“Me dedico al tratamiento de los cadáveres”. Esa es la carta de presentación de Sandra Colman, licenciada en Semiología Forense, nacida en Uruguay, una mujer que hace más de 20 años se aboca a la docencia y capacitación de su oficio en varios países de Latinoamérica. Pese a que la tanatopraxia es una práctica que cobra cada vez más relevancia en la región, la especialista sostiene que el hecho de que la muerte siga siendo tabú tanto en Argentina como en el país vecino, dificulta los avances en materia de legislación. 

En Rosario, donde en la gran mayoría de los casos solo se aplica la tanatoestética (rama de la tanatopraxia que solo busca mejorar la apariencia del cadáver para el velatorio), la Comisión de Salud del Concejo Municipal debate por estos días una ordenanza que busca darle un marco regulatorio que apunta a eliminar los riesgos que puede ocasionar esta actividad, tanto para las personas que la realizan como para aquellos que asisten al velorio y también para el medioambiente.

“Tanto en Argentina como en Uruguay, lo que tenemos en común es que la muerte es un estigma, no hablamos sobre eso. No existen las formaciones o carreras -sobre Tanatopraxia- totalmente avaladas porque hay un vacío legal. Estamos siendo totalmente empíricos en el tema. Además de tenerle miedo a la muerte, nos manejamos con leyes muy antiguas que datan de la época de la Dictadura. No tenemos espalda jurídica. Hay muchas cocherías que realizan la práctica igual, pero deberían funcionar en el marco de la legalidad porque no se pueden correr tantos riesgos, estamos trabajando con personas”, contó la especialista responsable del acondicionamiento de los cuerpos de la actriz China Zorrilla y el escritor Eduardo Galeano, entre otras personalidades que han fallecido.

Y agregó: “Me ha tocado visitar muchos países en los que la muerte está naturalizada. En México es así tal cual como lo vemos en las películas, pero, al contrario de lo que el común denominador de la gente cree, ellos no festejan la muerte sino la vida vivida. Desde chiquitos los acostumbran a que se relacionen así con la muerte, entonces no tienen miedo. El niño es curioso por naturaleza, el miedo es adquirido por la cultura adulta. Cuanto menos preparamos a nuestros hijos para las ausencias que van a venir, más difícil será para ellos sobrellevar el duelo”.

Colman realiza capacitaciones esporádicas en Rosario (algunas abiertas para todo público y otras privadas en la cochería Caramuto) para unos pocos que se le animan a esta práctica, pueden dejar de lado el tabú y ver en este oficio una salida laboral. “Con el correr del tiempo lo vas naturalizando, lo que no quiere decir que seamos fríos. Al principio no podés ver a un niño o a un accidentado, pero llega un momento en que no te diste cuenta y podés ver todo. El funerario le llama a eso ‘armar callo’. También pasa que personas grandes, que llevan años trabajando en esto, en un momento empiezan a pensar que también van a estar en ese lugar, que se van acercando. Sabemos que hay una fecha de caducidad”, indicó.

Los cursos sobre Tanatopraxia tienen una duración mínima de cuatro meses y se entrega una certificación que no tiene aval ni en Argentina ni en Uruguay.
Los cursos sobre Tanatopraxia tienen una duración mínima de cuatro meses y se entrega una certificación que no tiene aval ni en Argentina ni en Uruguay.

Familia de palabras

“Thanatos” era el dios griego de las muertes no violentas. De ahí deriva el nombre de “Tanatopraxia”, la técnica de preparación de un cuerpo fallecido para su conservación temporaria (lo que incluye su acondicionamiento, embalsamamiento, tanatoestética, restauración y congelación) para postergar su descomposición. El tanatorio es el lugar específico donde se realiza esta práctica, la cual es ejercida por un tanatopractor. 

En la ciudad hay un solo tanatorio habilitado por la Municipalidad y es el que funciona en la tradicional casa fúnebre de Córdoba al 2900, donde desde hace 15 años trabaja Héctor López. Hasta el momento, es el único que ejerce la tanatopraxia y la tanatoestética. Al ser un procedimiento invasivo, al primero solo lo realizan en casos de repatriación del cuerpo o ante situaciones de “extrema necesidad” y tiene un costo mínimo de 35 mil pesos (depende del estado del cuerpo). El segundo, que consta de mejorar el aspecto del cadáver previo al funeral (además de sanitizarlo e higinenizarlo), es de 15 mil pesos.

Con respecto a la “tanatoestética”, Colman explicó que -en el área mortuoria- “menos es más”: “No nos podemos arriesgar a maquillarle los labios de rojo a una señora si ella no lo hacía porque sino la familia la va a desconocer. El maquillaje sirve para quitar los rasgos de dolor y minimizar el impacto de la muerte. Somos el último eslabón en la cadena de la vida y el primero en la cadena del duelo: como vean a su ser querido es como lo van a recordar”, reflexionó.

Sobre la vestimenta, subrayó que la mortaja -una especie de sábana en la que se envolvían los cadáveres- que viene desde épocas ancestrales "era una manera de igualar a los fallecidos y que uno no tenga una vestimenta mejor que el otro. Con el tiempo eso cayó en desuso y ahora se estila vestirlo con la ropa que entrega la familia”. 

Vacío legal

Argumentando una “falta de regulación" respecto de estas prácticas "que se realizan en lugares que no cuentan con autorización específica para esas actividades, ni con un protocolo de bioseguridad que garantice los cuidados de la salud de las personas que las realizan, ni del medio ambiente ni de la sociedad misma”, Víctor Caramuto presentó en el Concejo Municipal un proyecto que busca darle a esta actividad un marco regulatorio.

Esta iniciativa parlamentaria aún no llegó al debate en el recinto porque aún se encuentra en el derrotero previo de las comisiones.

“Pese a la importancia y expansión de esta actividad, existe un vacío legal: las normativas destinadas al servicio fúnebre en Rosario no tratan ni consideran estos temas”, sostiene el proyecto que plantea la  necesidad de contar con medidas y normas preventivas destinadas a “eliminar o controlar el riesgo” que conlleva la manipulación de cadáveres.

En este sentido, la iniciativa plantea que estas prácticas solo puedan ser realizadas por las Empresas de Servicios Fúnebres debidamente habilitadas para funcionar y que cuenten con salas de tanatopraxia que cumplan con todos los requisitos necesarios, tales como la ventilación cruzada, paredes y pisos lisos, y sistemas de aireación y refrigeración constantes.