Soy una de los miles de rosarinos que ya tuvimos coronavirus, y estoy dentro de ese 80 por ciento que no debimos lamentar haber sido internado, pero sé que pudo haber estado entre esos. Nunca se sabe qué cepa te va a tocar ni cómo lo combatirá el sistema inmunológico. En mi caso fue una gripe más, y quizás algunas ideas que vengo pensando puedan servir para alertar en algunos temas y tranquilizar en otros.

En mis grupos de amigos y en mi familia no viví estigma alguno, algo que sé que ocurre mucho y hay que cambiar, sacarse la idea de la cabeza de que "el que se contagió fue porque hizo algo mal". Sí entre los míos fui rotulada con simpatía como “la primera”, por ser el primer contacto estrecho en tener coronavirus. Esa visión repetida por varios me dio simpatía, quizás porque resultó curioso a todos ellos, seres que me quieren mucho. Pero soy muy consciente de que si hubiera tenido un contagio más agresivo, habrían sufrido, y ahí se hubiera ido al tacho todo concepto "simpático". 

Conozco gente que con la idea de “nos vamos a contagiar todos” sigue haciendo reuniones. No voy a juzgar en esta nota lo que cada uno hace o deja de hacer, pero sí diré que yo hubiera preferido no haber vivido 14 días super aislada, de los cuales 8 fueron sin diagnóstico y con pura incertidumbre en el total encierro, con una gripe moderada (tos y dolor de espalda) y un cansancio devastador. Mucho cansancio.

Algunos me dijeron “aprovechá a mirar películas y series, a leer o hacer yoga”. Algo de eso hice, pero nada era tan seductor como querer irme a dormir. Qué lindo hubiese sido poder aprovechar a disfrutar mi tiempo en casa. Pero con esto quiero decir que aunque tengas una cepa poco agresiva, la pasás muy mal igual. Y aclaro un detalle, los que me conocen saben que tengo “hormigas en el tujes” y que en mi vida jamás dormí una siesta. Pero ahí estuve, unos diez días en un debate interno constante entre mi atracción por la cama y mi deseo por seguir trabajando, cosa que hice casi todo el tiempo que pude.

Otra cosa que hice fue comer muchas verduras y frutas, tomar mucha agua. Y tomar el infalible Te Chai (jengibre, limón, cardamomo en semillas, clavos de olor, canela en rama, y miel a gusto) para mantener muy activo el sistema inmune.

No viví una gripe tan fuerte: no perdí el gusto ni el olfato, tan característicos del virus maldito. Lo que sí me ocurrió fue una extraña hiper sensibilidad de la zona interna de mi nariz. Es decir, olía de igual manera, pero lo molesto y algo doloroso era sentir que el aire ingresaba y salía por las fosas nasales. Imagino que así debe sentir alguien que recibió una fuerte trompada (con el tabique roto), por tener de una forma misteriosa la sensación de “carne viva”. Y había un olor constante casi imposible de describir. Yo asumí que ese olor constante era mi propio metabolismo por haber tomado Amoxidal de 1 gramo. Pero también fantaseo con que quizás el virus tenía un olor propio, y simplemente detesté ese olor. Supe que un conocido sintió constantemente olor a mandarinas, y eso me dio un poco de risa.

Sobre el miedo

Una de las cosas que pensé después de todo esto fue qué importante fue atravesarlo con el menor temor posible, porque el miedo es un modo de estrés, y eso hubiese bajado más mis defensas para pelearle a ese bicho de mierda (no hay sinónimo posible a eso). En mi vivencia particular, lo enfrenté con determinación y con tranquilidad, pero sin subestimar el posible peligro (fue doloroso ver que murió un chico de 24 años sin enfermedades previas). Por lo que recomiendo a quien deba pasarlo, pueda encontrar este equilibrio de no miedo-no subestimar.

Hoy. lejos de sentir que me gané lo que llaman “pasaporte de inmunidad”, salgo de casa de a poco, lo indispensable, porque dudo de relajarme en que no contagiaré (el único miedo que persiste), ya que el alta médica de Epidemiología que se obtiene, para quien no sepa, es telefónico. No hay un segundo hisopado, como varios me consultaron, ni hay estudios de sangre. Sí varios llamados para deducir el avance de la enfermedad a partir de los síntomas que quedan, y en mi caso hoy no queda más que un leve resfrío.

Sentirse “radioactiva” con la basura

Un capítulo que quiero agregar a mi experiencia personal es en torno a la basura. Sabido es que todas las personas generamos residuos, y si debo pensar en una gran falta de la campaña comunicacional oficial, es en informar a la población sobre el modo de desechar la basura para proteger a la población que cirujea (que tristemente en pandemia aumentó mucho), así como a los recolectores y los separadores del Centro de Gestión Integral de Residuos. Es mucha gente.

¿Por qué es un tema importante si casi no se ha mencionado? Porque una persona que se aísla por ser estrecho de un contagiado o por tener síntomas debería cambiar su costumbre: airear tres días la bolsa de basura en su patio o balcón, y al desechar, hacerlo en doble bolsa. Eso es pensar en los demás.

¿Y por qué debo detenerme en este punto? Porque en mi aislamiento no supe nada de cómo tirar la basura y tampoco lo pensé. Y cuando me llamaron desde Epidemiología para hacerme el seguimiento (cuatro días antes de mi alta médica) supe todo esto, y sentí que mis desechos eran de una manera como radioactivos para los demás, y la sensación fue de una pena enorme. En resumen, hay que aprender a sacar la basura. Sabemos que es cansador ya haber incorporado el alcohol en gel, la lavandina, el tapabocas y el lavado de manos a las costumbres frecuentes, pero esto es un pasito más (para los aislados) que no cuesta mucho y previene un montón.

No voy a desaprovechar este aguafuerte para antes de cerrar agradecerle a mi amiga Dina Glocer (médica de guardias y en la trinchera en Ciudad de Buenos Aires) que me hizo un seguimiento diario afectuoso pero profesional, a mi médica de cabecera Adriana Javkin, mi gastroenteróloga Sandra Ciccarelli por haberme pedido el hisopado, y a Luciano Villaggi, bioquímico que me hizo el estudio en el laboratorio. Por ellos y por mis amigos y mi familia querida que me mandaron todo el tiempo comidas ricas y regalos, me sentí muy acompañada y cuidada, y en parte sé que gracias a todos ellos viví esto de la mejor forma y me recuperé bien.