Primero el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y días más tarde el Papa Francisco, advirtieron públicamente acerca de una Tercera Guerra Mundial.

“El riesgo de una Tercera Guerra Mundial es muy grande” señaló el mandatario estadounidense ante sus pares del continente el último día de la IX Cumbre de las Américas.

El Papa fue aún más lejos y advirtió que “se ha declarado la Tercera Guerra Mundial”. Está claro que mientras Biden observa principalmente el escenario europeo tras la invasión rusa sobre Ucrania, el Sumo Pontífice reclama una mirada más amplia e insta a escrutar lo que sucede más allá de Europa, concretamente con varios conflictos en desarrollo en distintas partes de África y Asia.

Ante la relevancia de quienes las enunciaron y la gravedad de las palabras, cabe preguntarse entonces si estas advertencias tienen o no fundamentos concretos.

Datos preocupantes

Un reciente documento del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, Suecia, que analiza la situación actual en materia de armamentos, desarme y seguridad internacional, reveló que pese a registrarse un descenso marginal del número de ojivas en 2021, se prevé un crecimiento de los arsenales nucleares durante la próxima década.

Todo parece indicar que la reducción de los arsenales nucleares que caracterizó a la etapa posterior a la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética habría culminado. De hecho, los nueve países poseedores de armas nucleares -los Estados Unidos, Rusia, el Reino Unido, Francia, China, India, Paquistán, Israel y Corea del Norte- profundizan actualmente la modernización de sus arsenales nucleares. Ese dato contrarresta otro que a priori sería esperanzador, y es la ligera disminución del número total de armas nucleares entre enero de 2021 y enero de 2022.

Para completar el sombrío panorama, deben agregarse algunos otros datos. En primer lugar, el aumento del presupuesto militar no solamente en aquellos países poseedores de armas de destrucción masiva, sino también en países que desde hacía décadas habían adoptado posturas pacíficas como Japón y Alemania. En segundo lugar, la pretensión de Australia por adquirir armamento nuclear ante lo que considera una actitud amenazante de China en el Mar de China Meridional y la región Indo-Pacífico. En tercer lugar, el abandono de la histórica neutralidad de Suecia y Finlandia al solicitar su ingreso a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que supone -en caso de concretarse- un incremento en los respectivos presupuestos militares y la posibilidad de instalación de armamento y bases principalmente estadounidenses en sus territorios.

Cifras que hablan por sí mismas

Sobre un total de 12.705 ojivas estimadas al inicio de este año, unas 9.440 se encontraban en reservas militares para su uso potencial. De esas, unas 3.732 estaban desplegadas en misiles y aviones, de las cuales alrededor de 2.000 -casi todas de Rusia y los Estados Unidos- se mantuvieron en un estado de alerta operativa alta.

Rusia y los Estados Unidos poseen conjuntamente más del 90 por ciento de todas las armas nucleares que existen. Los otros siete países nucleares están desarrollando o desplegando nuevos sistemas de armas, o han anunciado su intención de hacerlo.

China se encuentra en plena expansión de su arsenal nuclear que, según imágenes de satélite, incluye la construcción de más de 300 nuevos silos

El año pasado, el gobierno británico hizo pública la decisión de aumentar el límite de su arsenal total de ojivas, revirtiendo así décadas de políticas de desarme gradual. También anunció que ya no revelará públicamente las cifras del arsenal de armas nucleares operativas, las ojivas desplegadas o los misiles desplegados, algo que criticaba hasta hace poco tiempo a sus pares de China y Rusia bajo el reclamo de “falta de transparencia nuclear”.

A comienzos de 2021 el gobierno de Francia lanzó oficialmente un programa para desarrollar un submarino de misiles balísticos de propulsión nuclear de tercera generación. Por su parte, India y Pakistán, que albergan profundos recelos políticos y diferencias territoriales, parecen estar ampliando sus arsenales nucleares y ambos países introdujeron y continuaron desarrollando nuevos tipos de sistemas vectores nucleares. Israel también está modernizando su arsenal nuclear.

Corea del Norte prioriza su programa militar nuclear como elemento central de su estrategia nominal de seguridad nacional y su estrategia real de lo que podría denominarse “chantaje nuclear”. Pese que durante 2021 el gobierno norcoreano no realizó ninguna prueba nuclear ni de misiles balísticos, se calcula que el país ha ensamblado hasta 20 ojivas y posee suficiente material fisible para un total de entre 45 y 55 cabezas nucleares.

Contradicciones peligrosas

Antes de la invasión rusa a Ucrania, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas -China, Francia, Rusia, el Reino Unido y los Estados Unidos- emitieron una declaración conjunta en la que afirmaron que “la guerra nuclear no puede ganarse y nunca debe librarse”. También reafirmaron su compromiso de cumplir con los acuerdos y compromisos de no proliferación, desarme y control de armas, así como con sus obligaciones en virtud del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares de 1968, y de perseguir el objetivo de un mundo sin armas nucleares.

Sin embargo, esos mismos cinco países siguieron ampliando o modernizando sus arsenales nucleares y parecen estar elevando la importancia de las armas nucleares en sus estrategias militares. Rusia amenazó abiertamente con el posible uso de armas nucleares en el contexto de la invasión a Ucrania. Las conversaciones bilaterales entre los gobiernos ruso y estadounidense respecto de la estabilidad estratégica se han estancado a causa de la guerra, y ninguno de los otros países con armas nucleares está llevando a cabo negociaciones sobre el control de armas.

Las relaciones entre las grandes potencias globales se han deteriorado severamente en el último tiempo, contrariamente a la necesidad que impone este momento de la humanidad y del planeta, caracterizado por desafíos profundos y apremiantes que deberían abordarse con una dinámica cooperativa en lugar de confrontativa.

El peligro de la Tercera Guerra Mundial es tangible. Biden y Francisco hablan con fundamentos.