En los puestos de pescado de La Florida, a metros del río Paraná, la bajante se hace sentir en los pescadores. El actual caudal hace que sea muy difícil localizar algunas especies como la boga y el sábalo, y además se restringió la pesca durante algunos días de la semana. Los trabajadores apenas logran abastecer el día a día. Lo poco que sale del río se vende en estos espacios ya que no alcanza para distribuirlo, por ejemplo, en las pescaderías del centro de la ciudad. 

Orlando Migueles, conocido en El Espinillo de Granadero Baigorria como el “Negro Nica”, es uno de los referentes en materia de pesca artesanal. El avezado pescador describe la situación de manera prosaica y elocuente: "Esto está muy jodido", dice, pero no pierde las esperanzas de que en corto plazo llegue mayor cantidad de caudal al río Paraná. “No tenemos nada de pesca por esta situación, es muy poco lo que hay”, lamentó en contacto con Rosarioplus.com.

Hoy el Negro Nica y otros pescadores sobreviven con un subsidio de 15 mil pesos otorgado por la provincia. Además, afirma que se reparten lo poco que hay ya que solo salen a pescar tres veces a la semana y de forma intercalada entre un gran caudal de familias de toda la franja del Paraná que vive de este estilo de pesca de subsistencia.  

El hombre de río reconoce que la ausencia de pesca en las lagunas imposibilita el desove de las especies y que todo entonces se concentra en el canal central. En época invernal, varias de las especies que habitan el río Paraná buscan otros destinos, nuevos caudales con otras temperaturas por lo tanto “no es temporada del armado y la bajante hizo escasa su pesca. La boga y el sábalo son peces imposibles de ubicar, ya que pasan por el canal central del río y la bajada dificulta la llegada a esos puntos exactos".

“Lo poco que hay se vende y en precio está bastante accesible”, sostiene el Negro Nica, pero advierte que por obvias rezones de la falta de agua hay pocas piezas que no llegan a comercializar en las pescaderías de la ciudad y que por ahora solo venden ellos mismos en sus puestos. “Se trabaja con muy poco, los frigoríficos están igual, nosotros solo vendemos el pescado en la costa y lo que se saca es para la gente que nos viene a comprar”.

Qué hay y a cuánto

Si bien los precios son variables y de acuerdo a cada puesto, el surubí puede encontrarse a $500 el kilo. Para el patí, moncholo o amarillo el precio por kilo es la mitad: $250. En el caso de la boga y el sábalo valen $350 por kilogramo.

“Si no viene agua en corto plazo la situación se va aponer cada vez peor y esto no es sólo para nosotros, también afecta a otras actividades. Nosotros somos muchas familias, no puedo decir cuanta cantidad, pero con ver las embarcaciones te vas a dar cuenta de todos los que somos”, advirtió Nica sobre el futuro cercano.

Del otro lado del mostrador

Quienes también están afectados por la bajante,  ante la falta de este tan preciado recurso como es el pescado, son quienes hacen de estas piezas riquísimas delicias gastronómicas. Martin Bollini, hace algunos años, se tomó muy en serio hacer productos de calidad con pescado de río. Tiene una línea de elaborados que incluye, pastas, empanadas y escabeches que vende a través de las redes sociales.

Sobre la problemática señaló que este es un momento de grandes dificultades, que hay poca pesca por la época del año, pero a eso se le suma la bajante como un aditivo. Bollini explicó que en estas estaciones se pesca mucho en lagunas y eso es lo que hoy la bajante convirtió en enormes arenales, lugares donde los peces comienzan su crecimiento desde cuando son alevines.

“Hoy no hay acceso a esos espacios, los pescadores no pueden pasar, además muchas familias no están yendo a pescar porque nos les rinde económicamente; el viaje que tiene que hacer para llegar a los lugares de pesca es muy largo y con el precio del combustible para las lanchas no es rentable y deberían cobrar el pescado más caro y para eso no hay mercado”, sintetizó.

Martín, que utiliza pescado para elaborar sus productos, aseguró que no hay nada y que lo que hizo “fue acopiar en otras épocas, como es el caso de bogas y sábalos en temporadas más cálidas, después se abastece con lo escasísimo que se consigue”.

“Realmente no hay nada, puede venir algo de Victoria, estamos bancando y esperando que venga el calor y con eso más agua y reactive un poco”, añoró. Y reiteró que si la situación sigue así está en peligro el ciclo de reproducción de los peces, que si se les suma la extracción de ellos por parte de los grandes acopiadores, quienes  compran a granel sin importar tamaños. “Acá como el río es tan rico se hace un abuso total y si no se controla y se suman problemas como las bajantes continuas y a futuro nos quedaremos sin pescado”, señaló finalmente el emprendedor.