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El año termina pésimo para un sector mayoritario de los argentinos: Los trabajadores. Ninguna paritaria va a alcanzar la inflación de casi 50 puntos, la estrepitosa caída de las ventas originó masivos cierres de fábricas y comercios y se destruyeron cientos de miles de puestos de trabajo. A esta altura es claro que la política electoral no se basa sólo en lo económico, que los cambios vienen no sólo por un malestar sino que además debe haber alguien enfrente que lo represente, que encarne ese cambio.

Eso fue lo que representó en 2015 Mauricio Macri y sólo parcialmente, por estrecho margen, aunque eso represente muy poco. En política se gana o se pierde, no interesa tanto por qué margen. Hoy toda la bronca que genera el gobierno de Cambiemos que en tres años no tomó ni una sola medida a favor de la producción o los trabajadores, está huérfana. Cristina Kirchner no puede ser el cambio porque ya fue presidenta, lo que puede ser es candidata e incluso ganar en un ballotage porque representa intensamente a un amplio sector del peronismo. Pero no a todo. Ella misma lo sabe e intenta estrategias que por ahora no logran hacer pie.

Los dos primeros meses del año que comienza van a ser clave para el futuro. Entre otras cosas, la situación de la senadora se resolverá en los tribunales para establecer si saldrá o no fortalecida de la cruzada que contra ella tiene el gobierno. De ese escenario dependerán muchas cosas, incluso internas en el peronismo.

Vendrá un tiempo con apariencia de letargo, entre el calor y el agobio post fiestas que siempre se vive. Unos pocos irán de vacaciones unos pocos días para escaparse del intenso calor litoraleño que invade a la Rosario tropical. Pero el trasfondo será como en la película de Spike Lee Haz lo correcto, donde en las calles calientes los conflictos empiezan a cocinarse.