El Frente de Todos pudo alcanzar cierto orden. Cuando parecía que no llegaba a octavos de final le dio la pelota a Sergio Massa que por lo menos no la va a buscar a la red. El peronismo no juega lindo pero da pases francos que pueden llegar a algo. Es mucho más de lo que puede
exhibir el equipo de la oposición donde sólo las últimas líneas radicales parecen coherentes. Al menos Gerardo Morales y Facundo Manes acordaron dirimir el precandidato a presidente en una interna. Lo que no pueden lograr hasta ahora Horacio Rodríguez Larreta, Mauricio
Macri, Patricia Bullrich y María Eugenia Vidal.

Massa traza con toda la suavidad que puede el plan que le de aire al gobierno en el frente interno con el dólar soja y el externo con el nuevo acuerdo que acaba de cerrar con el Fondo Monetario Internacional. Una medida (que es una concesión indisimulable) le dará
tres mil millones de dólares para el Banco Central y la otra (una concesión más grande aún) otros cinco mil millones de dólares más para reforzar las reservas y evitar el colapso.

El costo es para todos, está claro, pero es el camino que sostienen políticamente Cristina
Kirchner y Alberto Fernández que no volvieron a hablar desde la gastritis erosiva del presidente que debió ser internado en Bali. 

La sentencia que se conocerá esta semana por la causa Vialidad, no altera ninguno de estos escenarios ni siquiera el de la relación de la vicepresidenta con la sociedad. Los que ya la condenaron tendrán quizás una breve satisfacción y los que la siguen expresarán sus
broncas por el fallo y ratificarán aún más su lealtad a la jefa. Todo igual, en el marco de la causa más endeble que se haya urdido contra la vicepresidenta desde que comenzó su persecusión política.

Con repasar las “20 mentiras” que la propia dirigente publicó en sus redes, basta para ponerse al día del mamarracho torpemente sostenido. Lo cual indica también la fuerza del poder que hay detrás de estos jueces y fiscales dispuestos a todo.

Todas las debilidades políticas del gobierno nacional intentan ser amortiguadas con gestos y medidas que demuestren que aún hay Estado en la Argentina. La presencia de Massa en el recinto de Diputados esta semana para apoyar la continuidad de Cecilia Moreau en la presidencia de la Cámara baja y, por ende, el respaldo al proyecto de creación de
nuevas universidades; indica que Massa dirige el ajuste pero desde el peronismo. Que nadie se confunda.

Y la batalla cotidiana contra la inflación es otra conducta que está reñida con los intereses de la
derecha desalmada. El ministro cree que noviembre puede empezar a mostrar una tendencia a la baja de los incrementos de precios y que abril llegaría a un 3% de inflación.

¿Todos estos pasos ponen al peronismo como ganador para el 2023? Para nada, pero lo alejan de las llamas del desastre y lo vuelven a mostrar como una de las pocas fuerzas políticas que pueden ordenar el país al borde del abismo y reducir la escalada de daños. Mucho se pensó qué
hubiera sido de Argentina si la pandemia hubiese llegado en el gobierno de Mauricio Macri que había rebajado a secretaría al ministerio de Salud. Pero no se profundizó mucho en las consecuencias para el país en el marco de una crisis económica global pospandemia y
con una guerra que mantiene en vilo la relación entre las potencias.

Otro elemento que intentará mitigar el impacto de las políticas impopulares que ordena la relación con el FMI es el acuerdo que se firmará hoy al mediodía entre Argentina y Estados Unidos para compartir información financiera que además prevé el envío de una nueva ley de blanqueo al Congreso. El objetivo es detectar los dólares de argentinos en el exterior y repatriarlos para ayudar a pagar la deuda y fortalecer las reservas. Un tema que terminó de negociar hace meses la vicepresidenta con el embajador de Estados Unidos Mark
Stanley.