Resabios de la Guerra Fría, la división de las dos Coreas en norte y sur no fue el único caso de un país fracturado por el enfrentamiento político, ideológico, económico y cultural de aquella época. Vietnam fue dividido en dos y reunificado por la fuerza militar de quienes enarbolaban la bandera del comunismo. Alemania, pudo reintegrarse pacíficamente bajo el capitalismo liberal tras la caída del Muro de Berlín y ante el colapso del Bloque Comunista. Las dos Coreas se mantuvieron en pié de guerra hasta ahora.

En julio de 1953, después de tres años de una sangrienta conflagración, Corea del Norte y Corea del Sur pusieron alto al fuego y firmaron un tratado de armisticio. Por lo tanto, los dos países continúan técnicamente en guerra, dado que el acuerdo de paz sigue sin firmarse, aunque constituye un anhelo no solamente de los coreanos de uno y otro lado del paralelo 38, sino de todo el planeta.

La primera vez

Hace pocos días Kim Jong-un, el líder norcoreano, se convirtió en el primer mandatario de su país que cruzó hacia el sur para reunirse con el presidente Moon Jae-in y ambos declararon el comienzo de una nueva era en sus relaciones e indicaron que trabajarán para alcanzar la firma de un tratado de paz que ponga fin a 65 años de hostilidades.

Durante el histórico encuentro, ambos mandatarios se comprometieron también a trabajar por una completa desnuclearización de la península. Éste es el punto de inflexión de la negociación entre el régimen norcoreano y las principales potencia globales. A los gobernantes de los Estados Unidos, Rusia, China, Japón y Europa es lo que más les preocupa dado el potencial nuclear y la capacidad misilística que el régimen de Kim ostentó en los últimos años.

Encuentros

En este contexto, la reunión cumbre entre Kim y Moon se sitúa justo en el medio de una seguidilla encuentros, peo no fue ni el primero ni el más importante.

El acercamiento de Corea del Norte con Corea del Sur y el próximo encuentro de Kim con su homólogo estadounidense, Donald Trump, contó con el aval del principal socio del país, China, y su cada vez más poderoso presidente, Xi Jinping. Así quedo demostrado con la reunión que hace pocas semanas mantuvieron ambos presidentes y que significó la primera visita a un país extranjero por parte de Kim desde que asumió el gobierno a fines de 2011. Para decirlo sin rodeos: sin la aprobación china, sería imposible cualquier acercamiento del régimen norcoreano al gobierno del sur de la península y mucho menos al de los Estados Unidos. Recuérdese que el 80 por ciento de lo que se produce en Corea del Norte es comprado por China, con lo cual la dependencia es casi total.

El tercer encuentro que mantuvo Kim fue con Mike Pompeo, actual secretario de Estado -encargado de las relaciones exteriores- de los Estados Unidos, quien además hasta hace poco tiempo se desempeñaba como director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). El exjefe de los espías fue a sondear el terreno personalmente para lo que será el encuentro más resonante de todos y que ya tiene fecha y lugar determinado -aunque aún no los anuncian públicamente- nada más y nada menos que con Donald Trump.

Hasta hace unos meses, cuando el conflicto por los lanzamientos de misiles y pruebas norcoreanas crisparon los nervios de la opinión pública global, los presidentes de los Estados Unidos y de Corea del Norte se maltrataban públicamente. Trump se refirió a Kim como el hombre cohete (the rocket man), y éste último le devolvió la gentileza caracterizando al empresario como viejo senil estadounidense mentalmente desquiciado.

Ante semejante vuelco en las relaciones diplomáticas cabe preguntarse ¿qué fue lo que cambió para pasar de los insultos a una próxima reunión cumbre entre Kim y Trump? Lo que cambió fue la postura de Kim, eso está claro. Todos los acercamientos, con Corea del Sur, con los Estados Unidos, el viaje a China y, por que no pensarlo, un eventual acercamiento a Japón, forman parte de un cambio de actitud del líder norcoreano. Pero dudosamente se trate de un cambio de personalidad. Lo más razonable sería pensar en una multiplicidad de factores, entre los cuales podrían encontrarse los que siguen.

Kim consolidó su poder. Tardó siete años, pero el líder norcoreano logró purgar su entorno y acabar con cualquier intento de disputa de poder. De esa manera, tiene ahora la fortaleza suficiente para encarar cualquier cambio sin posibilidad de ser cuestionado en el frente interno y mucho menos de que alguien lo pueda señalar como traidor por negociar con los estadounidenses. No debe olvidarse que era muy joven cuando se convirtió en presidente y eran numerosos sus eventuales rivales, camaradas de su padre e incluso familiares cercanos.

Un cambio en la postura política china. Existía la sensación de que el gobierno chino habilitaba al norcoreano a jugar al límite con armas nucleares y misiles exponiendo a los estadounidenses a la disyuntiva de quedar ante el mundo como un país débil al no ponerle límites a Kim -la vía pacífica- o a convertirse en verdugo global si lanzaba un ataque -la vía militar- y provocaba una Cuarta Guerra Mundial. Es evidente que entre China, los Estados Unidos y Rusia hay una batalla en segundo plano por redefinir los límites de su influencia global, pero parecería ser que al mismo tiempo que China engorda su arsenal y libra una pugna comercial con los Estados Unidos, no está interesada en una guerra devastadora que acabe con el mundo. China quiere ocupar el sitio de primera potencia mundial, pero los chinos tienen claro que sin mundo eso sería imposible.

Las centrales nucleares norcoreanas estarían cercanas a un colapso. Después de la última prueba nuclear subterránea que realizó el régimen de Kim, se habrían registrado indicadores de que las instalaciones de Corea del Norte estarían cerca del fin de su vida útil y podrían provocar una catástrofe similar a las de Chernobyl o Fukujima. Oficialmente, el régimen norcoreano desmiente esa información y descarta esa posibilidad, pero el hecho de que Kim se siente a una mesa de negociación tan amplia, hace pensar en la verosimilitud de esa hipótesis.

Aún perdiendo su plan nuclear, Corea del Norte no queda desarmada. En primer lugar, su estratégica posición geográfica le garantizará la protección de China, su principal aliado y, eventualmente, también el de Rusia, antiguo aliado. Pero aunque perdiera su capacidad nuclear, Corea del Norte cuenta con un arma más actual y con un porvenir venturoso en el mundo de la tecnología. Se trata del Grupo Lázaro (Lazarus Group), un conjunto organizado de hackers con capacidad de ataque sobre organismos públicos y privados que ya actuó en distintas partes del mundo que afectó gravemente a empresas y usuarios de 150 países. En el mundo se está librando cotidianamente una ciberguerra fría de la que generalmente no se toma debida nota, y sobre la cual Corea del Norte parece tener intenciones de incidir.

Cualquiera fuera la finalidad del régimen norcoreano, si se aleja de las armas nucleares y de la posibilidad de una guerra nuclear, se tratará de una noticia aceptablemente buena en un mundo plagado de las malas. Especialmente para los más de 51 millones de coreanos que viven en el sur y los más de 25 millones que viven en el norte de un país partido hace 65 años.