POR MARIANA SOTO

Domingo a la tarde en el Parque Sarmiento de Carcarañá. Quedan las últimas carpas y uno que otro rezagado haciendo la siesta al sol. Las familias - completamente fuera de la historia que cuento - disfrutan unos mates o van juntando sus pertenencias, terminando el fin de semana largo. En Rosario, a casi 50 kilómetros, el partido entre Newell’s y Central se lleva todas las miradas. En Carca la historia es otra. Anoche fue Psicotropía y para quienes estuvimos, la semana que comienza no será solo una más. En este lugar, anoche tocó una banda que nos estremeció el alma y otra que nos hizo bailar hasta que no dieron los pies. Vimos una intervención artística que nos llevó a cuestionar nuestros miedos más oscuros y un rapero consagrado que hizo delirar al público con rimas improvisadas. Psicotropía no se juega a medias tintas. Apunta a conmover, a estremecer, a cuestionar lo establecido. Un festival en el bosque, hecho por un par de amigues, en un pueblito santafesino de 15.619 habitantes.

Foto: Luciano Scotta
Foto: Mateo Chroma

Podrían patearla fuerte y al medio y elegir a las bandas más convocantes de la escena nacional. Podrían casarse con alguna productora y vender vasos con el logo o una lata de cerveza a 900 pesos. Podrían dejar el traslado, el alojamiento y la cena a cargo de cada banda, y olvidarse. Pero eligen seguir siendo los mismos amigos de siempre, vender el vaso de amargo obrero a 500 pesos y que la madre de uno de ellos colabore con el buffet. Psicotropía es un bicho que podría ser un monstruo pero decide seguir sin olvidarse de lo artesanal. 

No es el Cosquín, no es el Bandera. Es otra cosa. Es de acá. “Un primo raro” le llamó Nico Belovni, socio fundador de una aventura que ya lleva siete ediciones y media. Un primo que anduvo vedado, que sufrió con la pandemia, que tuvo que peregrinar hasta las costas rosarinas y que tiene que luchar - constantemente - con el estigma de la fiesta electrónica, de la música alternativa y de hacer algo diferente en un contexto donde todes se esfuerzan por ser iguales. 

Foto: Luciano Scotta

Psicotropía no patea fuerte y al medio. No es su estilo. Desde la elección de la fecha - sábado 8 de abril, en fin de semana largo - hasta el line up más ecléctico, federal y under que podrías imaginar. Caliope o Cortito y Funky son los proyectos más sólidos y con más trayectoria: con fechas propias que venden y números contundentes en cuanto a convocatoria. El resto, bandas de otras ciudades, proyectos nuevos e interesantísimos musical, artística o performáticamente, pero nada muy descollante a nivel “números” o “corte de tickets”, un término que se puso muy de moda entre quienes deciden la grilla de artistas que conforman un festival.

Psicotropía es otra cosa. 

Psicotropia es rock progresivo, funk vibrante, rimas cargadas de data, indie folk del litoral y hardcore, jazz, soul, entre otros. Todo servido con el marco del inmenso Parque Sarmiento de fondo: 320 mil metros de verde entre bosque, pradera, camping, cabañas y dos escenarios que se transforman en tres, o en cuatro, según la ocasión. A lo largo de sus siete ediciones, Psicotropía hizo uso del espacio de las formas más innovadoras posibles. Soltando dragones, alumbrando el bosque, creando nuevos espacios con luces de colores. Creando experiencias, pero no de esas prefabricadas que se comparten en paquetitos de plástico. Psicotropía es la experiencia de conectar.  

El parque se duerme. Los últimos parrilleros se van apagando. Se termina el finde largo y arrancarán de nuevo las preocupaciones: el alquiler que se vence, si tendrá carga la SUBE, ir al super, trabajar. Pero anoche, en esta parte, sucedió algo bellìsimo: un grupo de amigos hicieron un festi a la orilla del río, por fuera de toda lógica y escapándole a los capitales estatales o privados, esos que siempre quieren amoldar todo a su lógica de acción. 

Y cuando nos fuimos, nos dieron unas bananas, como para sellar ese pacto con la madre natura. Un pacto que nos conecta y que nos saca del molde. Un pacto que queda ahí, por más que los cuerpos se muevan y regresen a sus respectivas ciudades. Las vivencias, los abrazos,  el encuentro y el disfrute pasan a formar parte del paisaje en el Parque Sarmiento. Y también son parte de nosotros, los viajeros furtivos que peregrinamos en busca del nuevo ardor. La semana que comienza sin dudas no será igual. Un despertar sin dormir, un grito de lo tribal:  Psicotropía volvió y su esencia sigue intacta.