Vox es un partido político de extrema derecha fundado a finales de 2013. Hasta las elecciones andaluzas de comienzos de diciembre solamente tenía representación en algunos cargos electivos municipales. En las elecciones parlamentarias obtuvo casi el 11 por ciento de los votos, lo que se tradujo en una representación parlamentaria de 12 bancas. Pero eso no fue todo.

Las elecciones fueron una demostración de la pérdida de adhesiones que sufren los partidos políticos tradicionales. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) obtuvo el primer lugar, pero acusó una merma contundente de votos. Algo similar sucedió con el Partido Popular (PP). Solamente el nuevo conservadurismo de Ciudadanos ascendió, además de la irrupción parlamentaria de Vox. Sin embargo, lo que más llamó la atención fue la coalición que formaron en los últimos días el PP, Ciudadanos y Vox  para desalojar al PSOE, tras 36 años y medio en el poder en Andalucía.

De esta manera, la formación de extrema derecha llegó de manera compartida al gobierno andaluz. Se cumple así uno de los principios elaborados por el politólogo italiano Giovanni Sartori, respecto a lo que hay que tener en cuenta para contabilizar a un partido dentro de un sistema de partidos políticos. Se trata del denominado potencial de chantaje, y que consiste en que se debe tener en cuenta a un partido, por pequeño que sea, si se halla en posición de determinar a lo largo de un período de tiempo una de las posibles mayorías gubernamentales.

La irrupción de Vox en la política española

El ascenso de partidos de extrema derecha es un fenómeno que se registra cada vez en más países. Por momentos sorprende que en vez de ofrecer alternativas a discursos agresivos y excluyentes, los partidos políticos tradicionales opten por imitarlos para evitar la merma de votos. De esa manera, son varios los sistemas políticos en el mundo que están girando hacia la derecha.

El impacto de Vox en la política española es notable porque nunca un partido explícitamente xenófobo, antifeminista y reactivo a las autonomías regionales, había logrado reunir tanto apoyo. Hasta ahora, los extremistas habían quedado relegados a la marginalidad. Vox logró romper esa barrera con 400 mil votos y es por eso que resulta importante saber en qué consiste su ideología, en qué se asemeja a otros partidos tradicionalmente extremistas y en qué se diferencia de sus flamantes socios del PP y de Ciudadanos. El partido conducido por Santiago Abascal expresó algunas de sus propuestas en un documento llamado 100 medidas para la España viva. He aquí un repaso por el ideario de Vox.

Nacionalismo y religión

Desde su lema La España viva hasta la estética utilizada por Abascal -sonoros Viva España al cierre de sus discursos, apología de la Legión Española, de las Fuerzas Armadas y del pasado glorioso del Imperio Español-, todo en Vox evoca un discurso ideológico nacionalista y contrario a las autonomías regionales. Vox considera una prioridad básica la unidad de España, pero en términos más estrictos que otros partidos. Aboga por el fin de la España descentralizada e impulsa la anulación de las comunidades autónomas. También exige recuperar para el Estado central todas las competencias en materia de Salud y Educación, anular los sistemas judiciales locales, suprimir las policías de cada región, y limitar en todo lo posible la capacidad legislativa autonómica.

A cambio, propone medidas para promover y difundir una identidad nacional sin fisuras. ¿Cómo? Mediante el aumento de las penas por las ofensas y ultrajes a España, la supresión del requisito del conocimiento de lenguas regionales en el acceso a la función pública, la activación de un plan integral para el conocimiento, difusión y protección de la identidad nacional y de la aportación de España a la civilización y a la historia universal.

Como consecuencia natural, Vox apunta a eliminar la ley de Memoria Histórica, puesto que no considera los símbolos franquistas como algo problemático, sino como parte del pasado de España, al tiempo que se opone a exhumar el cadáver del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos.

En la misma línea, Vox propone establecer líneas duras en relación a las comunidades donde el nacionalismo local es más fuerte o donde aún existen sistemas fiscales paralelos, concretamente, Cataluña, el País Vasco y Navarra.

En Cataluña el conflicto ha sido en los últimos tiempos más visible dada la intención de un amplio sector de la población por independizarse del Reino de España. Vox apunta a suspender de cuajo la autonomía catalana. Acto seguido, promueve la ilegalización de los partidos independentistas. La retórica de Vox es confrontativa y plantea el problema catalán como una lucha por el todo o la nada.

Respecto del País Vasco y Navarra, Vox propone eliminar su autonomía económica y unir a ambas regiones al régimen común.

