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Durante la campaña presidencial primero y luego en estas primeras semanas de gobierno, Cambiemos viene vociferando un llamado a la sinceridad. Lo curioso es que no se trata de una exigencia hacia personas, funcionarios o dirigentes para que revean su forma de comunicarse y actuar, sino que la conducta sincera es un reclamo hacia algo mucho más vago e indefinido: la economía.

Para la nueva gestión política, la sinceridad de la economía se alcanza mediante el retiro de toda normativa o reglamentación estatal que afecte las naturales fuerzas del mercado. Vamos a poner algunos ejemplos.

Las retenciones a la exportación de bienes agropecuarios permitían al Estado recaudar importantes ingresos para realizar obra pública de infraestructura al mismo tiempo que, por los efectos de este impuesto, se mantenía a un nivel inferior al internacional el precio de ciertos bienes de consumo interno. Para sincerar esta área de la economía, el nuevo gobierno eliminó o redujo las retenciones según el producto.  Este sinceramiento implicó un aumento de los precios y una reducción del presupuesto estatal manifestado en una fuerte paralización de la obra pública con el riesgo de pérdida de miles de puestos de trabajo en la construcción.

Las reglamentaciones en materia de operaciones cambiarias que durante la gestión kirchnerista permitían contener un dólar por debajo de los diez pesos, tenían un fuerte impacto en los precios internos. El sinceramiento de esta variable (el fin del “cepo”) implicó el crecimiento de la inflación mensual probablemente (el apagón estadístico dispuesto por las nuevas autoridades del INDEC no nos dejan comprobarlo) más alto de la última década.

El programa Procrear permitió el acceso a la vivienda a cerca de doscientas mil familias. El mecanismo consistía en un préstamo con tasa de interés subsidiada. El beneficiario del plan podía construir su vivienda con la seguridad de que las cuotas de devolución del préstamo no iban a ser prohibitivas en relación a su ingreso. Actualmente, el nuevo gobierno según lo anunciado en diferentes medios de comunicación, se encuentra elaborando un nuevo Procrear más sincero que el anterior. Las tasas de interés ya no serían subsidiadas y los que accedan al programa deberán pagar cuotas mucho más altas.

Las políticas de control de importaciones que permitieron sostener el empleo nacional en áreas industriales, también están en proceso de sinceramiento. El mismo camino siguen las regulaciones del mercado financiero que permitieron a las PYMES acceder a financiamiento con bajas tasas de interés.

No solamente hay perdedores con esta nueva versión sincerada de la economía. Mientras suben los precios y muchos pierden sus puestos de trabajo o su capacidad de acceso a la vivienda propia, las empresas del sector financiero, los dueños de las mayores extensiones de tierra y las grandes compañías exportadoras han incrementado su rentabilidad en forma notable embolsando miles de millones de pesos extras en tan solo unas semanas.

La sinceridad de la economía no es otra cosa que la garantía de que el poderoso va a seguir siendo siempre poderoso. La garantía de que el que nace pobre, muera pobre y de que el que nazca sin vivienda, muera alquilando o amontonado.