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La fuerte acusación que lanzó esta semana el presidente Mauricio Macri contra el gobernador Miguel Lifschitz, poco tiene que ver con la relación institucional de la Nación con esta provincia. Esconde, en realidad, un ajedrez político de cara al escenario electoral de 2017 que comenzó sus jugadas semanas atrás con la diputada Elisa Carrió y sus fuertes críticas al PS en Santa Fe. La idea es desgastar la relación entre socialistas y radicales para debilitar así al Frente Progresista y arriar a la UCR santafesina hacia el redil de Cambiemos. Por supuesto, hay otros condimentos. Siempre los hay.

El socialismo también había exasperado a la gestión de Cristina Fernández de Kirchner que optó por ignorar este doble juego de pedir en Buenos Aires y criticar en Santa Fe. El kirchnerismo le devolvió esa práctica con el más agresivo de los motes: “Narcosocialismo”, como lo llamó el diputado Andrés “Cuervo” Larroque en pleno recinto del Congreso. El PS interpretó en aquel momento que ese era el vuelto por la decisión de armar un frente progresista a nivel nacional, con la candidatura del propio Hermes Binner. Curiosamente, esta semana Binner olvidó aquella mención y aseguró que las críticas de Macri no tenían “antecedentes de que un presidente actuará así contra un gobernador” y pidió “aceptar las diferencias políticas para convivir” de lo contrario “vamos a entrar en una serie de acusaciones ridículas”, aseguró.

Para muchos, las críticas de Lifschitz al gobierno nacional deberían ser aún más profundas teniendo en cuenta que esta es una provincia productiva que está sufriendo en serio las consecuencias de las políticas macroeconómicas de corte neoliberal que aplica la gestión nacional de Cambiemos. Santa Fe teme además el advenimiento de conflictos sociales que sean difíciles de contener y duda de la posición que adoptaría el gobierno nacional en ese contexto. Es decir, más allá de los artificios electorales que se avecinan –como sería lógico- las diferencias entre el socialismo y el macrismo son profundas, ideológicas y políticas.

De cara a estos enfrentamientos, no son pocos los que le recuerdan al socialismo los costos de haber mantenido aquella postura neutral de cara al ballotage de noviembre pasado. Donde Binner, Lifschitz y Bonfatti querían dar a entender que era lo mismo que gane Daniel Scioli o Macri.

El PRO necesita un armado fuerte para las elecciones de medio término si quiere imaginarse una segunda etapa del mandato más o menos transitable. Santa Fe es el segundo distrito electoral y el partido de Macri necesita una vez más a los radicales para tener alguna chance en las elecciones del año próximo.

A su vez el radicalismo provincial mantiene la vara horizontal para equilibrar su peso en el Frente Progresista a nivel nacional y en Cambiemos a nivel nacional. Con un cronograma electoral desdoblado como se prevé no debería haber mayores complicaciones. Pero las fechas electorales en Santa Fe dependen sólo de la firma del gobernador que, si quisiera, podría juntar todos los comicios en las mismas jornadas. Además, aún no se sabe si habrá que recurrir a una elección más en Santa Fe el año próximo. La de los convencionales constituyentes si es que esta vez sí hay acuerdo para la reforma de la Constitución Provincial.