A todos emocionó el tren de cercanía que esta semana volvió a correr de Rosario a Cañada de Gómez después de 45 años. Más allá de lo simbólico está la concreto y lo concreto es que a ese tren lo frenó una dictadura militar (quizás lo hubiese hecho también después el neoliberalismo de Carlos Menem en los 90). Y lo concreto es también que el único anuncio ferroviario que vino a hacer a Rosario el ministro de Transporte del gobierno de Mauricio Macri, Guillermo Dietrich, fue una inversión para los trenes de cargas. Millones para traer los granos de Vicentin desde el norte de la provincia a los puertos antes de que la cerealera estafara a todo el mundo y cuando ya habían transformado en 2018 a una institución de 130 años en un comité de Cambiemos.

Allí, en la Bolsa de Comercio de Rosario, Dietrich no sólo aseguró que no habría un solo peso para los trenes de pasajeros sino que lo hizo después de proferir un sonoro eructo ante los cronistas a los que les pidió disculpas porque venía de comer un asado. Estaba todo dicho: para un plan de gobierno de Juntos por el Cambio a nivel nacional, los trenes de pasajeros son un eructo. Ahora si después la coalición macrista gana elecciones en Fisherton, Funes, Roldán, San Jerónimo, Carcarañá y Correa; además de Rosario y Cañada de Gómez es un problema de quien no sabe distinguir que un gobierno hace una cosa y otro deshace otra.

Los trenes de cercanía son sinónimo de desarrollo en todo el mundo. No hay país avanzado que no los tenga y los mantenga y subsidie con fuerza. El primer indicador del grado de desarrollo de una nación que hay que mirar para saber en qué nivel se encuentra es su infraestructura en transporte. Por eso no hay ninguna región de América Latina que tenga un transporte de excelencia, por eso lo único que se escucha cuando se habla del tema en esta región es el modelo Curitiba, que ya ni siquiera es lo que era.

La cuestión adquiere importancia en un momento donde nuevamente la solución a los problemas de los argentinos vuelve a ser el ajuste. Que siempre es para el mismo lado porque el que es débil es el Estado y no solamente un gobierno. Por eso los acicates constantes por izquierda contra el presidente Alberto Fernández de parte de la vicepresidenta y su estructura política; eran mucho más políticos que ideológicos. Si no, no hay manera de explicar el recurso de un superministro más condescendiente aún con el establishment.

Por eso Mauricio Macri y todo su espacio político, incluidos los radicales, tomaron con una mezcla de asombro y bronca el vertiginoso ascenso de Sergio Massa. Es un jugador de esa liga el que va a intentar solucionar los desequilibrios y si lo logra, será difícil competirle de igual a igual. Como reconoció el diputado santafesino que sólo visita la provincia para las campañas electorales, Luciano Laspina: “Massa le puso un certificado de defunción al discurso del
kirchnerismo”. Lo que no dice el diputado macrista es que en todo caso, si realmente lo hizo, fue desde adentro del peronismo.