“¿A quién le entrego la renuncia?”, dicen que preguntó Gerardo Martino cuando ya su decisión no tenía vuelta. La falta de estructura dirigencial fue demasiado para el ex Newell’s. Tras menos de dos años, un par de finales y muchos conflictos, el Tata dejó este martes la selección argentina.

Desde que Martino asumió (fue nombrado DT de la selección un día antes de la muerte de Grondona) la AFA nunca puso el ojo sobre lo deportivo y lo dejo solo. Lo hicieron así en el armado de la Copa Centenario (recuerden a Messi quejándose por redes sociales o el intempestivo viaje de Juan Carlos Crespi, ex AFA, que fue a “dar una mano” ante la falta de dirigentes con experiencia dentro de la delegación). También fue así en la conformación del plantel para los Juegos Olímpicos de Río (ningún dirigente intentó negociar con los clubes europeos que frenaron convocatorias). Lo último terminó de empujar a Martino hacia una decisión que no lo incomoda. 

En su carrera Martino se acostumbró a estar bien rodeado. Quizás también un poco adulado. Tanto en Paraguay como en Newell’s fue abrazado por todas las clases sociales del fútbol: hinchas, socios, dirigentes, periodistas. En Barcelona duró un año, quizás el peor del club catalán en la última década, y de su experiencia en España remarcó que no lo conocían: "No pido que los hinchas me conozcan, pero los que están metidos en esto sí”. En la selección, salvo algunas interesadas visitas de Tapia (dirigente del ascenso) nadie lo llamaba. Hasta se olvidaron de pagarle.

El Tata tenía clara su postura sobre el fútbol argentino antes de asumir, “es histérico y ventajero” declaró en su momento. Lo sufrió en su paso por Colón allá por 2005, luego en el parque Independencia y ahora en la selección. En Santa Fe sufrió el orgullo y la prepotencia de un grupo de caciques que lo empujaron al desempleo. En Rosario tuvo que salir campeón del torneo mientras jugaba un partido de copa en el Chaco. En la selección lo dicho: no recibió apoyo de los dirigentes para formar plantel rumbo a río mientras cumplía siete meses sin cobrar.

No hay una decisión apresurada. Martino se cansó. Hace casi dos años murió Grondona (aquel que lo nombró en el cargo que hoy deja) pero sus problemas con el fútbol local vienen de antaño. 

No hay un culpable tampoco. El proceso que vive el fútbol argentino es caótico y los escenarios desconocidos. Nadie tiene bien claro quién gobierna ni quién firma los cheques. Así como Martino se quedó sin apoyo el seleccionado femenino de fútbol de salón no va a participar de torneos internacionales por falta de fondos. También algunos clubes sufren la falta de un líder (Central vio cómo las deudas de AFA se pagaron con cheques que la Conmebol les enviaba por su participación en la libertadores). 

Argentina se pierde de tener en Ezeiza a uno de los mejores técnicos de esta época. Acostumbrado a cumplir sus contratos de principio a fin Martino interrumpe su vínculo con la AFA después de jugar dos finales en 18 partidos de competencia, una decisión que, lejos de incomodarlo, le sienta bien.

* Sebastián Garavelli es el autor del libro Tata Martino. De exiliado a elegido.