En los últimos tiempos se han incrementado los conflictos en las escuelas, y la violencia ha irrumpido en las aulas de una manera avasallante. Intentando buscar posibles causas, los especialistas mencionan que la descomposición social  y la repetida disfuncionalidad de la familia llevaron a la institución escolar a un espacio más agresivo. Sin embargo, por otros muchos factores, la escuela tampoco funciona como antes: ya no es un ámbito de movilidad social, lo que le  quita sentido y genera violencia y, además, se ha perdido la función democrática de universalización del saber donde los alumnos no participan activamente de los procesos pedagógicos, desnaturalizándose el compromiso de aprender. Esto lleva a un deterioro de los vínculos afectivos, en tanto y en cuanto, la relación entre  alumnos y profesores está condicionada por la desconfianza y falta de tolerancia.

Ahora bien, ¿cómo intervenir o responder al grado de complejidad  de los factores que generan la violencia y en las formas en que se manifiesta?

El tema no puede ser abordado por un solo profesional o trabajado en una materia curricular ya que las causas de la violencia son múltiples. Algunas veces, los  adolescentes violentos han tenido una infancia en un entorno familiar violento, llevándolos a tener comportamientos de este tipo. O quizás los padres no cuentan con herramientas emocionales  sólidas para ayudar a sus hijos a la toma de conciencia de sus emociones, positivas o negativas. Sumado a esto la adolescencia es un período muy conflictivo, en el cual el  joven ya no tiene como únicos referentes a los padres y, muchas veces, se “reclutan” en su grupo de pares que les significa el lugar de identidad común, de  pertenencia afectiva y de marco de encuentro.

Asimismo, a diferencia de algunas décadas atrás, hoy no hay límites entre lo permitido y lo prohibido; por tanto no hay transgresión a la norma cuando no se cumple con el mandato social. Además, las instituciones han perdido la solidez de otros tiempos donde el poder se muestra sin autoridad, provocando una reducción del poder disciplinario, donde la palabra de los padres o la directora eran incuestionables y hoy ya no lo son.

Qué se puede hacer desde casa para evitar personalidades y/ o conductas violentas en los jóvenes:

  • Actitud emotiva positiva de los padres, DIÁLOGO permanente
  • Transmisión de valores: respeto, compromiso, solidaridad, cooperación, pluralidad cultural, no sólo desde el discurso sino con hechos, esto implica COHERENCIA.
  • Contacto con la escuela, con el grupo de pares; es decir,  conocer a  los amigos del hijo
  • Diálogo permanente 
  • Disciplina, esto es  respeto a las normas.
  • Autoridad, sin autoritarismo.

Qué se puede hacer desde la escuela:

  • Trabajo transversal de la inteligencia emocional: Control de emociones, resolución de problemas, empatía, habilidades sociales
  • La presencia de un TUTOR que acompañe al grupo.
  • Normas y Reglas claras, con autoridad sostenida.
  • Educación en la responsabilidad y compromiso.
  • Detección de grupos de riesgo, instar al apoyo ministerial preventivo para casos- problema
  • PREVENCIÓN. Campañas de información.