—¿Qué análisis realiza de este 8M y desde el espacio político que hoy habita?

    —Soy una mujer peronista y por ende suscribo a la idea de un feminismo nacional, popular y democrático. Asimismo, rescato al justicialismo en tanto defensor de los derechos de los oprimidos, entre ellos, las mujeres y sobre todo la maravillosa obra social y política de Eva Perón.

    Me remonto a la resistencia peronista y lo que fue el rol de los hombres que lucharon por ciertos ideales, pero tengo grabado en mi memoria, también, el rol de las mujeres en esa lucha, por ejemplo de mi madre que fue una de esas mujeres quien, como tantas y anónimamente, contribuyeron al retorno de la democracia. Y, obviamente, reivindico, en ese sentido, el rol de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en la búsqueda de memoria, verdad y justicia, un modo muy particular de visibilizar una lucha negada durante tantos años: la de exigir implacablemente el destino final de sus hijos y nietos.

    En ese sentido emancipador, creo que hoy no hay posibilidad de Justicia Social sin igualdad de género porque las mujeres no somos sujetos plenos de derecho si nos violentan, si nos oprimen y si nos niegan.

    — ¿Cuál considera que es la lucha que debe encarnar el feminismo de este siglo?

    Sin perder de vista lo que significaron las dos primeras etapas de luchas del feminismo en términos de consolidación de subjetividades y derechos políticos -aquí me parece importantísimo rescatar el voto femenino en Argentina- creo que hoy, en esta tercera etapa del feminismo, nuestro principal objetivo tiene que ser interpelar un orden obsoleto y vetusto que impone un sistema patriarcal que oprime tanto a mujeres como a hombres y que no sólo se manifiesta en lo legal (la Ley) sino en lo que una autora a la que admiro mucho como Maria Luisa Femenídas define los modos de conformación de los vínculos o entramados sociales (lo Social) que contienen condicionantes sociales que llaman continuamente a la violencia, reproducen modos de producción de violencia que no se hacen visibles, que se encuentran solapados hasta que explotan.

    Los hombres también lo padecen con exigencias a alcanzar ideales y modelos de varones que no son reales y sanos, y que les generan una presión enorme. Ellos también son violentados por este orden. No es una cuestión de mujeres contra hombres sino de entender que el sistema patriarcal impone roles pre formados a unos y a otros.

    Como dice Rita Segato, “cuidado con el feminismo del enemigo”. Nosotras estamos comprometidas, desde este espacio político, con nuestros compañeros y compañeras a darle batalla juntos.

    —¿Qué diagnóstico hace de la provincia de Santa Fe en relación a la problemática de la violencia de género?

    —En el año 2018 en la provincia de Santa Fe se registraron 38 femicidios, cifra que nos ubica segunda en el ranking nacional, después de Buenos Aires y antes de Tucumán y Córdoba. Nuestra provincia se ha transformado en un epicentro de la inseguridad en todos los aspectos.

    Santa Fe se tiene que poner de pie, no hay dudas que este presente tiene que ser modificado.Entiendo que hay un modelo provincial que ya está agotado. Que no está pudiendo dar algunas respuestas a ciertas demandas de los ciudadanos y ciudadanas y, sobre todo, a una cuestión básica y esencial que es proteger la vida.

    Con respecto a la violencia de género, hay que trabajar en todos los frentes.  Estamos dispuestos a trabajar desde el Gobierno de la provincia de Santa Fe en la erradicación de todo tipo de violencia, poniendo el acento tanto en políticas públicas de prevención como así también en cambios de los sistema vigentes en términos de accesibilidad a la justicia de manera que ésta se comporte más eficaz ante la demanda de las mujeres.

    Debemos destinar recursos presupuestarios para ello. Tenemos que comenzar con nuestros niños, niñas y adolescentes. En las escuelas debemos lograr consensuar una currícula que incorpore las cuestiones de género, desde el lenguaje, al trato, a las actitudes cotidianas. Una sociabilización en modos no violentos, con paradigmas pacíficos y respetuosos que se instalen desde las escuelas, como uno de los primeros eslabones institucionales de sociabilización.

    Además, hay que otorgar una real protección a las mujeres que denuncian. El Estado en muchas ocasiones las deja solas. En la mayoría de los casos de femicidios hay antecedentes de violencia anterior, esto implica un llamado de atención previo que no siempre es escuchado.

    El Estado tiene que estar presente porque no estamos hablando de una una cuestión privada sino política y en tanto política debe ser parte de un sistema de sostenimiento a las mujeres. No se arregla con un botón antipánico sino con una profunda transformación que garantice la seguridad de las mujeres antes, durante y después del paradigma que la ubica en el lugar de víctima y, por ende, en sujeto activo de sus derechos.

    — Como ex jueza penal de Rosario ¿cuál es su mirada sobre la Justicia en relación a la temática de género?

