Un experimento en el que los investigadores compararon ratones obesos con ratones sanos confirmó que los primeros tenían un cuarto menos de papilas gustativas que los demás. De este modo comprobaron que las personas obesas son menos sensibles al sabor de la comida que lo habitual. La buena es que el sentido del gusto se recupera al perder peso.

Para averiguar por qué influye el índice de masa corporal en la capacidad de saborear los alimentos, varios investigadores del Departamento de Ciencias Alimenticias de Cornell University (EE UU) realizaron un estudio. A un grupo de ratones los alimentaron con una dieta de 58% de grasa pero alimentaron a otro grupo de control con una dieta normal, un 14% de grasa.

El resultado fue que al cabo de ocho semanas, los ratones con la comida insana pesaban un tercio más y tenían un 25% menos de papilas gustativas en la lengua que los otros. Esto comprobó que el sobrepeso y la obesidad acarrean una reducción en el número de papilas gustativas por la inflamación crónica asociada a la acumulación de grasa.

“Antes no conocíamos la relación causa-efecto”, explica Robin Dando, el investigador a la cabeza del estudio. El equipo señala que la pérdida del gusto es consecuencia de la inflamación leve, crónica y sistémica que producen la obesidad y el sobrepeso.

“El tejido adiposo es un órgano en sí mismo, las propias células de grasa están activas y secretan factores que pueden ser bastante perjudiciales”, explica Dando. Uno de estos factores es TNF-alfa, una molécula inmunitaria que envía señales inflamatorias por el cuerpo y activa procesos de muerte celular.

“Apuesto a que cuando perdemos mucho peso adquirimos más papilas gustativas. Esto tiene un valor evolutivo; que podemos buscar hasta la última caloría”, explica. Por ejemplo, en tiempos de hambruna este proceso permitiría saborear dulzor en alimentos que normalmente no resultarían apetitosos.

“Los resultados apuntan a nuevas estrategias terapéuticas para tratar la disfunción sensorial del gusto en gente obesa”, añade el investigador. “Si alguien se vuelve más sensible al sabor es plausible que no necesite tanto azúcar, grasa o sal en la dieta, y entonces podrá adoptar mejores hábitos alimenticios”, concluye.