En Ucrania hay una línea de combate constante de mil kilómetros, por donde pasan los canales humanitarios desde el comienzo de la invasión rusa, porque hay poblaciones que viven en medio de los constantes ataques. Para ingresar, primero se realizan negociaciones diplomáticas con ambos frentes, y cuando se acuerdan condiciones mínimas, equipos enteros pueden ingresar para analizar el territorio, desactivar misiles que quedaron en el suelo, y conocer qué necesidades primarias se debe cubrir. 

Civiles heridos o desnutridos, con sus viviendas destruidas, son la postal cotidiana desde entonces. Ese territorio, como decenas de otros en situacion de conflicto y bombardeo, así como otros donde ocurren catástrofes naturales o epidemias mortales, son los que interviene cada día la organización Médicos Sin Fronteras. Y lejos del sentido común, si bien los médicos son protagonistas, decenas de personas de otras profesiones y oficios son parte del complejo entramado de recursos humanos que instalan cisternas de agua, proveen víveres, construyen viviendas y hospitales.

Uno de ellos es Paulo Milanesio. Un rosarino que estudió para ingeniero civil, y que lejos de dedicarse a cálculos, construcciones, puentes o caminos, él coordina equipos mundiales de emergencia humanitaria en esa organización. 

En 2009 terminó su carrera en la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la UNR y despegó hasta Barcelona, desde donde comanda las oficinas centrales. Una salida laboral muy curiosa para un ingeniero. 

“Mi primer trabajo allí fue pedir colaboraciones para la ONU, y ahi fue cuando me di cuenta que quería estar en la foto del flyer, ser alguien de los que ayudaba”, recordó Paulo en un auditorio de curiosos asistentes, y agregó: “Ahora eso hago, estoy en los territorios del conflicto, donde es alto el riesgo pero es un trabajo necesario. No aplico la ingeniería, pero sí la metodología de trabajo que te da esta carrera técnica”.

La coordinación de MSF lo ha llevado a trabajar en lugares de alto conflicto como Camerún, Yemen, Mozambique, Mauritania, Senegal y Etiopía, donde es encargado de las negociaciones con gobiernos, líderes religiosos y guerrilleros -siempre desde un rol neutral-, y coordina cómo será la instalación de los equipos para llegar a los ciudadanos más vulnerados. En Ucrania por ejemplo, destacó que se encuentra a cargo de 350 personas, de las 800 de MSF que continúan desde la invasión rusa.
Antes pasó por la experiencia de asistir para mejorar la calidad del agua en Guatemala, y pasó por organizaciones como Solidarité International y Mentor Initially. Pero fue entonces que entendió que mas allá de la ingeniería, le llamaba el trabajo humanitario.

Milanesio además es Magíster en Tecnologías para el Desarrollo Humano y la Cooperación Internacional y se formó como gestor de Seguridad y Negociación de Acceso en MSF, para intervenir en conflictos bélicos, asistir y socorrer a poblaciones que padecen epidemias en la salud o son forzados a huir de sus hogares por desastres naturales, o guerras.

“En la emergencia humanitaria se busca dar respuestas en contextos de necesidades básicas interrumpidas. Se hacen monitoreos permanentes en los territorios de conflictos armados, y las alertas surgen sea por causas naturales, epidemias o guerras. Son contextos de extrema violencia”, Aseguró el ingeniero.

Entonces dio ejemplos concretos: “Al arribar a una zona en conflicto, primero estudiamos bien cómo es el territorio para buscar lugares seguros, y se decide cuáles son los lugares con escalas de mayor gravedad. Instalamos sistemas de agua potable, traemos los víveres y luego llegan los medicos a atender a las personas. Son situaciones de salud colapsada, desorden psicológico, desplazamientos de poblaciones, violencia sexual e inseguridad”.

Paulo confirmó que no se trata de un trabajo nada tranquilo, ya que se interviene en zonas de alto riesgo, y por esto, no es garantizada la seguridad de nadie de esa organización: “Se puede vivir tiroteos, secuestros, un hospital bombardeado, a pesar de que esté señalizado”.