    Yo creo que existen obstáculos epistemológicos que atraviesan transversalmente al Poder Judicial. Existe, también, en el Poder Judicial un sistema patriarcal dominante. Esto no significa que todos los operadores del sistema penal son tributarios de una mirada sesgada respecto a la perspectiva de género pero tenemos que admitir que el sistema patriarcal durante mucho tiempo ejerció un rol dominante,  por ejemplo cuando los jueces utilizan los estereotipos sexistas en sus veredictos,  lo que representa una clara violación de los derechos humanos de las mujeres de nuestro país.

    Por eso rescato la iniciativa de la Ministra de la Corte Suprema,  María Angélica Gastaldi, de crear la Red de Mujeres para la Justicia que busca articular a integrantes del Poder Judicial en todo el país. El peor enemigo para transformar el modelo patriarcal es el desconocimiento y la invisibilización.

    — ¿Y qué cuestiones se deberían modificar en la Justicia?

    A manera de enumeración y enmarcadas en políticas públicas concretas podría resaltar algunas de las premisas a tener en cuenta para erradicar un funcionamiento patriarcal en lo que atañe a los delitos que se cometan contra la integridad sexual:

    • Educar y formar a los operadores judiciales con una verdadera perspectiva de género.
    • Erradicar la visión hegemónica, según la cual la mirada excluyente del objeto de investigación se pose sobre la víctima y su vida personal.
    • Poner en crisis el modelo y la mirada patriarcal en relación al devenir de la investigaciones y en el accionar de las operadoras y los operadores de la justicia, y en especial de la justicia penal.
    • Entender que el mejor modo de que una mujer comprenda la gravedad que le genera la violencia en términos físicos y psíquicos es que se sienta sororamente acompañada y parte de un colectivo que la contiene, la sostiene y la ampara.

    Cuando planteamos que se mejore la accesibilidad a la justicia por parte de las mujeres víctimas de violencia de género justamente estamos diciendo que los dispositivos que estén a su alcance sean menos complejos, más eficaces y que les otorguen resultados más rápidos. Aquí está la clave de lo que es necesario modificar.

    Es importante que las mujeres sepan que la normativa que se encuentra vigente es muy rica en cuanto a su protección, el tema es que nuestra voz sea lo suficientemente fuerte para que se cumpla.

    Podemos tener las mejores leyes pero si los dispositivos fracasan, cualquier modelo jurídico naufraga.

    — Como diputada nacional le tocó discutir la cuestión del aborto…

    Lamento que se haya transformado en algunos sectores en una suerte de discusión entre aborto sí, aborto no.

    Yo soy muy respetuosa de las cuestiones morales y religiosas que atraviesan a los sujetos y sus decisiones pero eso no puede colisionar contra el derecho de decidir sobre el propio cuerpo.

    El espíritu de la ley que se discutió no llamaba a las mujeres a interrumpir sus embarazos como método anticonceptivo sino a tener una herramienta que, anclada en las políticas de salud pública, abandone la clandestinidad y también en garantizar el poder de las mujeres de decidir, si así lo consideran, dentro de algunos parámetros que incluso se han tenido en cuenta en países con una fuerte presencia religiosa como Italia e Irlanda.

    Que exista una ley no significa que se exhorte a las mujeres a interrumpir sus embarazos. Todo lo contrario, la normativa es sólo una instancia legal que le otorga a la sociedad una herramienta eficaz para quienes decidan utilizarla y que debe estar acompañada por una fuerte presencia del estado en las cuestiones referidas a la educación sexual integral, principalmente en la escuela primaria y media.

    — ¿Cuál es el mensaje de este 8M para las mujeres?

    —Las mujeres tenemos muchos frentes desde los cuales nos podemos situar claras y firmes para exigir que nuestros derechos no sean violentados, uno de ellos es la movilización, a la que adhiero y he participado históricamente, y otros frentes son las escenas cotidianas de las luchas que las mujeres dan en el ámbito privado y en el ámbito laboral y en algunos otros espacios sociales. Lo interesante es que todas esas luchas en los diferentes frentes se derramen juntas en esa gran movilización que compromete a las voces, a las acciones, a esa gran trama que nos hermana.

    El 8M nos debe permitir visibilizar a las mujeres. Hoy todos los frentes sirven para esto, no hay ningún espacio que no sume, ninguna acción que deba ser subestimada por simple que sea. Hay gestos que las mujeres desarrollan en ámbitos no convencionales que también implican reafirmación y lucha por sus derechos.

    Este 8M nos pone frente a una coyuntura muy particular que tiene que ver con los casos de violencia de género que tanto nos conmueven.

    Por ello creo que es importante trabajar el concepto de violencia de género en tanto nos deshabita, nos arroja a un campo de pérdida de nuestra identidad y vacía nuestra subjetividad. Mientras nos violentan somos del otro, de ese otro que desfigura literal y simbólicamente nuestros límites físicos y psíquicos. Conocer nuestros derechos es también recuperar nuestra identidad y nuestros limites. Alcanzar ese saber y ese conocimiento nos hará cada día más libres y autónomas frente a quienes creen que somos una mercancía. No hay más tiempo. Habitarnos es un modo de comenzar, hermanarnos es el camino para alzar nuestras voces.