoció a Fito, a quien años más tarde le causaría ese dolor atroz.

Cuando el músico se enteró de la noticia de la muerte de su abuela paterna y su tía abuela, se encontraba en Brasil. Rápidamente retornó a la ciudad y al llegar se reunió con la policía.

“Mi abuela y mi tía eran las personas que más quise. Para mí eran como dos madres. No puedo creer esta cosa loca que ha ocurrido. No lo entiendo. Es muy poco lo que puedo decir, con todo el lío que tengo en el mate. Vine a contar cómo vivía mi familia en su casa, porque puede servir a la investigación; a contar cómo vivían esas maravillosas mujeres”, le dijo el cantante a la prensa tras reunirse con el comisario.

Mientras la policía investigaba el caso, casi un mes después de lo ocurrido, el 4 de diciembre, De Giusti ingresó como agente de la policía a la subcomisaría de Pueblo Esther.

En paralelo, Fito Páez se recluyó en Tahití, en el Pacífico sur, donde pergeñó el álbum “Ciudad de pobres corazones”, el disco más atormentado del músico, en el que plasmó su dolor, su furia. 

Casi un año después del crimen, la policía pudo descifrar los hechos gracias a Paola, una travesti que lucía un collar que pertenecía a las abuelas de Páez y que declaró que se lo había regalado “su novio Walter”.

Walter De Giusti, el asesino que estremeció la Rosario de 1986

Al día siguiente, la policía allanó la casa de De Giusti, ubicada en Guemes 2130 y lo primero que encontró al entrar fue el grabador que Fito Páez le había regalado tiempo atrás a su abuela Velia.

Finalmente, la Justicia lo declaró culpable de los crímenes de las cinco mujeres a Walter De Giusti, quien finalmente se confesó como autor material. El 24 de agosto de 1987 fue condenado a reclusión perpetua.

Diez años después, en 1997, la defensa de De Giusti solicitó que cumpliera la pena en su casa dado que en la cárcel había contraído VIH y estaba prácticamente ciego.

Un año después, el 3 de junio de 1998, tras corroborar que el criminal no cumplía el arresto domiciliario, fue ingresado en la cárcel de Zeballos y Riccheri para que cumpliera su condena como correspondía.

Sin embargo, el lunes 8 de junio de ese año, apenas cinco días después, De Giusti se descompensó y fue internado en un hospital, donde falleció a causa de su enfermedad el 12 de junio de 1998.