Este lunes comenzó el juicio a 19 policías a más de siete años de la muerte y desaparición forzada del joven Franco Casco. En una primera y extensa jornada en los Tribunales Federales de Rosario se recapitularon una serie de episodios. “No hay registro de la detención de Franco Casco, pero gracias a la investigación se probó que fue trasladado al calabozo mugriento donde usualmente llevaban jóvenes en la Comisaría 7ma en calidad de demorado”, leyó la relatora judicial.

Como Franco no llegó a la Estación de Trenes de Buenos Aires, donde era esperado por su madre Elsa el 7 de octubre, ni tampoco retornó nunca a la vivienda de su tía Roque María Casco, en calle Garzón al 1300 bis de Rosario, el padre de Franco vino a Rosario dos días después a averiguar por su paradero. Como si el instinto paterno existiera de alguna manera, Ramón siguió su corazonada: “Vine a los dos días que no apareció Franco. Como yo me crie acá y nací en Rosario, conocía la comisaría, y lo primero que hice fue ir directamente a la comisaría 7ma”, dijo en el intervalo de la primera jornada de audiencia de este lunes, Ramón Casco a Rosarioplus.com y aseguró que volverá a contar todo lo sucedido cuando lo llamen a atestiguar en los próximos días.

Con un gorro que lo cubre en esta larga jornada soleada, y una remera que reclama justicia con la foto de su hijo, Ramón realizó un balance a siete años del hecho: “Estamos mejor, llegó el día después de siete años de lucha. Esperamos que se llegue a un buen juicio, un juicio como corresponde, que paguen los culpables, y mayormente el cabecilla el comisario Diego Álvarez, que lo llevó a la comisaría, que lo llevó a un cuartito ahí y le pegaron, maltratado".

Su hija Malvina, que estaba sentada a su lado en la Sala 1 de audiencias del Tribunal que fue dispuesto para ellos y para la prensa, destacó cómo en la lectura de la causa este lunes coincidían tantos testimonios de hombres detenidos en la Comisaría 7ma esa noche. “Todos los testimonios decían lo mismo: un golpe seco dijeron, en la cabeza, fue impresionante”, destacó.

Entre las declaraciones de otros detenidos en esa comisaria, la relatora judicial leyó que “el testigo Jesús Espinoza lo escuchó decir su nombre Franco Casco, y escuchó los gritos. Les dijo que no le peguen más y le respondían ‘dale puto, llorá’. Después escuchó varios golpes, y uno sonó como un golpe seco con la cabeza contra la pared, y después no escuchó más nada”. Varios de los testimonios se asemejaban en el mismo relato, “lo escucharon gritar, los golpes, los llantos, ‘lo tiraron como bolsa de boxeo’, dijo uno. ‘Se notaba que gritaba con miedo, que no había estado antes detenido, y que su tonada era de otro lugar”, siguió la relatora.

Además, recordaron las declaraciones del propio Ramón en la causa, quien al llegar a la comisaría 7ma uno de civil y remera de rayas rojas y blancas le dijo que no vio a ningún Franco Casco entrar allí, y que “el comisario Álvarez me dijo que fue detenido y liberado, que lo habían encontrado drogado, le rompió la camisa a un oficial y por eso lo detuvieron. Y le mostraron una foto de Franco con un golpe en la boca”. En el relato de la acusación sus respuestas fueron esquivas e imprecisas, se descubrieron las irregularidades para el ocultamiento y las inconsistencias, “pruebas que no dejan resquicio a la duda”.

La expectativa de Justicia

Ramón reconoció que tienen nervios con la alta expectativa, y Malvina agregó: “Sí estamos más alterados, pero estamos todos juntos como siempre. La mayoría de los hermanos de Franco estamos acá, haciendo el aguante como hace siete años”. Y agregó: “Nos estamos dando fuerza unos con otros, porque nos dijeron que esto va a llevar como hasta junio”. “Sí, son muchos testigos..”, amplió su hija.

Consultados sobre las posibles condenas, donde hay cuatro efectivos que tienen pedido de cadena perpetua, y muchos otros tienen altas condenas posibles, el padre de Franco indicó: “Pienso que el comisario Álvarez y algunos más van a ser condenados a perpetua, son los cabecillas”.

Por su parte, Malvina coincidió: “Sí son muchas pruebas y testigos”. Son alrededor de 200 los testigos que aportaron las querellas y la Fiscalía, y que desfilarán a lo largo de las audiencias durante diciembre, febrero y probablemente marzo del año entrante.

Una reparación a la familia y un ejemplo a la violencia institucional

El representante de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación Santiago Bereciartúa destacó que si bien había sido apartado en la querella y no pudo presentar un escrito de acusación en ese momento, “no formamos parte de los alegatos, pero sí podremos hacer preguntas y sumar probatorias, y es importante que esta causa vuelva a ser de interés para la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación”.

Consultado sobre por qué la importancia de una condena firme, el letrado y funcionario judicial aseguró: “Porque es una reparación parcial a la familia que vienen luchando, Ramón y también Elsa, madre de Franco fallecida en 2016, que no tendrán de vuelta a su hijo pero esto es una deuda con ellos. Que haya llegado al juicio oral les muestra que su lucha no fue en vano para saber qué pasó con su hijo”.

Por último, Bereciartúa subrayó que “la importancia de esta causa es que además es ejemplificadora, una condena muestra a las fuerzas policiales que si golpean y matan a alguien y lo tiran al río, pueden ser aleccionados, como en muchas causas no hay.. esta práctica no la vemos como un rapto de locura, sino una práctica de violencia institucional sistemática como en casos de gatillo fácil o desaparición forzada. Una condena ayuda a desandar el accionar policial cotidiano”.