“Más o menos”, respondió Lorena Verdún cuando le preguntaron si había leído Los Monos, el libro de Germán de los Santos y Hernán Lascano. En realidad, no pareció haber pasado de la tapa, ya que su única objeción concreta durante la presentación a la que se opuso en el Espacio Cultural Universitario, fue que mostraba la imagen de su ex esposo, Claudio Cantero.

Pero esa lectura tampoco parece encontrarse dentro de sus intereses. Cuando una persona del público trató de contenerla y dijo que querían asistir a la presentación del libro dijo simplemente que no le importaba. No había ido a escuchar sino, una vez más, movida supuestamente por la indignación que le provocan las acusaciones contra su ex pareja y la organización criminal que lideró.

Sin embargo, la irrupción de Lorena Verdún no parece haber surgido de una conducta irracional, ni como respuesta a un impulso o un estallido de furia. En todo caso esa es la impresión que ella transmite, pero sus acciones se inscriben más bien como una especie de continuación de la defensa de Los Monos por otros medios, los de la intimidación y el miedo.

En 2014, cuando un móvil de canal 9 tomaba imágenes del mural que conmemoraba al Pájaro Cantero en el barrio Las Flores,  Lorena Verdún salió al cruce del periodista y esbozó los argumentos y las exigencias que suele plantear en sus interpelaciones públicas: la justicia no tiene pruebas y su ex compañero jamás fue condenado en una causa por drogas; la familia Cantero es honesta, se dedicaba a vender ropa y sufre una persecución policial y política; los periodistas harían mejor en ocuparse de otra cosa. Un discurso similar al que pregonaba Ramón Machuca desde la clandestinidad, cuando estaba prófugo y concedía entrevistas a la televisión porteña con un look que recordaba al de Eber Ludueña, el personaje de Luis Rubio.

La interpelación de Verdún a los autores de Los Monos sintoniza además con el video que grabó Ramón Machuca en la cárcel de Coronda dirigido a Alejandra Rodenas, en el que manifestó sentirse “ensuciado” y “difamado” por las acusaciones que recibió y su procesamiento como jefe de una asociación ilícita y la instigación a cometer cuatro asesinatos.

En posteriores apariciones periodísticas, sin dejar de lado el tono amenazante y la velada sugestión de represalias (“¿vos me estás tomando el pelo?”, era la pregunta que le devolvía insistentemente a la requisitoria del periodista de canal 9), Verdún comenzó a presentarse bajo otra luz, la de una persona que busca verdad y justicia. La muerte de su hija de 16 años en un accidente de tránsito -cuando viajaba a Rawson para visitar a “Guille” Cantero- y el desastroso final que la justicia le puso al juicio por la muerte de Claudio Cantero habilitaron ese nuevo perfil y le abrieron espacios para que contara su versión de los hechos en la prensa local.

Verdún no termina de encajar en esa figura. La condena social a los Monos está muy extendida. Y por lo general las víctimas de la impunidad y quienes reclaman justicia no suelen tener actitudes amenazantes, no tratan de llevarse a un juez por delante, como intentó hacer después de la muerte de su hija, ni pretenden acallar las voces que les disgustan, como pasó con De los Santos y Lascano en la presentación del libro.

En abril, cuando le preguntaron si creía que la Cámara de Apelaciones revertiría la absolución de los acusados por la muerte de su ex marido, Verdún respondió: “Quiero pensar que sí. Si no, no sé qué va a pasar”. Esas palabras parecen remitir la forma de dirimir conflictos más familiares para Los Monos, la que quedó expuesta con la secuencia de asesinatos que siguió a la muerte de Cantero.

Sin embargo, hay un contexto en el que las palabras de Verdún tienen resonancia. La ex mujer de Cantero atribuye el negocio del narcotráfico a la política y a la policía, y en esa dirección se conecta con cierto sentido común -el que suele expresarse en comentarios de lectores a las notas online- y se verosimiliza con el largo proceso de descomposición de la policía santafesina, un vía crucis de la corrupción y la violencia institucional. En la medida en que no haya investigaciones judiciales concluyentes, la sospecha no puede más que generalizarse.

Por la misma causa, las condiciones de posibilidad del narcomenudeo y la red de delitos que giran en su órbita renuevan sus perspectivas en Rosario. Como demostraron las actuaciones contra el clan de Los Funes, en la zona sur, el encarcelamiento de los principales líderes de bandas criminales no desarticuló el narcotráfico en la ciudad sino que replanteó la disputa por su hegemonía y promete nuevos episodios de violencia.

Los Monos siguen siendo parte de esa disputa. Por eso la irrupción de Verdún en la presentación del libro de De los Santos y Lascano no es un incidente menor ni mucho menos folclórico. Es la respuesta de un grupo que ante las requisitorias de la justicia o del periodismo no reacciona en busca de un diálogo, sino en términos de enfrentamiento, y que responde a una lógica de supervivencia y defensa propia.