Lo que era un basural imposible de erradicar para la Muni se convirtió en un florido cantero, y todo a fuerza de empuje de los pibes de La Lata, la villa que se transformó en barrio. La zona fue cambiando la cara, en parte con las obras municipales que abrieron calles, colocaron cloacas, pavimento, luz y agua y, no menos importante, a través de  la “promoción humana”, como le llama el vicario Gonzalo Carbone de la parroquia María Madre de Dios al empoderamiento y oportunidades. Y en eso están, junto a las instituciones, armando redes y entusiasmando a los pibes.

En el camino de promoción humana, el Centro de Vida Barrio Corrientes trabaja desde hace un año con actividades donde asisten unos 70 jóvenes y niños, y ahora comienzan a verse algunos frutos: la esquina justo enfrente de la iglesia del Padre Fabián Belay era un basural desde hacía décadas, y la Municipalidad intentó erradicarlo varias veces.

El problema, según el colaborador Lucas Grivarello, no era logístico ni de falta de presupuesto: “El problema era la falta de afecto. Con afecto y aceitando vínculos se logra lo que ni el dinero puede comprar. Generar amor por el barrio, sentido de pertenencia. Educar, contener, compartir. Fueron los mismos pibes del barrio los que erradicaron el basural y los que posteriormente plantaron flores”, contó.

Como fueron los propios pibes que se apropiaron de la esquina, los vecinos dejaron de tirar la basura, y los camiones recolectores también, porque ahora es un cantero prolijamente plantado.

Entre las actividades que realizan hay educación física, apoyo escolar, terapia ocupacional, talleres de oficio, talleres culturales para jóvenes y niños que muchos no terminaron el secundario, generando pertenencia e identidad, empoderándolos con las actividades, y alejándolos de las adicciones.

“Vamos tomando la calle, en el taller de oficios hicimos bancos que ahora los vecinos usan para tomar mates en la vereda”, graficó a Rosarioplus.com Carbone entre los resultados del esfuerzo que la parroquia viene haciendo junto a las demás instituciones del barrio, porque “si no es en red no sirve”.

Lo que cambió, más que cualquier sermón y concientización, fue que los propios chicos hicieran el cantero: “Fue un viernes a la tarde: sacaron escombros, plantaron arbolitos y flores, con ayuda de todos, padres y nenes, y respondieron al pedido del Papa Francisco, que ese mismo día bregó por cuidar la creación”.

Ahora que no hay más basural, además de las flores los chicos ponen conos y una red donde estacionan los autos, y en la puerta de la parroquia se entretienen jugando al fútbol-tenis.

Participan unos 30 chicos que tienen desde ocho años, y otros 40 adolescentes que no trabajan ni estudian, por lo que en paralelo al cambio de cara del barrio, el vicario indicó: “Estamos peleando contra ese doble flagelo y el consumo de drogas, ya que muchos son adictos, y los vamos motivando para que salgan y hagan otras cosas”.

El trabajo es de hormiga, evocando al ángel de la bicicleta Pocho Lepratti, ya que se trata de incentivarlos cada día, hacer cosas de a poco, no prometerles sino crear con ellos. Los más chicos están entusiasmados con la escuelita de fútbol, donde todos los miércoles a la tarde aprenden y juegan con un profesor de educación física en el predio cedido por el Colegio Padre Claret. Los sábados son los talleres culturales, donde chicos y chicas hacen danzas, pintura, plástica, guitarra y cajón peruano.

Soñar el futuro en grande: un EEMPA y un club

El próximo paso de los planes para el barrio La Lata es que comience a funcionar un Establecimiento de Educación Para Adultos, que ya está en trámite, y Carbone augura: “ojalá se puede comenzar a activar en el comienzo del ciclo lectivo 2017, para que los chicos sean técnicos y no se queden solo con los talleres de carpintería y electricidad”.

Grivarello es parte clave del proyecto más ambicioso de la parroquia: “Crear un club social y deportivo. Tenemos visto el terreno, y queremos que los chicos compitan en las ligas rosarinas, que sea un club modelo, sacar a los chicos de la calle, de las garras de los soldaditos”. Para este proyecto esperan sumar mas gente interesada.

El club social y deportivo ya es una meta mucho más difícil, aclaró el padre Carbone, ya que para comprar el terreno es necesaria una suma de dinero ahora impensada. Pero hasta entonces los chicos practican en el espacio cedido por el colegio Claret: “Los primeros meses era sólo jugar a la pelota, ahora el profe les agregó una preparación física previa, y en marzo la idea es que ingresen en la liga de fútbol de salón”.