Es claro que la oposición a nivel nacional deberá encontrar otros caminos que difieran de los gritos y la confrontación irracional contra el gobierno. Básicamente porque es un método cada vez más marginal y radicalizado que no logra empalmar totalmente ni siquiera con el porcentaje -que no sólo no votó por el gobierno- sino que se expresa claramente en contra del peronismo en general. La pandemia es una cuestión seria, grave y dolorosa que a medida que crece genera más temor en la gente que busca información todo el tiempo y que a pesar de lo que le dicen permanentemente desde algunos medios concentrados; encuentra que el proceso de vacunación es la salida con más consenso y que ese proceso no se detiene aunque avanza a ritmo más lento.

Las manifestaciones del sábado mostraron ese costado raquítico: Poquísima gente en el Obelisco y menos aún frente a la Casa Rosada y muchos de ellos movidos por la suspensión de las clases en Amba. Sin los más mínimos cuidados, otra vez los manifestantes se expusieron al
contagio y la policía sólo se dispuso a dispersar y detuvo a seis personas por resistencia a la autoridad. Esta vez no hubo muchos dirigentes visibles en la marcha, no había ningún Brandoni con flota flota ni cosas por el estilo.

De todas maneras, la oposición ya había empezado a virar en sus discursos. Las primeras medidas anunciadas por el gobierno se toparon inmediatamente con las desafiantes declaraciones de la titular del PRO: “Vamos a resistir”, vociferó enseguida Patricia Bullrich. Luego sólo apareció un comunicado en el que ese sector político decía que se oponía al recorte de la nocturnidad pero que acatarían -como si pudieran decidir sobre el tema- y reservó la confrontación directa para el ítem de la suspensión de clases. ¿Acaso porque son los primeros defensores de la educación? No. Más bien es porque ven que es el tema que puede reunir más consenso entre los padres que se caracterizan por los que están realmente preocupados y aquellos que no saben más cómo mantener a sus hijos dentro de sus casas.

Es como el caso de la tapa del libro de María Eugenia Vidal copiado sin pudor en el diseño de la biografía de la ex primera dama Michelle Obama. Años atrás eso era posible, ahora todo el mundo accede a cómo era la tapa del libro original y ve claramente el plagio. Bueno, ya no se trata de creerle o no al presidente Alberto Fernández acerca de que el mundo entero tiene problemas para conseguir vacunas contra el Covid y que Argentina, a pesar de ser un país con poca gravitación global, hoy se encuentra entre las primeras 22 naciones que consiguen dosis
para seguir adelante. El público accede en general a la información internacional y hasta ya conoce que la revista científica The Lancet es una autoridad en materia de novedades de Coronavirus. Y desde hace 48 horas también sabe que esa revista publicó que “la presencialidad escolar acelera la pandemia”.

En Santa Fe la cuestión es el tiempo. El gobernador Omar Perotti y el intendente Pablo Javkin saben que en pocos días más deberán tomar decisiones. No lo hicieron junto con el presidente no para desairarlo, sino porque la curva de contagios en la provincia y en Rosario crece de manera preocupante pero a un menor nivel que en el Amba. Lógicamente por una cuestión poblacional. Pero los dos funcionarios no quitan sus miradas del monitor que marca el número de casos diarios, la velocidad del contagio y el stock de camas críticas para las internaciones. Esta semana será clave para las decisiones.