Una niña de diez años que actualmente reside con su hermanastra en Rosario protagoniza una historia de amor única: la Justicia rosarina decidió otorgarle una “adopción post mortem monoparental”, situación excepcional que no se encuentra prevista en el Código Civil y Comercial y de la cual no hay antecedentes en el país. 

En sencillo, esto significa un caso único porque la adopción de la niña fue concedida a una sola persona que, además, ya está muerta.

Es la historia de Josefina, que en 2009 nació en Oberá (Misiones) y fue adoptada a los pocos meses de vida por Laura, una mujer rosarina sin pareja, pero con M., una hija biológica a cargo. Las tres convivieron en armonía mientras Laura iniciaba las gestiones para obtener la adopción definitiva de Josefina.

Pero el trámite quedó trunco cuando Laura murió inesperadamente en septiembre de 2016. Desde entonces, M. y Josefina continuaron el vínculo familiar, y esta semana la jueza de familia Valeria Vittori le otorgó la adopción definitiva a Laura bajo la excepcional figura de post mortem.

La magistrada tuvo en consideración que Josefina, ante la muerte de su guardadora, “vio frustrada la posibilidad de obtener la adopción de la persona que por más de seis años  la cuidó, veló por su bienestar y le brindó amor incondicional”. Y destacó la relación de fraternidad y el rol fundamental que la “hermana” tuvo en su vida como sostén emocional en el trato cotidiano, residiendo en forma estable e ininterrumpida hasta la actualidad. 

Según detalla en el expediente las consideraciones que tuvo la jueza Vittori, “la niña a sus siete años al morir su pretensa adoptante vio frustrada la posibilidad de obtener la adopción de la persona quien por más de seis años la cuidó, veló por su bienestar y por sobre todo brindó amor incondicional. El escenario resulta dramático para la niña, por las vicisitudes de la vida como sujeto merecedor de protección, amerita una respuesta jurisdiccional que reconozca sus derechos a ser oída, su derecho a la identidad, su derecho hereditario y su derecho a vivir en familia”.

En el dictamen la magistrada narró además cómo en las primeras audiencias, en la jurisdicción de Oberá donde la niña nació, la jueza Teresa del Carmen Hedman destacaba que “se observa durante el transcurso de la audiencia un trato por demás de afectuoso, la niña aparenta sentirse bien en brazos de su guardadora, sonríe, apoya su cabeza en el pecho de su guardadora, balbucea y se muestra tranquila”. Asimismo, en otra audiencia de 2014, aseguraba que “la menor llama “mami” a Laura, tiene un trato muy afectuoso para con su guardadora”.

Luego relató la descripción de una trabajadora social que visitó a las dos hermanastras en abril de este año, donde Josefina “mientras aguarda que le sirvan el almuerzo, muestra la casa, dice que vivió allí toda su vida, comenta que tiene su propio cuarto y que su hermana M. ahora ocupa el cuarto que era de su “mamá”, y muestra fotos de un álbum donde indica quiénes son sus abuelos”.