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Hace unos días, se emitió por Canal 13 de Buenos Aires un programa de reality show que referenciaba  la maternidad de Luciana Salazar. La “esperada” - tal como lo publicitaban algunos medios-  emisión televisiva fue muy criticada, pero tuvo el rating necesario para que un canal de aire ocupara su prime- time con escenas referidas a la nueva vida de Luli.

Si bien no lo seguí minuto a minuto, los comentarios demoledores del día siguiente me permitieron revisar algunas imágenes, donde los estereotipos afloraban por doquier. En primer lugar, se veía una mujer producida como para un espectáculo teatral, más que  a una futura mamá esperando a su beba y,  en segundo término, reflejaba una maternidad que parecía haber sido comprada en el shopping. Si bien cualquiera sabe que un reality es una escena preparada para vender un producto, esta superó todas las expectativas, al menos para mí.

Ahora bien, cualquiera que haya sido padre  o madre sabe que lo que allí ocurría no es lo que sucede generalmente en la vida real. Los embarazos suelen tener distintos tipos de inconvenientes que afectan lo personal y/ o familiar y la crianza de un niño es mucho más complejo de lo que se puede ver a las diez de la noche por TV.  Un HIJO, con mayúsculas, es otra cosa.

Recuerdo, cuando niña, el jugar a la mamá con mi amiga Marta y mi hermana. Llevábamos a nuestros hijos - meras muñecos de plástico-  de aquí para allá, les dábamos la mamadera, los peinábamos y los dormíamos casi con la misma dureza y rigidez que simulaba Luli ante las cámaras. 

Uno de los acontecimientos a destacar del programa es el Baby shower, evento festivo donde le obligaban a Luli a hablar por teléfono mientras batía un huevo, hecho que la estremecía sobremanera. O, mucho más estresante para ella, fue cuando tuvo que  ponerle un pañal a un globo, como parte de los preparativos.

Quien haya pasado por la maternidad sabe que la vida no es color de rosa y que los primeros días con nuestros bebés son más duros de lo que nos puedan contar y, además, van mucho más allá de un vómito sin olor. Noches eternas con cólicos, amamantamiento cada dos horas, fiebres nocturnas, llantos con causas  imprecisas, son solo algunas de las cuestiones más básicas por donde transitan los padres los primeros años.

Mostrar una mamá con su hija recién nacida en Miami, fruto de un vientre subrogado,  cuyo físico responde a un estereotipo de mujer determinado, no ayuda a ser críticos frente a la realidad que nos rodea. Y si bien un espectáculo es sólo eso, una escena preparada para entretener, no se puede ser tan liviano de creer que esto no legitima ciertas formas de estar en el mundo.

La mayoría de los nacimientos no son así, rodeados de una representación ficticia. Quienes transitamos las escuelas y los barrios, hemos visto  adolescentes embarazadas en contextos muy complejos. Y son estas mismas jóvenes quienes ven por TV la vida que propone Luli, tan alejada de la de cualquiera de nosotros.

Algunos medios deberían tomar conciencia de lo que muestran,  de lo que legitiman con sus notas o sus programas, de lo que naturalizan como verdad en el universo televisivo. No todos pueden ver que eso que allí sucede no es parte del mundo real. Y si el Otro lo tiene, por que no puede tenerlo yo, parecería ser el razonamiento correcto.
 

Luli juega a ser mamá en Miami, mientras las mamás reales trabajamos, estudiamos, limpiamos la casa y batimos un huevo, mientras bajamos la fiebre.