El abandono y despreocupación de perros por parte de sus dueños en Tierra del Fuego es un drama que atenta a la vida cotidiana, la economía, la salud y al ecosistema en la isla y que es reflejado en Los perros del fin del mundo, documental de Juan Dickinson que se estrena el jueves en salas del país.

"Viajamos a Tierra del Fuego pensando en un proyecto de ficción. Fui con el productor ejecutivo y todos nos hablaban del problema que están teniendo con el desequilibrio que se ha generado con los perros, que está fuera de control y pensamos en hacer un trabajo sobre esto", dijo el realizador en una entrevista con la agencia Télam.

Cuando las autoridades argentinas decidieron poblar la provincia más austral del país, crearon atractivos económicos tanto para empresas como para ciudadanos con el fin de que se radicaran allí.

Esto produjo la población de la isla fueguina y sus consecuentes armados familiares, que además de la casa y el auto incluía al viejo amigo del hombre: el perro.

Sin embargo, lo que en un momento comenzó como el sueño familiar, devino en un problema que amenaza con pulverizar la vida cotidiana y la economía local, con la aparición de enfermedades antes erradicadas, el ataque de jaurías de perros silvestres a humanos y la prácticamente desaparición de la industria ovina, sustento económico local.

—¿Cómo fue el rodaje? -se le preguntó al realizador Juan Dickinson. 
—En cuanto al rodaje, fue bastante exigente. Fuimos con el equipo en dos oportunidades. Estuvimos en Río Grande, Tolhuin y los bosques del centro. Hay condiciones de viento y frío y teníamos problemas de quedarnos empantanados. 

—¿Encontraron estas jaurías de perros silvestres?
—Los perros son difíciles de encontrar porque el hábitat es más de ellos que del hombre y te huelen a 2 kilómetros de distancia. Para verlos tuvimos que ir a tomas que logramos de casualidad y a cámaras trampa a control remoto.

—¿Hubo ataques graves a personas?
—Para entender si hay problema de ataque hacia las personas y estancias tenemos que primero captar la dimensión del problema. En 1980 había un piño de ovejas de 1,2 millones y hoy está reducido a 300.000, debido casi por completo a los perros. No se ha encontrado una solución a este descontrol. Surge de la tenencia irresponsable de mascotas por una población que no está arraigada en la isla. Sus perros, cuando se van, son abandonados y estos rápidamente pasan a los bosques y forman jaurías.

—El hombre genera sus propios problemas.
—Sí, exclusivamente. El hombre ha descuidado al perro y estas mascotas se juntan y afectan a todo lo relacionado con la isla. Hasta generan problemas de salud pública. El problema no es el perro, sino el hombre. Hoy esto no se puede controlar, se calcula que hay entre 40.000 y 75.000 perros sueltos solo en los bosques; en las ciudades hay más todavía.

—¿Y las autoridades?
—Las autoridades pueden hacer poco porque el fenómeno está fuera de control. Los perros están en su largo camino de regreso hacia su condición de lobo. En la película se ve que hay intentos de chipeado y de castración; son pasos positivos y ayudan a limitar el fenómeno, pero la única forma de intervenir de forma radical es si el hombre cambia su comportamiento y cuida a los perros, algo que es poco probable por lo que vimos. 

—¿Cree que hay solución?
—Yo no soy un experto en esto, hay gente capaz que trabaja en posibles soluciones y muchos están en la película. En lo personal, veo que no hay una solución a esto y de todo lo que implica para la isla. Es algo que se da en toda la cordillera y sobre todo en las ciudades. No veo que podamos intervenir si el hombre no cambia el comportamiento con los oyentes.