Al nacionalismo se le agrega el tinte religioso, cristiano concretamente. De allí que defienda la composición de la familia cristiana tradicional y ataque a fuerzas culturales como el feminismo. Vox pide por eso la derogación de la Ley de Violencia de Género -denostada en los foros conservadores- y, a cambio, la promoción de una ley de violencia intrafamiliar que proteja por igual a ancianos, hombres, mujeres y niños. También reclama la supresión de organismos feministas radicales subvencionados y la persecución de denuncias falsas, que de acuerdo a datos procedentes de la Fiscalía, sería el 0,01 por ciento del total. De ese modo, Vox aspira a captar el voto de aquellos hombres resentidos por la retórica y los planteos del feminismo.

Además, Vox quiere crear un Ministerio de la Familia, aumentar las partidas para aquellas que tengan hijos, ampliar la licencia por maternidad hasta 180 días -en tal caso debería hacerse lo propio con la de paternidad para no relegar con exclusividad a la mujer a las funciones de cuidado-, prohibir la gestación subrogada y, por supuesto, prohibir el aborto.

Pese a que no se ha manifestado en favor de abolir el matrimonio homosexual, Vox mantiene sus posiciones en materia de familia y derechos reproductivos atadas a la preservación de una identidad cristiana de Europa, una línea de pensamiento afín a los partidos extremistas del continente y a la tradición conservadora y católica de la derecha española.

Vox descarta de plano que el Estado es de la ciudadanía en su conjunto y no de quienes profesan una religión en particular, por mayoritario que fuera ese conjunto.

Inmigrantes y refugiados

Se trata de los focos predilectos de ataque por parte de los partidos de extrema derecha dentro y fuera de Europa. Abascal adaptó uno de los lemas de Donald Trump al declarar que, en materia migratoria los españoles, primero. Pero fue aún más allá al copiar los argumentos de Reagrupación Nacional, el partido de Marine Le Pen y de Alternativa para Alemania al declarar: me identifico con la identidad cultural europea y me gustaría que se preservase (...) No tengo ningún problema con el color de las personas sino con lo que tienen dentro de la cabeza. El problema es que suele ser imposible escrutar con exactitud el pensamiento de las personas y es mucho más rudimentario pero efectivo endilgarle un determinado pensamiento a cada quién en virtud de su aspecto.

No obstante las señales en ese sentido, Vox rehúye del rótulo xenófobo y enfoca su discurso en torno a la inmigración ilegal que es -ni más ni menos- que la masiva. El partido reclama entre sus propuestas la deportación de todos los migrantes en situación irregular, la expulsión de los inmigrantes legales que cometan algún delito, la supresión del arraigo o la reagrupación familiar, la exigencia de conocimiento en nivel del idioma español, la tributación, y la integración como requisito para adquirir la nacionalidad, entre otras cosas. Todas maneras de desligarse de la responsabilidad con los migrantes y refugiados. El glorioso pasado español evocado por Vox alcanza para demostrar que las conquistas y persecuciones españolas provocaron irremediables migraciones y búsqueda de refugio en otras partes del mundo.

Vox también propone perseguir el integrismo salafista promulgado en las mezquitas radicales, encuadrando, como Geert Wilders en Holanda, el debate migratorio dentro del anunciado choque de civilizaciones acuñado por Samuel Huntington y como una amenaza existencial a las sociedades europeas por parte del terrorismo yihadista. Vox quiere prohibir la construcción de mezquitas promovidas por el wahabismo, vertiente radical del Islam, pero no explica cómo las identificaría.

Política exterior

Encuadrado en el perfil de los partidos políticos extremistas, Vox también es antieuropeísta. El discurso en torno a la Unión Europea (UE) no es de una salida de forma directa, pero somete la pertenencia de España al interés nacional, al tiempo que critica el carácter supranacional que el bloque comunitario ha adquirido. Es una postura similar a la de Marine Le Pen y a la de la Liga del Norte en Italia.

Son pocas las propuestas firmes en materia exterior. Vox reclama el fortalecimiento de las fronteras y apunta a emular la idea del muro de Trump, pero en Ceuta y Melilla, enclaves españoles en medio del territorio de Marruecos. También reclama la devolución de Gibraltar por parte del Reino Unido.

Vox tendrá oportunidad de cogobernar Andalucía y demostrar si su extremismo es solamente retórico, aunque la sensación, con los ejemplos que cunden cada vez más en distintos puntos del planeta, es que dotar de poder efectivo a partidos reaccionarios e intolerantes es un ejercicio peligroso.