La corrupción provoca la caída anticipada del gobierno del Partido Popular en España y de su líder, Mariano Rajoy.

Desde que se restauró la democracia en España tras el invierno franquista, es la primera vez que un gobierno y su jefe son apartados por el Parlamento. Debe señalarse que se trata de una competencia del Poder Legislativo en el contexto de un sistema político parlamentario, muy distinto del presidencialismo extendido en América.

Rajoy se hundió junto con su gobierno el último viernes, cuando prosperó una moción de censura presentada en su contra por su rival, Pedro Sánchez, líder del opositor Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

A Rajoy nada le resultó demasiado fácil en su carrera política. Debió esperar muchos años a la sombra del anterior jefe partidario, José María Aznar, para poder llegar a competir por la presidencia del gobierno, cargo equivalente al de primer ministro. En el poder desde 2011, Rajoy ganó distintas elecciones pero nunca de manera contundente como para poder formar gobierno sin tener que negociar con otros partidos políticos. Debió enfrentar fuertes crisis, tanto en materia económica, como política y social. Confrontó duramente con los independentistas catalanes en un conflicto que aún sigue abierto. Y finalmente, debió irse del gobierno antes de lo previsto, producto de la corrupción que mancha a su escudería política, el conservador Partido Popular (PP).

Los motivos del hundimiento

La corrupción ha sido en los últimos años una de las principales fuentes de malestar de los españoles, quienes asistieron a una sucesión de escándalos que terminaron en la condena judicial de hombres de negocios, banqueros, expresidentes autonómicos, exministros y hasta el yerno del rey emérito Juan Carlos I.

Hace poco más de una semana, como culminación del denominado caso Gürtel, el Poder Judicial sentenció a varios dirigentes del PP, producto de la revelación de que en su seno funcionó durante años una contabilidad paralela con dinero en negro procedente de donaciones de empresarios y constructoras. El denominado caso Bárcenas -que constituye una derivación del Gürtel- fue el que más claramente demostró la existencia de una contabilidad no declarada del PP  que derivó en el pago de sobresueldos a numerosos miembros jerárquicos del partido. Por ese caso, el extesorero del PP, Luis Bárcenas, fue condenado a 33 años de prisión.

Si bien nunca fue acusado, Rajoy debió declarar como testigo en el juicio. Pero en la sentencia, el tribunal puso en duda la credibilidad del testimonio de Rajoy, poniendo un manto de sospecha sobre la honestidad del propio presidente de gobierno y líder del PP. Resulta un poco difícil de creer que más de una veintena de jerarcas del partido cobraran sobresueldos a espaldas de su jefe.

Tras conocerse la condena judicial, el PSOE anunció que promovería en el recinto de los Diputados una moción de censura para sacar del poder al PP al que calificaron lisa y llanamente de corrupto. Ese fue el comienzo del fin de Rajoy.

Sánchez lo hizo

El jefe del PSOE, Pedro Sánchez, de 46 años de edad y un instinto de supervivencia política digno de ser tenido en cuenta -resistió al frente de su partido pese a perder dos elecciones consecutivas- logró sumar una mayoría de 180 votos sobre un total de 350 Diputados para desplazar a Rajoy.

El gran logro de Sánchez consistió en poder reunir en torno al objetivo del PSOE a sectores disímiles y hasta contrapuestos -como los nacionalistas vascos, los independentistas catalanes y los antisistema de Podemos- con el objetivo de desplazar al gobierno conservador de Rajoy, quien con sus políticas acumuló demasiados adversarios y terminó por quedarse sin aliados.

Pero Sánchez fue más allá y logró que ese consenso alcanzado en torno a la aversión por el PP y por Rajoy, se convirtiera en un consenso en torno a su propia figura como reemplazante y garante del orden institucional.

A Rajoy no le quedó mucho más que acusar a Sánchez de pactar con "quienes quieren romper la unidad de España" -en referencia a los independentistas catalanes- con tal de alcanzar el poder. Rajoy también acusó al líder socialista de querer desbancarlo a toda costa debido a que nunca pudo vencerlo mediante elecciones.

Cabe decir que en los últimos años, el PP perdió muchos de sus votantes en beneficio de Ciudadanos, un joven partido de centro que hizo bandera de la regeneración en la vida pública y de la defensa de la unidad nacional. Algo semejante le sucedió al propio PSOE con Podemos, en una corriente que se acentúa en la mayoría de as democracias occidentales, caracterizada por la fuga de votos desde los partidos políticos tradicionales hacia otras formaciones políticas novedosas que parecen captar mejor el descontento de distintos sectores de la ciudadanía.

Lo que viene

Pedro Sánchez ya fue nombrado oficialmente por el rey Felipe VI nuevo presidente del gobierno de España. Pero ya sumidas sus responsabilidades, Sánchez no tendrá las cosas sencillas. Exonerar a Rajoy del poder es prácticamente lo único en lo que están de acuerdo las fuerzas políticas que apoyaron la moción de censura, y en la complejidad de la política española cuesta pensar en que los acuerdos de hoy puedan sostenerse mañana.

Sánchez asume en una legislatura a la que le quedan dos años, con un Parlamento atomizado y con el partido Ciudadanos -favorito en las encuestas- exigiendo una convocatoria anticipada a las elecciones. Y esos no son los únicos desafíos.

El Banco de España alertó en un informe reciente que la recuperación económica de la que presumía Rajoy encuentra escaso reflejo en los salarios de los trabajadores, en un contexto caracterizado por una alta desocupación. La crisis con Cataluña continúa abierta y está lejos de encontrar un final. Y el Poder Judicial sigue investigando casos de corrupción aún pendientes, algunos de los cuales incluyen al ahora gobernante PSOE.

Secuelas para Argentina

La caída del gobierno encabezado por Mariano Rajoy tiene al menos dos consecuencias directas para Argentina. En primer lugar, el presidente Mauricio Macri perdió a un aliado estratégico tanto en lo que se refiere a sus coincidencias ideológicas y políticas, como por el vínculo personal que habían forjado. Esa afinidad facilitaba una introducción bastante amable del gobierno argentino con los socios de España en la Unión Europea (UE). Macri deberá ahora construir una nueva relación con el nuevo presidente de gobierno español, con quien no comparte ni la ideología, ni el posicionamiento político. Ni siquiera mantienen una coincidencia generacional.

En segundo lugar, la crisis de gobierno en España impacta directamente en la UE y en la zona euro. Tal como sucede con la crisis de gobierno en Italia (que aún parece lejos de llegar a su fin), los sucesos de España afectan a los mercados europeos, con el consecuente impacto global, provocando una debilitación del euro frente a un dólar cada vez más fortalecido en el actual escenario económico y financiero.

Esas son malas noticias para Argentina, donde la suma de la inestabilidad monetaria, la inflación, el déficit fiscal, el ajuste y el desencanto político con el gobierno, alimentan una visión extendida en el mundo de que el país no es confiable como lugar para invertir.

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