Semanas atrás, un sector del muelle del Parque España se derrumbó sin causar víctimas ni heridos, aunque generó alarma en los concurrentes al paseo, que sintieron ruidos previos y se alejaron del lugar antes del desmoronamiento. En el 2020 el club Mitre, ubicado en la zona de la barranca central de la ciudad, cedió y se comió casi el 50% de las instalaciones recreativas de la institución. 

Pero la preocupación por los desmoronamientos de las barrancas del río Paraná, en la ribera rosarina, data de mucho tiempo atrás. Ya en 1925 el geólogo Joaquín Frenguelli dispuso un trabajo para la Dirección General de Navegación y Puertos de Estado Argentino que arrojó resultados no deseados. El especialista sostuvo aquella vez que la ciudad está construida en la proximidad de la orilla cóncava de un meandro sobre río Paraná, por lo cual los derrumbes son parte de la naturaleza misma del cauce de agua por efecto de las contracciones del suelo.

Ya en este siglo, el ingeniero Gerardo Riccardi con su par Pedro Basile, quienes trabajan en el Centro Universitario Rosario de Investigaciones Hidroambientales (CURIHAM) afirmaron que la estabilidad de un talud, genéricamente dicho, se define en términos de un número denominado factor de seguridad, el cual se obtiene a través de un análisis de estabilidad.  

En tanto, sostuvieron que los factores humanos que pueden afectar la estabilidad de una barranca son: el ordenamiento del escurrimiento pluvial superficial cercano; saturación del perfil de la barranca debido a pérdida de sistema de provisión de agua; usos del talud (recreativos, tránsitos, deportes).

“Es importante recalcar que varios de los factores enunciados son variables en el tiempo por lo cual un análisis de estabilidad no puede considerarse permanente. Además, existen distintos mecanismos de falla, algunos de los cuales pueden actuar en forma combinada”, añadieron.

Héctor Del Pratto , también ingeniero civil, sumó su mirada en al aire de Si 989 y dijo que estos fenómenos no se dan constantemente, pero la situación específica de bajante colabora. “Se ven fenómenos de movimientos de suelos de grandes masas, sobre todo en la barranca más alta”, añadió y aclaró que por debajo de lo que pisamos corre agua. “Bajo la provincia de Santa Fe corre otro río, que incluso en más grande que el Paraná”, aportó luego.  

“Ese acuífero subterráneo, cuando no tiene la pared de contención del Paraná, empuja los suelos hacia el río”, señaló. “Durante todo el año nosotros tenemos agua escurriendo sobre el nivel de piso al Paraná, lo que pasa que cuando se desequilibran las presiones de agua se empujan las suelos blandos que el agua tiene en su camino”, remarcó.

Sin embargo, una disminución importante de los niveles del río, como la que se observa actualmente, “puede aumentar el flujo desde la napa adyacente al cauce, ya que aumenta el gradiente hidráulico transversal. Dependiendo del perfil estratigráfico del suelo de la barranca, se pueden producir velocidades tales de ocasionar la erosión de la barranca, lo cual la dejaría sin soporte en la base y ocasionaría el colapso por ménsula al quedar un gran bloque de barranca prácticamente suspendido”, señalan estudios de la UNR.

También, desde es casa de altos estudios, marcaron que “los niveles de un río son variables en el tiempo y en el espacio, dependiendo de las lluvias en la cuenca”; en el caso del Río Paraná, de las lluvias en la cuenca alta, Paraguay y Brasil.

“En este momento se verifica una bajante extraordinaria, aunque no de la magnitud de otras que ya han ocurrido en el pasado. Lo mismo sucede con las crecidas, es decir, también existen crecidas y puede darse en ese contexto", advierten los especialistas de la universidad local.