Son ilusiones vanas las de aquellos que creen que la política entrará en hibernación durante el mundial de fútbol. No se detendrá porque no hay tiempo y entre partido y partido la gente tendrá que seguir enfrentándose a la góndola. Tampoco hay ningún indicio de que los crímenes se vayan a tomar un time out de aquí al 18 de diciembre en Rosario. Ojalá fuera así. Pero es claro que los potenciales candidatos tendrán más dificultades a la hora de hablarle a los electores. En
realidad, ya se les está haciendo cuesta arriba, por eso la mayor actividad proselitista se está viendo en redes sociales, es más barato y en un ambiente controlado.

Por más separadas que estén las elecciones provinciales de las nacionales (se cree que el gobernador Omar Perotti decidirá septiembre como fecha), el escenario económico es demasiado denso como para que los votantes no echen una mirada hacia el rumbo de la gestión del Ejecutivo nacional. Si los cálculos del ministro de Economía Sergio Massa no fallan, a esa altura la inflación no debería pasar los cuatro puntos mensuales. Lo mismo que tendrán autorizado a aumentar por mes en este tiempo las 180 empresas que suscribieron el programa de Precios Justos, que no estarán congelados. Más bien un poco más fríos nomás.

Si bien las últimas encuestas locales indican que la preocupación de los rosarinos por la inseguridad no tiene igual (trepó al 65%), el costo de vida sigue inmediatamente en la fila de los problemas. 

Perotti ganó las elecciones pasadas por varios motivos, pero la creencia más generalizada es que lo hizo porque pudo transmitir que su gestión bajaría los niveles de violencia y criminalidad en la provincia y sobre todo en Rosario. Ahora que eso no sucedió como se esperaba a pesar de haber multiplicado las inversiones en seguridad, ¿por qué la gente supondría que el regreso del elenco anterior con nueva cara y nuevos socios, esta vez daría resultado? Es una incógnita
que devela claramente que los problemas estructurales se solucionan con acuerdos y consensos extendidos. 

Pero parece no haber tiempo para eso si uno escucha la voz brutal de Patricia Bullrich que propone desembarcar con el ejército en Rosario (México ya lo hizo y todavía está contando los muertos y tratando con generales que se hicieron capos narcos) o los mensajes más suaves pero para nada conciliadores de la amplísima coalición que se tambalea enfrente para armar fotos que expresen aunque sea algo más allá de la voluntad de desplazar al peronismo del poder.

El mundial traerá penas o alegrías, un poco de distracción y hasta algún problema cardíaco para los más fanáticos. Pero de seguro no traerá soluciones a los principales fallos estructurales del país que también son los de Santa Fe. Sea cual sea el resultado de la final.