La “guerra” de documentos (uno el de La Cámpora exponiendo las razones del rechazo al entendimiento con el FMI; y el otro titulado “La unidad del campo popular en tiempos difíciles”, suscripto por referentes de la cultura, la política y la comunicación más afines al presidente Alberto Fernández); dan un claro panorama de hasta dónde llegan las astillas de la fractura del oficialismo tras la votación en el Congreso del acuerdo con el organismo internacional para tratar de refinanciar la deuda que contrajo -y de la que no se hace cargo-, el ex presidente Mauricio Macri por 44 mil millones de dólares.

El problema es que ni la militancia más comprometida está para la lectura de documentos y mucho menos la gente que día a día lucha para que el sueldo se estire hasta fin de mes. De hecho las alternativas de la guerra en Ucrania interesan mucho más a los argentinos, que toman claras posiciones, que los detalles del acuerdo al que arribó el país respecto de su monstruosa deuda externa. La gente leyó rápido que se trataba de elegir entre la condena perpetua y el cementerio y se desinteresó enseguida del asunto.

Como para complicar un poco más el panorama, el ministro Martín Guzmán viajó a Estados Unidos el mismo día caliente en Diputados, para reunirse con petroleras y garantizar parámetros de estabilidad para la inversión en Argentina. En el microclima político le apuntan directamente al ministro de Economía por no revelar a tiempo determinados detalles de la negociación que condujo el gobierno con el FMI. Tanto es así que Sergio Massa fue el que llevó adelante las modificaciones con sugerencias incluidas de Lilita Carrió que el presidente de la Cámara baja nacional no está dispuesto a reconocer en público, y que tampoco será exigido por la líder de la Coalición Cívica. En rigor la cuestión pasó por limpiar de una sola vez las 129 páginas del artículo 2º del proyecto de ley que era donde se explicaba el plan económico que seguiría el gobierno nacional en el marco del acuerdo.

Para agravar la cuestión, la cascoteada a la oficina de la vicepresidenta Cristina Kirchner despertó sospechas de todo tipo y declaraciones cruzadas entre el ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández y el ministro bonaerense Andrés “Cuervo” Larroque por la custodia de la titular del Senado.

El fin de semana se publicó que hay al menos tres identificados por la agresión a esa única oficina del Congreso, y que no se trataría de ningún militante de las organizaciones de izquierda que hegemonizaron la protesta mientras deliberaban los diputados.

Fiel a su estilo, la vicepresidenta hizo grabar con un celular todos los destrozos y le adosó un off con su voz en el que sugiere muchas cuestiones a las que hay que estar atentos. Pero ese video se conoció recién después de que la votación en el recinto estaba resuelta. Cristina puede no estar de acuerdo con lo que se votó, pero es parte del gobierno y no hará nada para perjudicarlo.

Las críticas que llevaron a los diputados de La Cámpora a no avalar el proyecto son profundas. Creen que el acuerdo es demasiado “blando” y que no hay demasiadas diferencias con otros entendimientos que firmó el país con el FMI, muy distinto al trato soberano que hizo del tema el presidente Néstor Kirchner. Pero Néstor no está más y el Frente de Todos surgió de una debilidad estructural del peronismo que impidió lo más importante: Evitar el riesgo de un segundo mandato de Macri que hubiese hundido mucho más profundo al país. El texto también omite el resultado de las últimas elecciones, los dos años de pandemia y el complejo e incierto escenario internacional.

Además se reprocha la escasa potencia con la que se difundió la responsabilidad de Macri en la toma de la deuda y la falta de exposición de ese tema a nivel internacional. De nuevo, en un contexto de post pandemia global y de guerra, ¿quiénes se habrían interesado en el mundo por la responsabilidad política de la deuda argentina?

Aunque parezca mentira Macri no es uno de los ganadores en el tema. Se enojó con sus aliados radicales por respaldar el acuerdo y porque no defendieron su nombre con demasiada enjundia. Está claro que el ex presidente deberá ponerse también a tono con la situación: La UCR se siente protagonista de este nuevo tiempo y ya no necesita hacerle caso a Macri.

Algunos analistas políticos sostienen que hay que mirar mucho más profundo y más allá del consenso que oposición y oficialismo encontraron por este tema -el mismo que se va a repetir en el Senado-; y observar que hay atisbos de un retorno al bipartidismo de centro en Argentina. Igual que con la ley que impulsa el entendimiento con el FMI, no hay nada para festejar.