En la medida que los gobiernos que adscribían a ideologías progresistas fueron reemplazados por otros identificados con ideologías conservadoras y hasta reaccionarias, la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) se fue vaciando de contenido hasta prácticamente desaparecer. En su reemplazo, el pasado viernes se fundó oficialmente el Foro para el Progreso y Desarrollo de América Latina (Prosur).

El acta constitutiva del nuevo bloque regional fue suscripta en Santiago de Chile por los presidentes de Argentina, Mauricio Macri; Brasil, Jair Bolsonaro; Chile, Sebastián Piñera; Colombia, Iván Duque; Ecuador, Lenin Moreno; Perú, Martín Vizcarra; Paraguay, Mario Abdo Benitez; y Guayana, David Arthur Granger. Los gobiernos de Uruguay, Bolivia y Surinam se abstuvieron. El de Venezuela no fue convocado.

La creación de este nuevo espacio fue una iniciativa de los presidentes de Colombia, Chile, y Argentina, en clara coincidencia ideológica, para la creación de un organismo de integración que reemplazara a la Unasur.

La intención de sus creadores es que el Prosur actúe como mecanismo de coordinación suramericana en materia de políticas públicas, y de defensa de determinados principios y valores como la democracia, la independencia de poderes, la economía de mercado, y la seguridad, entre otros.

El nuevo foro anunció que estará abierto a todos los países de Sudamérica que cumplan con dos requisitos: vigencia plena del Estado de Derecho y respeto pleno a las libertades y a los derechos humanos.

 

Diferencias

 

Desde la gestación de Prosur, Mauricio Macri, su par de Chile Sebastián Piñera y el paraguayo Mario Abdo Benítez difirieron del uruguayo Tabaré Vázquez en un tema central: la conformación del Prosur para desterrar de a la Unasur, espacio creado al calor del chavismo. Tabaré fue claro: generar otra integración con finalidad ideológica sería cometer otro error.

Para el mandatario uruguayo, Latinoamérica tiene una enormidad de procesos de integración regional que se superponen, tales como el Mercosur, la Comunidad Andina de Naciones, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, y la Asociación Latinoamericana de Integración. A la luz de ese razonamiento, lo que Tabaré pidió a sus pares resulta elemental: debemos pensar bien y no cometer errores que ya se cometieron.

 

La caída de la Unasur

 

Sebastián Piñera sentenció que la Unasur fracasó por exceso de ideologismo y burocracia. Dicho organismo fue creado a principios de siglo y tuvo su mejor momento sobre la base de la alianza y las coincidencias ideológicas de Néstor Kircher, Hugo Chávez, Luiz Inacio Lula Da Silva y Evo Morales. Actualmente, sólo Uruguay, Guyana, Bolivia, Surinam y Venezuela permanecen en la organización, que ni siquiera tiene ya una sede física, luego de que el gobierno de Ecuador anunciara su apropiación. A los cuestionamientos por su postura ideológica también se agregan problemas financieros dada la menor cantidad de integrantes en condiciones de aportar fondos.

Y así como la Unasur se encamina a la desaparición de hecho, los países que alguna vez integraron ese bloque buscan una nueva alternativa que, según Piñera, se trata de un foro sin ideología ni burocracia, para que todos los países democráticos de América del Sur podamos dialogar, coordinarnos, colaborar y hacer escuchar nuestra voz. No obstante, quienes aún promueven la Unasur se oponen a decretar su muerte.

Resulta interesante el planteo de Piñera respecto de la desideologización. Y vale pena preguntar ¿existe algún ámbito de la vida humana ajeno a la ideología? Si se entiende por ideología a un sistema de ideas relativamente organizadas capaz de ayudar al ser humano a comprender el universo, también resulto oportuno preguntar ¿se puede vivir sin ideología? En la opinión de quien escribe no. Por lo tanto, pensar que existe un foro -político además- desideologizado, resulta un absurdo. En cualquier caso, podrá reemplazarse una ideología por otra, una estructura política por otra, pero lo que no parece posible es prescindir de la ideología.

En este contexto, un diagnóstico más acertado respecto de la desintegración de la Unasur podría ser el de un exceso de ideología, que habría producido una división entre los gobiernos de izquierda y los de derecha. O tal vez, más que en exceso o carencia de ideología habría que pensar en mayores o menores grados de fanatismo. Para Winston Churchill, un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema. En tal sentido, lo que parece demostrar la creación de un bloque regional en remplazo de otro, obedece más que a un problema de ideología a un problema de cómo se aferran los gobernantes a una determinada ideología, al punto de no poder sostener un pragmatismo responsable en beneficio de los gobernados.

Desde luego, el Prosur responde a una ideología clara y distinta de la que alentó a la Unasur. Basta con señalar el punto 4 de la Declaración de Santiago que le dió origen: este espacio abordará de manera flexible y con carácter prioritario temas de integración en materia de infraestructura, energía, salud, defensa, seguridad y combate al crimen, prevención y manejo de desastres naturales. No hay una sola mención a la justicia social, a la seguridad social, a la equidad, o algo que se le parezca.

La asepsia ideológica simplemente no existe. También sería un error pensar en la creación de un espacio de integración regional duradero con el énfasis puesto únicamente en la economía. La conducción debe ser política, con espacio para el debate ideológico y también para el pragmatismo. Eso si puede prosperar, un espacio libre de fanatismos.