La victoria del frente opositor Unidos para Cambiar Santa Fe estaba descontada en las PASO que Santa Fe celebró este domingo, pero el PJ aspiraba a que no fuera por mucha diferencia para poder ser competitivo en las generales del 10 de setiembre, que terminan siendo otra historia. Sin embargo, hubo un trompazo de frente que dejó viendo pajaritos al peronismo y desnudando los errores que vino sembrando desde hace tiempo.

Ni siquiera podría responsabilizar a la campaña electoral, que de por sí fue floja, y debería remontarse al 2019 cuando asumió Omar Perotti luego de que la unidad lograra desbancar al socialismo de 12 años en el poder. Desde entonces, todo fue para atrás en el peronismo: internas, desunión, sin conducción. Todo eso pasó factura, sobre todo a la hora de armar un bloque compacto ante una oposición que se les venía encima y avisaba con tiempo.

Quizás ahí estuvo la virtud opositora y sobre todo de Maximiliano Pullaro, que terminó arrasando en la interna y empujando al frente Unidos a arañar el 65% de los votos en una paliza histórica. El objetivo amasado hace más de dos años, pero sobre todo tras la muerte de Miguel Lifschitz que modificó todos lo planes, fue claro: unir a toda la oposición para derrotar al peronismo. Una alquimia fácil de decir, compleja de armar, y más aún de conservar. Si gana las generales, deberá trabajar en la cohesión para que no le suceda lo mismo que al peronismo en el poder. Será otra historia.

Lo cierto es que ni bien se confirmó el frente de frentes, el destino del PJ parecía escrito. Ganó la preparación por sobre la improvisación. Pullaro largó primero, y mostró ser el único convencido sin especular. Se ató a una estrategia, no se corrió nunca, se preparó y armó territorio. Enfrente, Carolina Losada arrancó con dudas sobre si presentarse o no, y una vez en el juego, apostó al cambio de estrategia y dejó de lado la figura fresca y amable de 2021 para convertirse en una más del barro político, tensionando más allá del límite. Claramente eso no conectó con el electorado. 

Las primeras lecturas incluso dentro del sector de Lewandowski indicaban que había pesado demasiado la vinculación con el gobierno nacional, y sobre todo, la gestión de Omar Perotti en términos de seguridad que habría operado como voto castigo.   

El peronismo se enfrenta a una reinvención obligada aunque todavía debe pelear las generales, que por más que digan que es otra competencia, los casi 40 puntos de diferencia parecen complicadísimos. El radicalismo, en cambio, busca seguir ordenado, ir conformando el gobierno por adelantado, como hizo Pullaro con su campaña, para romper los 60 años fuera del poder.