Mauricio Macri actuó como la mayoría de los jefes políticos, es decir, con extrema mezquindad. Ya se veía derrotado por los radicales hacía tiempo dentro de la coalición y los señalaba como “contagiados por el populismo” cuando dieron quórum para tratar el proyecto del gobierno
para eliminar el impuesto a las ganancias y también la nueva ley de alquileres. Una excusa. También hay que decir que los radicales ya no lo aguantaban más y, sobre todo, lo necesitaban cada vez menos. Las elecciones ya resetearon el esquema político argentino que huele a
bipartidismo futuro.

Mientras que la Unión Cívica Radical necesitó la formalidad de una dramática y multitudinaria convención en Gualeguaychú en 2015 para sellar su alianza con el PRO; Macri terminó el matrimonio en una reunión a medianoche en su casa con Javier Milei y Patricia Bullrich.
El libertario expresa mejor que nadie las ideas que el macrismo trató de implementar de manera más tímida y solapada. Y el propio Milei sabe eso y por lo tanto le sigue diciendo “presidente” a Macri.

Pero la escala Richter escaló tanto que hizo temblar también los cimientos del PRO que soldó como pudo sus lazos con el radicalismo entre los senadores nacionales y los gobernadores. En ese marco hay que ver cómo Santa Fe trata de esquivar las esquirlas de una detonación que deja al gobierno provincial electo sin sello político. Es claro que igual se iba a tratar de un gobierno totalmente radical salvo la vicegobernadora y algún que otro funcionario de escasa
relevancia. 

El radicalismo tiene en alianza con el PRO unas diez gobernaciones, pero la mayoría de ellas están hegemonizadas por radicales. Es decir, la UCR calcula que dentro de cuatro años va a tener un candidato a presidente propio. Todo lo que el PRO le ofreció para dejar atrás el
oprobio de 2001 está caduco.


Del otro lado, Sergio Massa sigue enfrentando tormentas camino al
balotaje. Ahora tuvo que imponerse a los cálculos de las petroleras
que creen que viene alguna otra devaluación después de la segunda
vuelta electoral y se sientan arriba de los barriles de combustible.
La escasez del fin de semana fue un duro golpe que necesitó de la
amenaza concreta del ministro de Economía: “Si el martes (por mañana)
no está normalizado el suministro, el miércoles no van a poder sacar
ni un sólo barco de petróleo. Primero están los argentinos”, sentenció
Massa en declaraciones a la prensa. Otro escollo que, sin embargo, le
ayuda a seguir con su campaña.


Y Massa sigue juntando. La suma no para y escala a pesar de las
dificultades del gobierno que contra todos los pronósticos, parió a un
líder que supo encolumnar a todo el peronismo.Y todos saben lo que
pasa cuando eso sucede.