Un año fue el tiempo que tuvieron los dirigentes para poder definir el nuevo rumbo de la AFA tras la muerte de Julio Grondona. Se barajaron opciones y modelos, y todos acordaron en algo: debe modificarse el tono de las decisiones de calle Viamonte. Mayor participación, equidad y transparencia.

Pero hasta acá nada avizora un cambio.

Lo sucedido en Córdoba ilusiona con marcar un quiebre definitivo en el manejo de los arbitrajes donde todos participan de un sistema turbio y lleno de sospechas. 

Dirigentes que piden tal ó cual árbitro. Sorteos donde los resultados se conocen de antemano. Árbitros que quedan bajo sospecha. Y un fútbol argentino que se muestra como agua del riachuelo. 

El “loco” Coudet ( “me dicen loco pero laburo sin descanso todo el año…” señaló en la conferencia post partido) alertó sobre los beneficios que podría recibir Boca en el final de la temporada. ¿Intuición? ¿Viveza? ¿Ó sabía que algo podía ocurrir? 

La dirigencia de Central se ilusionó con que nada raro podría pasar apoyando a Segura en las próximas elecciones. ¿Inocencia? ¿Falta de experiencia? ¿Ó más de lo que hicieron no se podía?

Hoy las sospechas llueven de todas partes. ¿Las elecciones en AFA y el apoyo de Angelici? ¿Las elecciones nacionales y Macri? Y cien teorías más para degustar…

A Central no se le devolverá la final. Salvo que se demuestre chantaje con pruebas, no existe posibilidad.

En Rosario también tenemos otro ejemplo en el 2015. El partido que Newell´s perdió con Arsenal con la mala inclusión de un jugador del club de Sarandí, determinaba los tres puntos debían terminar en el Parque. El reglamento quedó de lado. Se ajustó como tantas otras veces a gusto del consumidor. 

Elecciones en AFA con dos candidatos. Elecciones nacionales en donde los futuros presidentes apoyan a uno de esos candidatos. ¿Nos deberemos acostumbrar a un fútbol dónde los poderosos sean cada vez más fuertes y el resto meros participantes? 

El fútbol quedó lejos del análisis. Las tramas ocultas del poder lo asfixian.