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En el marco de la Feria del Libro Rosario, el escritor y periodista Juan José Becerra presentará a las 20 su último libro ¡Felicidades! Una novela trepidante de la decadencia de la civilización moderna, la futilidad de la vanidad artística y el lado oscuro del deseo.

“Alguien volvía a enloquecerse por mí después de muchos años. Así me gustaba entrar al amor, como si entrara a un edificio incendiado del que ya sé de antemano que no va a salir nadie vivo”. Andrés Guerrero, supuesto experto en literatura, sigue el rastro de Julio Cortázar por Europa con el fin de montar una muestra de objetos en su honor.

El destino quiso que compartiera comitiva con Magdalena Ferro, hija de un amigo, a la que tuvo en brazos cuando nació. Es el comienzo de una deriva vertiginosa por París, Saignon, Bruselas, Barcelona, Madrid y Londres en la que se suceden la comedia violenta del trabajo, las pasiones fuera de control y la confusión sentimental. Mientras tanto, en las profundidades del bar ¡Felicidades! de Buenos Aires, su dueño Samurai Guyot, para el que la vida es un paraíso de distracciones nocturnas, espera el regreso y la debacle personal de Guerrero. 

Cínicos, autodestructivos, los personajes de esta novela se mueven en el límite incierto que separa la comicidad del patetismo. Con su prosa filosa y una ironía corrosiva aunque no exenta de compasión, Juan José Becerra ofrece un retrato trepidante de la decadencia de la civilización moderna, la futilidad de la vanidad artística y el lado oscuro del deseo.

Juan José Becerra nació en Junín en 1965, y en cuanto a cómo surgió la idea de escribir este libro, cuenta: “Para los lectores jóvenes la figura de Cortázar cristaliza más o menos en la del héroe del rock. Es un escritor que ha estado atento a introducir en la literatura ciertas experiencias de la vida. La cuna de esa configuración que es el surrealismo. Más allá y más acá de Cortázar también tenemos a Kerouac y a Bolaño, para hablar de otros novelistas de ruta. Pero esa figura es el resultado de un proceso de muchos movimientos. Lo que hace Guerrero, el narrador de ¡Felicidades!, es denigrar a Cortázar sin advertir que está emulando sus contradicciones”.

Escribe novelas y menciona que cuando se sienta a escribir necesita tener un porvenir vasto de escritura. Cree que la ilusión de entrar en procesos de composición largos lo distrae por ahora de enredarse con formas breves. Pero eso no le impide fantasear con escribir cuentos, ni escribir alguno cada tanto.

Becerra aprendió a leer en su casa y a escribir en la escuela, donde tuvo una maestra que le apañaba los textos. “Un día, como si fuese el ganador de un concurso fúnebre, me premió con la bandera escolar para recibir a Videla en una visita que hizo a la Municipalidad de Junín el 9 de julio de 1977. Recuerdo perfectamente cómo lo aplaudieron en las calles miles de personas que no fueron hasta allí obligadas como nosotros. Cuando salió de la Municipalidad, se acercó a los abanderados que estábamos formados como su Guardia Suiza y nos dio un beso. A la distancia la veo como una escena de tráfico de niños”, recuerda como un suceso que lo marcó.

 “Mi primera relación edípica con una literatura fue con la de Saer, de la que creo que me curé fugándome hacia Aira, que es su antídoto. Pido disculpas por hablar como una persona recuperada. Como lector, soy simpatizante caracterizado de la literatura argentina y me gustan decenas de escritores y escritoras, que no menciono porque todo el mundo sabe que de las listas que se hacen sólo se ve lo que falta”, expresa en relación a su gran amor por la literatura de Saer y su gusto por la escritura de autores y autoras nacionales. Para él, la escritura es un problema sin solución que lo engaña con sus falsas ilusiones.