A las 15 empezó el partido, pero ya unos cuantos minutos antes la cantidad de gente que circulaba por las calles rosarinas era mínima. Todos ya habían hecho base para ver una disputa decisiva para que el seleccionado argentino avance hacia octavos de final.

El partido empezó con ventaja de Argentina, pero luego del empate de Nigeria el tiempo pasó rápido para todos los argentinos que a medida que los minutos corrían de a pares, temían que el juego se vaya sin poder marcar un segundo gol. Pero ese segundo gol llegó a los 84 minutos y se gritó fuerte en la ciudad que apenas unos momentos más tarde recuperaba su ritmo habitual.

Todos aquellos que se reunieron para ver el partido, volvieron a circular con una sonrisa en la cara y algo más enérgicos. Los que vestían remeras de la selección se miraba con cierta complicidad y fueron muchos los que frenaron frente a los locales de electrodomésticos que mostraban en varias pantallas el gol de Marcos Rojo. 

El lugar para los festejos, como ya lo marca la tradición futbolera, era el Monumento a la Bandera. Los autos hacían sonar sus bocinas y muchos dejaban asomar banderas desde las ventanas. Con paso decidido, pelucas color celeste y blanco, banderas y caras pintas a tono atravesaban la peatonal rumbo al punto neurálgico de la ciudad.

Acercándose al Monumento los bocinazos se multiplicaban, las cornetas sonando se hacían más intensas y la gente que antes sólo avanzaba con paso firme y mirada pícara, estallaba en gritos al ver a otros hinchas.

Así, en el encuentro con otros, en el canto replicado, comentando anécdotas del partido, la bandera más emblemática de la ciudad se fue rodeando de otras banderas, en sus mismos colores, de gente y particularmente de un canto: "Volveremos, volveremos. Volveremos otra vez. Volveremos a ser campeones como en el '86"