Los británicos todavía no lograron alcanzar un acuerdo para salir ordenadamente de la Unión Europea (UE). Quienes piensen que en Argentina la gobernabilidad está puesta en tela de juicio por la irresponsabilidad y la falta de colaboración de los opositores, deberían revisar lo que sucede actualmente en el Reino Unido.

La primera ministra, Theresa May, ya enfrentó en varias oportunidades el rechazo de sus propuestas para presentar un acuerdo a la UE que permita transitar con calma la salida del bloque comunitario. En otras circunstancias, ya habría sido obligada a dimitir, pero eso no sucede por temor a convocar a unas elecciones que podrían tener un resultado imprevisible. Pero lo destacable es que el rechazo a las propuestas de May vino desde adentro de su propio partido.

Los conservadores más radicalizados impulsan una salida tajante de la UE, a la que visualizan como la fuente de todos los males. Quieren sacudirse a los extranjeros y restringir el acceso de migrantes y piensan que de ese modo resolverán los problemas de empleo. No son del todo sensatos en sus cálculos.

El proceso de salida británica de la UE o Brexit, ya tiene un significativo impacto en la economía del país, en la del bloque regional, y hasta en el mundo. Y podría ser peor de concretarse el denominado Brexit duro.

De mal en peor

Un informe de Goldman Sachs -uno de los grupos de banca de inversión y de valores más grande del mundo- señala que desde el referéndum de junio de 2016 que puso en marcha el Brexit, el Producto Bruto Interno (PBI) británico creció un 2,4 pro ciento menos de lo que hubiera crecido si no se hubiera elegido el camino de la separación. Eso equivale a una pérdida de 788 millones de dólares semanales para la economía.

Se trata de un panorama muy diferente al prometido en la campaña del plebiscito por los partidarios del Brexit, quienes hablaron de un impacto positivo de 500 millones de dólares anuales al salir de la UE, por las menores contribuciones al presupuesto comunitario.

Pero los impulsores del Brexit no calcularon el enorme poder del factor incertidumbre y su impacto sobre la economía británica, europea y también global. Es justamente la incertidumbre la que produjo un descenso en el nivel de inversión. Y la incertidumbre crece en la medida que el tiempo pasa y no se alcanza un acuerdo.

De acuerdo a lo que señala Goldman Sachs, el Brexit impactó en la UE de forma diversa. En España e Italia por ejemplo, cayó la confianza de los empresarios, inversores y ejecutivos. En Francia y Alemania, disminuyeron las exportaciones al Reino Unido.

Posibles consecuencias

Un Brexit duro multiplicaría las consecuencias negativas. En ese eventual escenario, Goldman Sachs prevé que el PBI del Reino Unido caería un 5,5 por ciento en sólo tres años y la libra esterlina se depreciaría un 17 por ciento. El Índice de Precios al Consumidor podría elevarse significativamente en un país en el que se importa el 70 por ciento de los alimentos.

El Reino Unido debería aplicar los aranceles estándar de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que son más altos en el sector agroalimentario que en cualquier otro sector.

Se encarecería la compensación de impuestos y comenzarían a competir británicos y europeos por mercados similares.

Como consecuencia para el bloque comunitario, los productos que dejarían de venderse en el Reino Unido deberían colocarse en el resto de la UE, lo que aumentaría la competencia intracomunitaria. Eso afectaría a diversos sectores productivos, como por ejemplo, el lácteo, que ya atraviesa una situación difícil.

El sector pesquero sería uno de los más afectados. Si el Reino Unido abandonara la UE sin acuerdo, los barcos pesqueros -principalmente españoles- que faenan en aguas británicas, deberían abandonarlas. Eso incluye a la flota mercante gallega que pesca en aguas de las Islas Malvinas, bajo control británico.

Recuérdese que el 80 por ciento del producto de la pesca en las aguas circundantes al archipiélago, se coloca en la UE. Además, se trata de la principal fuente de ingreso de los isleños, no porque ellos sean quienes pescan ni porque manufacturen, sino por el elevado costo al que venden las licencias pesqueras.

Otra consecuencia especialmente preocupante es que volverían los controles aduaneros, con los costos y la burocracia que ello significa. Pero por sobre todo, asusta la posibilidad del restablecimiento de una frontera en Irlanda del Norte, uno de los principales puntos a negociar, dado que podría retrotraer la situación a un pasado hostil al cual nadie parece dispuesto a volver.

Con ese trasfondo, puede preverse el desencadenamiento de un efecto dominó de incertidumbre en el sector financiero con los países europeos como los más expuestos, pero que tendría alcance global. Londres es aún una de las tres o cuatro plazas financieras más importantes del mundo. Y en las predicciones de enfriamiento de la economía global para este año y el que viene, uno de los temas que mayor gravitación tiene es justamente el Brexit, junto a la guerra comercial entre China y los Estados Unidos.

Lo que viene

Con el telón de fondo de las elecciones para el Parlamento Europeo previstas para el 26 de mayo, donde ya se prevé un ascenso de las agrupaciones de extrema derecha, la Comisión Europea fijó el 12 de abril como nueva fecha para ejecutar el Brexit, en reemplazo de la fecha pautada originalmente para el 29 de marzo. Sin embargo, podría haber una nueva extensión si May y el opositor Partido Laborista y su líder, Jeremy Corbyn, logran presentar un plan convincente para llegar a un acuerdo.

Entre ellos subyace una diferencia importante. Corbyn se ha mostrado abierto a la posibilidad de convocar a un nuevo referéndum que permita retrotraer la situación a foja cero y permita que el Reino Unido permanezca en el UE. May rechaza esa posibilidad, porque considera que convocar un segundo referéndum sobre el Brexit dañaría la cohesión social en el Reino Unido. Dicho en terminología vernácula, un nuevo referéndum ensancharía la grieta. ¿Qué sucederá finalmente? Ni los propios británicos lo saben.