La inmigración armenia en la Argentina y las heridas aún abiertas del genocidio son el centro de la historia de “El secreto de Maró”, protagonizada por Norma Aleandro y dirigida por Alejandro Magnone, que se estrena comercialmente este jueves.

La película aborda la vida de Maró -Norma Aleandro en su regreso al cine después de su último trabajo en 2016 con “La valija de Benavidez”-, una sobreviviente del genocidio armenio que a sus 90 años aún cocina en un club de su comunidad las antiguas recetas traídas de su país de origen, celosa en conservar la tradición y en transmitir a las nuevas generaciones la memoria de la tragedia que sufrió su pueblo a principios del Siglo XX.

“Me interesa indagar en los conflictos de estas personas que emigraron de su lugar de origen para llegar a una Argentina que les brindó la posibilidad de rehacer sus vidas”, cuenta Magnone.

"El secreto de Maró", el film sobre la memoria y el legado del pueblo armenio

Para el director, que en su anterior película, “Subte-Polska”, ya había abordado el tema de la inmigración, “los recuerdos y hechos de épocas pasadas son también presente, parte de nuestras vidas, siguen en nuestro cuerpo y para sanar y curar esas heridas, es necesario hablar, recordar y luchar para que no se repitan“, afirma Magnone.

Además de Aleandro, “El secreto de Maró” cuenta con las destacadas participaciones de Héctor Bidonde, Manuel Callau, Lidia Catalano, junto a César Bordón, Florencia Raggi y Analía Malvido.

El secreto de Maró - Tráiler

—¿Qué es lo que te interesó de la historia del genocidio armenio y su vinculación con la inmigración a la Argentina? -preguntó RosarioPlus al director Alejandro Magnone.

—El proyecto nació en 2006 cuando empecé a estudiar con el maestro José Martínez Suárez, me interesaba la idea de hablar sobre una sobreviviente del genocidio armenio, es una historia que aún sigue latente, produjo heridas que siguen abiertas y tiene puntos de contacto con nuestro pasado. El tema de la inmigración me apasiona, me interesa indagar en los conflictos de estas personas que emigraron de su lugar de origen para llegar a una Argentina que les brindó la posibilidad de rehacer sus vidas. De hecho mi anterior película, “Subte–Polska”, también hablaba de un inmigrante judío polaco, que sufrió el genocidio.

—¿La elección de Norma Aleandro como protagonista estuvo desde el principio, cómo fue el trabajo con ella?

—Siempre pensé en Norma Aleandro, aunque me moría de vergüenza para llegar a ella. Tuvimos mucha suerte, nos contactamos con su representante, Alejandro Vanelli, que luego arregló la reunión con ella, que ya había leído el guion y le había encantado. Norma sabía y conocía mucho sobre el genocidio armenio, así que pudimos hablar de los conflictos del personaje, de su carácter y por supuesto todo eso se acrecentó al momento del rodaje, con el toque magistral que ella brinda al momento de actuar. Además del genocidio armenio, la película también aborda el de los pueblos originarios. ¿La memoria es decisiva para que no se vuelvan a repetir hechos como esos? “Es necesario no olvidar y mantener viva la menoría” como dice Maró en la película. El genocidio de los pueblos originarios también es un tema del que se habla poco y cuantos más seamos los que mantengamos esa memoria, menos posibilidades hay que hechos tan atroces queden en el olvido o amparados en la justificación nefasta de que “antes era así…”, o “era necesario porque…”. El genocidio que perpetraron durante la última dictadura que sufrió nuestro país también es un hecho aberrante, manteniendo la memoria viva se pueden llegar a esclarecer los hechos, a reclamar por verdad y justicia.

—En el relato hay una intención manifiesta de dar cuenta de la importancia de transmitir a las nuevas generaciones los recuerdos y los hechos de épocas pasadas.

—Sí, la historia debe ser transmitida, no como una lucha que inspire violencia, sino que resalte la importancia de vivir en un mundo cada vez mejor para todos. Los recuerdos y hechos de épocas pasadas son también presente, parte de nuestras vidas, siguen en nuestro cuerpo y para sanar y curar esas heridas, es necesario hablar, recordar y luchar para que no se repitan.

—Argentina es uno de los pocos países en donde se juzgó y encarceló a los genocidas. ¿Creés que esa memoria colectiva se está desdibujando?

—No creo que se esté desdibujando, al contrario, creo que varios juicios se están llevando adelante y ayudan a esclarecer y a ejercer justicia, dando alivio a las víctimas y a la sociedad entera. Pero sí creo que hay un intento, en todos los ámbitos, de tapar los temas importantes y necesarios de debatir en nuestra sociedad. La lucha por la verdad, la memoria y la justicia es una lucha que iniciaron los organismos de derechos humanos con mucha valentía, incluso mientras estaba la dictadura, la continuidad de esa lucha la toman generaciones más jóvenes. Considero que siempre es necesaria la manifestación de los reclamos por parte de una comunidad, pero que debe ser acompañada por una decisión política, una política de estado que lleve adelante los juicios. Lamentablemente siempre habrá quienes quieran desdibujarla, o detractores que tratarán de diluir los hechos, pero mientras haya quien recuerde, quien haga dibujos, esa memoria colectiva permanece.