La campaña política en Santa Fe transcurre en un letargo como el de esas siestas provinciales de enero donde el agobio transforma todo en irreal. Los candidatos muestran más caras que cartas y amagan cruces que terminan en la nada sin entusiasmar a nadie. No es que falten propuestas. No son muchos, pero si se pone atención algunos ya han expresado qué piensan hacer si les toca ocupar el cargo por el que disputan. Las caras más conocidas eligen no hablar, ¿para qué?, es arriesgarse a exponer que ni siquiera conocen el presupuesto de la ciudad, o la cantidad de bancas que entran en juego en esta ocasión. La apuesta es que los electores encuentren sus rostros familiares en la interminable boleta única que habrá en los cuartos oscuros.

Es mentira que no estén en juego en estas elecciones de medio término las administraciones de los tres niveles del Estado. Desde Alberto Fernández a Omar Perotti y Pablo Javkin saben que los juzgarán en las urnas. Por más que sólo el gobernador sea formalmente candidato suplente, todos están en los afiches porque necesitan un resultado auspicioso para los dos años que vienen donde la pandemia no será todavía sólo un mal recuerdo pero sí saldrá de la escena central que aún tiene hoy.

La mejoría económica ya es palpable y Santa Fe sigue liderando la recuperación en varias ramas de la actividad. Pero de ahí a notarla en los bolsillos falta un largo trecho porque con la inflación licuando ingresos hasta el crecimiento del empleo se hace líquido. O como lo expresó con toda crudeza el director del Banco Nación Claudio Lozano, cuando aseguró que en el país se rompió la relación entre vida digna y empleo. “La mayoría de los trabajadores formales de Argentina no cubre los gastos básicos”, expresó el economista que no sólo le propone al presidente un ingreso universal sino que le dice también cuál sería el costo fiscal y cómo financiarlo.

 Y esto ya marca un diferencial con la anterior conducción de esa entidad financiera oficial que le dio a Vicentin una semana antes de la quiebra 300 millones de dólares de todos los argentinos. Pero ni esta maniobra fraudulenta a cargo del macrismo alcanza para evitar lo que dice en campaña el cuestionado secretario privado de Mauricio Macri en cuyo teléfono desencriptado por la justicia figura cómo se gestó este préstamo imposible a la cerealera del norte santafesino. Cercado por la justicia pero protegido por el ex presidente Darío Nieto es candidato a legislador porteño y dice en voz alta “no me encuentro con nadie que me diga que hoy vive mejor que con el gobierno anterior”.

Es una gran provocación porque habría una lista interminable de políticas públicas para enumerar que demuestran claramente que sí la gente tiene mayor atención y preocupación de parte del Estado. Pero el bolsillo concreto aún se nota flaco y permite a este personaje lanzar el desafío que indica que un gobierno peronista llega para cambiarle la vida a la gente de manera profunda. Pero para eso hay que juntar poder y no sólo el favor de la gente en las urnas.

El disparo en el pie que se provocó el propio presidente con la difusión de las fotos del cumpleaños de la primera dama en Olivos sin barbijos, con demasiada gente y sin distanciamiento social; se resolvió de la única manera que había que hacerlo: Admitiendo el error y pidiendo disculpas. ¿Alcanza? Nunca alcanza, pero morigera el impacto mucho más que los análisis dedicados a establecer cómo, quién y para qué filtró la fotografía.

La oposición hacia rato que venía buscando algo así y el problema no es que lo encontró, el problema es el hecho en sí porque es hasta amateur que haya habido fotos de ese encuentro en pleno Olivos, más allá del error de la reunión en sí que violó las más esenciales normas de pandemia. Claro que esto sólo no alcanzará para cambiarle el voto a nadie porque si bien -como desafía Nieto- los cambios en el bolsillo de los argentinos no son muy notorios. La atrocidad que ocurrió en el país con la gestión macrista sigue siendo demasiado ostensible.