Es común entender a la alfabetización como la capacidad de leer y escribir o la habilidad de comunicarnos a través de un texto escrito; pero es mucho más que eso. Estar alfabetizado implica lo anterior sumado a comprender un texto, a interpretar la realidad y a percibir qué y cómo mejorar el mundo que nos rodea. Escenas de la vida cotidiana dan cuenta de nuestra relación con el mundo escrito; vamos al supermercado con una lista, enviamos una nota a la maestra de nuestro hijo, leemos un diario o dejamos una nota familiar pegada en la heladera para una tarea posterior.

Si bien alfabetizar es acceder a la lectoescritura y a los primeros cálculos, es también posibilitarle al sujeto la inserción en la sociedad, es permitirle acceder a un trabajo, a estudios superiores, es enseñar habilidades que tengan repercusión en su vida cotidiana, es hacerle tomar conciencia de su entorno para que lo pueda transformar.

Sumado a esto, hoy por hoy, es necesario reconocer la importancia de la alfabetización digital; es decir, es necesario enseñar a escribir textos en computadora o a enviar mensajes telefónicos. Además, a enseñar el uso de imágenes; es decir que somos capaces de interpretar un video o fotografías que alguien sube a sus redes sociales o nos envía por whatsapp.

Sin embargo, según UNESCO, a escala mundial, al menos 750 millones de jóvenes y adultos no saben aún leer ni escribir y 250 millones de niños no consiguen adquirir las capacidades básicas de cálculo y lectoescritura. Esto acarrea la exclusión de jóvenes y adultos poco instruidos y cualificados que no logran integrarse plenamente a sus comunidades y entornos sociales.

Es necesario que los Estados, en todas sus dimensiones, tomen cartas en el asunto a fin de reducir estas cifras y refuercen las escuelas y, además, implementen programas de acompañamiento que protejan la primera infancia, que desarrollen entornos de alfabetización y provean educación de calidad, a sabiendas que los más perjudicados son los sectores más vulnerables.

Paulo Freire, pedagogo brasileño, sostiene que la alfabetización va más allá de la enseñanza del ba, be, bi, bo, bu, implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado. Para Freire, enseñar exige respeto a los saberes de los educandos, la corporización de las palabras por el ejemplo, es decir ser coherente entre el decir y el hacer y, sobretodo, capacidad profesional y generosidad; pero, insiste, alfabetizar también es saber escuchar.

Alfabetizar es cuestionarse quién y cómo aprende, en qué contexto y, para eso, hay que acercar la investigación del docente a su propia práctica, herramienta en la que lo convierte en investigador del aula de su propia experiencia de enseñanza.

Cuestiones de género

Al  igual que otras temáticas, el analfabetismo está en estrecha relación con una cuestión de género. Las cifras dan cuenta que  el atraso es mayor en mujeres y niñas. Entre los numerosos obstáculos que les impiden  ejercer su derecho a estudiar y obtener un título, se destacan la pobreza, el aislamiento geográfico, la pertenencia a una minoría, la discapacidad, el matrimonio y el embarazo precoces, la violencia de género y las actitudes tradicionales relacionadas con el papel de las mujeres. Por dar un ejemplo, en Egipto, un censo de población (2017) reveló que, de 18,4 millones de egipcios analfabetos, 10,6 millones eran mujeres o en Mozambique un 31% de mujeres son analfabetas en contraposición al 15 % de hombres de toda la población. Por tanto, la alfabetización puede permitir que niñas y jóvenes tomen conciencia de otras problemáticas que las incumben, tales como matrimonios precoces, violencia de género o participación política, no sólo en los países mencionados, obviamente.

Aún existen, grandes desigualdades de género en el acceso y permanencia de las niñas en las escuelas ya que son ellas, en general, las más desfavorecidas. Y, a pesar de los logros alcanzados, existe un mayor número de niñas que de niños sin escolarizar. El Instituto de Estadística de la UNESCO señala que, en el mundo, 16 millones de niñas nunca irán a la escuela y, además, que las mujeres representan dos tercios de los 750 millones de adultos que carecen de conocimientos básicos de alfabetización.

La Agenda mundial Educación 2030 reconoce que la igualdad de género requiere un enfoque que "garantice no sólo que las niñas y los niños, las mujeres y los hombres obtengan acceso a los distintos niveles de enseñanza y los cursen con éxito, sino que adquieran las mismas competencias en la educación y mediante ella".

Crean programas de alfabetización dirigidos a las mujeres y mejorar sus capacidades puede propiciar cambios significativos. En muchos casos, las mujeres son sostén de hogar; entonces, educarse les permite encontrar o mejorar un trabajo, acceder a bienes materiales y simbólicos; en definitiva, redunda en el bienestar de sus hijos.

Necesitamos aulas donde los niños y niñas partan de la igualdad y problematicen la realidad, donde propongan cambios para su barrio; pero, para ello, es necesario un docente que sostenga que alfabetizar es reconocer las individualidades y las subjetividades de sus alumnos, cuyas trayectorias son distintas a otras instituciones. Debemos romper con la idea que todos los alumnos actuarán de la misma manera porque todos tienen 13 años o que cursarán en tiempo y forma la escuela secundaria. Identificar las problemáticas de sus contextos permitirá buscar otras formas alternativas de enseñar para que puedan aprender de la mejor manera posible.

Hoy por hoy, el ritmo rápido en las aulas, la imprevisibilidad, donde suceden hechos que no están previstos e imponderables, hacen que, algunas veces, se quiera cumplir con los contenidos antes de reflexionar acerca de algunos temas importantes al interior de la escuela, de “esta escuela” y de “estos estudiantes”, con particularidades, tan diferentes a otros educandos.

Sin dudas la alfabetización empodera a los pueblos. Promover la alfabetización en todos los países y prevenir el abandono escolar temprano, reforzar los ciclos de enseñanza obligatorios y potenciar el derecho a la educación de los adultos deberán ser los ejes fundamentales de las políticas educativas nacionales, provinciales y municipales.

Alfabetizar es comprometerse con el Otro, es ser parte del andamiaje necesario para que pueda descubrir e interpretar el mundo; un mundo quizás diferente al mío, pero no por eso menos importante.

 

(*) Carina Cabo es Dra. en Ciencias de la Educación y autora del libro “La escuela ¿Para qué?