La cuestión es sencilla. El presidente Mauricio Macri se desencajó, puso el grito en el cielo, se olvidó de sus buenos modos y lució apretador por el costo fiscal de 75 mil millones de pesos que suponen las modificaciones que la oposición –toda unida- le hizo al impuesto a las ganancias que termina beneficiando a casi 2 millones de trabajadores argentinos. Pero al mismo presidente no se le movió ni un pelo por el costo fiscal de más de 55 mil millones de pesos que significó haber reducido y eliminado derechos de exportación para 8 o 9 grupos concentrados de la agroexportación. Las benditas retenciones.

El gobierno está fuera de sí, más que nada por la derrota política que implicó la movida en Diputados. Sintió como una profunda traición la estrategia de Sergio Massa sin notar que el líder del Frente Renovador se movió a partir de una brecha que dejó el propio oficialismo de la mano de una clara promesa incumplida durante la campaña. 

La oposición fue unida por la soberbia del gobierno, acostumbrado hasta ahora a no tener a nadie enfrente. Controlados los principales movimientos sociales, los gobernadores y la CGT con la caja que otorga la estructura de un país desigual y centralizado, creyó que tenía el partido ganado. Pero en el descuento llegó el gol inesperado que le hizo perder la contienda de 2016. Nunca un gobierno alcanza a tapar con plata sus gruesos errores políticos. Al final, no hay dinero que alcance.

El argumento de que el kirchnerismo en 12 años se negó a modificar los pisos de Ganancias es cierto. Pero a esta altura es sólo una anécdota. En esos años el gobierno tuvo mayorías parlamentarias y generación política como para impedir que la oposición le manejara la agenda pública y enfrentó incluso paros de la CGT y gremios que le eran afín pero discrepaban fuertemente en este tema. 

Hoy no es el mismo escenario que Macri tenía en los primeros meses del año cuando vetó la ley que prohibía los despidos en el país. Una decisión similar en Ganancias implicaría un costo político de magnitud. Por eso lo más seguro es que el Ejecutivo redoble la presión sobre los gobernadores para que éstos intercedan a su vez ante sus senadores nacionales para que al menos introduzcan modificaciones al proyecto que les giró Diputados. Así, las fiestas podrían llegar con una sensación parecida a un empate.

No son pocos los analistas políticos que señalan que Cambiemos podría utilizar, para la futura campaña electoral, la derrota por Ganancias y el fracaso de la Reforma Política para juntar al PJ en general, al kirchnerismo y al massismo en una misma bolsa y endurecer un discurso antiperonista destinado a polarizar el escenario. “Ellos o nosotros”. Un recorrido contrario al que por estos días plantea el presidente de la Cámara de Diputados Emilio Monzó, partidario de incorporar a vastos sectores peronistas al gobierno.

Unido, atomizado, más o menos kirchnerista, el peronismo “olió sangre” y eso es siempre un problema para quien está enfrente.